Contracorriente

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El Pecado Particular de Cada Uno

07 martes May 2013

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“El tercero: asimismo hacer otro tanto sobre el tercero pecado particular de cada uno que por un pecado mortal es ido san Ignacioal infierno, y otros muchos sin cuento por menos pecados que yo he hecho. Digo hacer otro tanto sobre el 3 pecado particular, trayendo a la memoria la gravedad y malicia del pecado contra su Criador y Señor, discurrir con el entendimiento cómo en el pecar y hacer contra la bondad infinita, justamente ha sido condenado para siempre, y acabar con la voluntad, como está dicho”.

La fe nos enseña que quien muere con un sólo pecado mortal se condena en el infierno para siempre. Es lo que le sucedió a Luzbel y a los ángeles que desobedecieron a Dios. La Iglesia sólo nos dice quienes son los que se salvan, los santos. No sabemos si hay alguien hombre o mujer que se haya condenado por un sólo pecado mortal. Lo que san Ignacio quiere es que nos convenzamos de la malicia del pecado, para preferir antes morir que pecar. No hay nada más horrible que un pecado mortal que nos hace merecedores del infierno, de una vida de eterno sufrimiento y desesperación. El condenado jamás verá a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; jamás verá a la Virgen Santísima.

Todo pecado mortal es una rebelión deliberada contra Dios; la criatura se enfrenta a su Creador; es la rebelión contra la Misericordia infinita de Dios. Y todo por una vil criatura, un deleite asqueroso. El pecado es un suicidio espiritual; es la destrucción del alma del cristiano como templo vivo de la Santísima Trinidad; es la única desgracia que merece ese nombre. El pecado mortal encierra en sí una malicia, en cierto modo, infinita. Por el pecado el cristiano pierde la dignidad de hijo de Dios y se hace esclavo de Satanás: “El pecado entra por una puerta y Dios sale por la otra ¡Oh malaventurado de aquel que dice de Dios: Salíos, que quiero entrar en mi casa al demonio!” (San Juan de Ávila). Santa Teresa de Jesús dice: “En ninguna manera sufriera andar en pecado mortal solo un día, si yo lo entendiera”.

El pecado es enseñorear la bestia que llevamos dentro: “El apartamiento de Dios al recrearse desordenadamente de la criatura” (Santo Tomás de Aquino). “No entendemos que es el pecado una guerra campal contra Dios de todos nuestros sentidos y potencias del alma… vi cuán bien se merece el infierno por una sola culpa mortal, porque no se puede entender cuán gravísima cosa es hacerla delante de Dios” (Santa Teresa de Jesús). San Francisco de Sales: “Es preferible morir antes que pecar conscientemente y deliberadamente; pero cuando caemos es preferible todo antes que perder el ánimo, la esperanza y la voluntad, pues el Señor lo convertirá todo en gloria y honra suya”.

San Juan de Ávila: “Para que quiere Dios el Cielo sino para los pecadores arrepentidos”. Isaías: “Aunque vuestros pecados sean como púrpura, blanquearán como nieve; aunque sean rojos como escarlata, quedarán como lana”. 1º San Juan 1, 8-9: “Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y no somos sinceros. Pero, si confesamos nuestros pecados, él que es fiel y justo, nos perdonará los pecados”. los santos encontraron siempre, en el conocimiento de sus propios pecados perdonados, materia abundante para encenderse en el amor de Dios. Nuestro Señor dijo a Santa Catalina: “El pecado de desesperación me ofende más que el abuso de confianza y es más grave  para los pecadores que todos los otros pecados que cometieron en el curso de la vida”. Eclesiástico 7,40: “Acuérdate de tus postrimerías (muerte, juicio, infierno, cielo) y no pecarás”.

Nuestro Señor dijo a Santa Margarita María Alacoque: “Mira este corazón que tanto ha amado a los hombres y que en pago de tanto amor no recibe de ellos más que ingratitudes, olvidos, indiferencias y ultrajes”. Beata Jacinta: “Fíjate, ¿sabes? nuestro Señor esta triste porque Nuestra Señora nos dijo que no lo ofendieran más que ya está muy ofendido, y nadie le hizo caso; continúan haciendo los mismos pecados… Las guerras son castigos por los pecados de los hombres”. Las quejas más amargas, por los pecados de los sacerdotes, religiosos y religiosas, las recibió santa Faustina Kowalska de la Divina Misericordia. El pecado es la separación del amor infinito de Dios, la idolatría de uno mismo. El pecado nace en el terreno del gusto; todos los pecados son agradables a la naturaleza humana caída, menos el de envidia. Decimos que no queremos pecar y buscamos la ocasión de pecar (TV, revistas, cine…). Hay que pedir al Señor aborrecimiento de las ocasiones de pecar. Todo tiene importancia, para evitar el pecado.

Sabiduría 5,16: “Sabed que uno que convierte al pecador de su extravío, se salvará de la muerte, y sepultará un sinfín de pecados”. Sublime, divino ideal. Trabajar incansablemente por la salvación de las almas, gastar y consumir nuestras vidas consolando al Corazón de Jesús (Jacinta y Francisco de Fátima). “Cristo murió por nuestros pecados” (1, Cor. 15,3). “Que ninguno de vosotros se endurezca con el engaño del pecado” (Hbr. 3,15). “Aún no habéis resistido hasta la sangre en vuestra lucha contra el pecado” (Hebr. 12,4).

Santa Maravillas de Jesús: “¡Qué importa todo menos ofender a Dios! Está el Señor tan solo; la soberbia, el propio yo, le arroja de tantas almas. El ver las ofensas de Dios parece llegar a lo más íntimo del alma ¡Cómo está el mundo, qué indecencias y sobre todo qué ceguedad de los buenos y que confusión de ideas! ¡Hija, por amor de Dios! En estos momentos, en que tanto hay que pedir y reparar, no se entristezca sino por las ofensas de Dios y agradézcale las cosas desagradables al natural, sean las que sean, y más las que tan directamente tienden a hacerle agradable a Él. Cuando veo tantas ofensas y tan poca correspondencia de los suyos, me dan ganas que venga lo que sea, con tal de que no se le ofenda más”.

Muchos se han condenado con menos pecados de los que yo he cometido. Los juicios de Dios son incontestables. Ellos justamente condenados y yo misericordiosamente perdonado. Queda una sola cosa. Reformar mi vida, solamente deseando y eligiendo lo que más me conduce para el fin que he sido creado: la felicidad eterna. “Dios es un Padre que perdona. Su misericordia es mayor que nuestro pecado. Él perdonará nuestras faltas: decidamos no volver a cometerlas”. “Jesús nos ha dicho algo muy bello: Sus muchos pecados le han sido perdonados porque ha amado mucho. Si de verdad queremos tener reconciliación, tenemos que perdonarnos unos a otros, porque perdonar nos da un corazón puro, y el que tiene el corazón puro puede ver a Dios y puede amar con un amor puro, como Dios nos ama” (Beata Teresa de Calcuta).

El Pecado de Adán y Eva

02 jueves May 2013

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El segundo: hacer otro tanto, es a saber, traer las tres potencias sobre el pecado de Adán y Eva; trayendo a la memoria pecado de adan y evacómo por el tal pecado hicieron tanto tiempo penitencia, y quánta corrupción vino en el género humano, andando tantas gentes para el infierno. Digo traer a la memoria el 2º pecado, de nuestros padres, cómo después que Adán fue criado en el campo damaceno, y puesto en el paraíso terrenal, y Eva ser criada de su costilla, siendo vedados que no comiesen del árbol de la sciencia, y ellos comiendo, y asimismo pecando, y después vestidos de túnicas pellíceas, y lanzados del paraíso, vivieron sin la justicia original, que habían perdido, toda su vida en muchos trabajos y mucha penitencia; y consequenter discurrir con el entendimiento más particularmente, usando de la voluntad como está dicho.

Pero la serpiente, la más astuta de cuantas bestias del campo hiciera Yavé Dios, dijo a la mujer: “¿Conque os ha mandado Dios que no comáis de los árboles del paraíso”?. Y respondió la mujer a la serpiente “Del fruto de los árboles del paraíso comemos, pero del fruto del que está en medio del paraíso nos ha dicho Dios: “No comáis de él ni lo toquéis siquiera, no vayáis a morir”. Y dijo la serpiente a la mujer “No, no moriréis; es que sabe Dios que el día que de él comáis se os abrirán los ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal”. Vio, pues, la mujer que el árbol era bueno para comerse, hermoso a la vista y deseable para alcanzar por él la sabiduría, y tomó de su fruto y comió, y dio de él también a su marido, que también con ella comió. Abriéronse los ojos de ambos, y viendo que estaban desnudos, cosieron una hojas de higuera y se hicieron unos cinturones.  Oyeron a Yavé Dios, que se paseaba por el jardín al fresco del día, y se escondieron de Yavé Dios el hombre y su mujer, en medio de la arboleda del jardín.

El Papa Benedicto XVI dijo que en nuestro tiempo se habla muy poco del pecado. Los santos sí predicaban y escribían mucho sobre el pecado. San Juan de Ávila: “¿Por qué ofendes a Dios y le haces combate con las piedras suyas? Diote sentidos, ojos, oídos, gusto, manos, pies, con que le sirvieses y le honrases y con todo ello le ofendes”. “¡Oh pecado! ¿Quién no se espantará de ti, de que puedas tornar a Dios de manso en airado, de amoroso en  aborrecedor, y que envíe al infierno y para siempre castigo a quien creó a su imagen y semejanza, y a quién había tomado por hijo y prometido la herencia del Cielo? ¿Quién habrá que no te aborrezca?”

Adán y Eva fueron creados por Dios en estado de santidad y justicia, perfectos. Les concedió los dones preternaturales que perfeccionan la naturaleza, sin elevarla al orden sobrenatural, pero si sobre lo que de suyo exige la naturaleza humana: ciencia infusa, inmoralidad corporal, inmunidad de concupiscencia (dominio de las pasiones), inmunidad de dolores y achaques corporales. Y, sobre todo, les concedió la gracia santificante, que es un don absolutamente sobrenatural, que les hizo participes de la naturaleza divina.

Por el pecado original, Adán y Eva perdieron los dones preternaturales; perdieron la santidad y justicia en que habían sido creados. Perdieron el don de integridad: “viendo que estaban desnudos” (Gen. 3, 7); el don de inmortalidad:”Hasta que vuelvas a la Tierra, pues de ella has sido tomada, ya que polvo eres y al polvo volverás” (Gen. 3,9); el don de impasibilidad: “Multiplicaré los trabajos de tus preñeces, parirás con dolor tus hijos” (Gen 3,16); “comerás el pan con el sudor de tu frente” (Gen. 3,19) “Y le arrojó Dios, Yavé, del jardín de Edén…Expulsó a Adán…” (Gen 3,23-24).

Adán y Eva perdieron la gracia santificante, que solo se pierde por el pecado mortal. Todos los descendientes de nuestros primeros padres nacemos con el pecado original, privados de la gracia santificante y demás dones sobrenaturales. Los Santos Padres nos dicen que el pecado de Adán fue el más grande de todos los pecados porque es el de más graves consecuencias, tanto para Adán y Eva, como para sus descendientes, ya que con el pecado original, también perdimos nosotros la justicia y la santidad.

Satanás que odia a Dios y a los hombres y mujeres hechos a su imagen y semejanza, anda en torno nuestro mirando a quién devorar. Eva se dejo llevar por la curiosidad: el fruto prohibido “era muy hermoso a los ojos” (Gr 3,8). La vanidad de Eva, alagada con el “seréis como dioses”, le hizo alargar la mano; su sensualidad, excitada por el suave gusto de lo prohibido, le hizo caer. Y Adán, por complacer a su esposa, también desobedeció a Dios ¡Cuántas almas caen por los mismos pasos! Debemos refrenar nuestra curiosidad, fundarnos en humildad, mortificar nuestra sensualidad y jamás estar ociosos, aprovechando siempre el tiempo en la oración, el apostolado, los trabajos…

“La tentación nunca nos coge tan flacos como cuando estamos ociosos… No dejéis que se entretenga vuestro espíritu en pensamientos varios e inútiles; si se acostumbra a estos, luego pasará más allá, deteniéndose en los malos y nocivos” (San Francisco de Sales). Y nuestro doctor de la iglesia, san Juan de Ávila, nos advierte: “Combates tendréis y no pequeños, porque nuestros enemigos son muchos y muy crueles, por tanto no os descuidéis; si no, luego sois perdidos. Si los que velan aún tienen trabajo en guardarse, qué pensáis será de los descuidados, sino ser vencidos”. “Un santo nos dice que el hombre que se cree a sí mismo no ha menester demonio que lo tiente, que él es demonio para sí”.

Beata María Pilar Izquierdo: “Las tentaciones son como el abono que hace producir las flores más hermosas de las virtudes. Cada vez que se resiste una tentación se hace un acto de virtud consolidándose más el alma. ¡Oh!, que hermosos ramilletes de mil variadas flores podría ofrecer cada noche a Jesús después de un día de lucha y fidelidad”. “Las tribulaciones, las tentaciones, todo hay que bendecirlo, porque de esos males se sacan grandes bienes”. Nuestra doctora de la Iglesia, santa Teresa de Jesús, dice: “Son tantas veces las que esos malditos demonios me atormentan, y tan poco el miedo que yo los he, con ver que no pueden menear si el Señor no les da licencia… Sepan que cada vez se nos da poco de ellos quedan con menos fuerza y el alma muy mas señora… Porque son nada sus fuerzas si no ven almas rendidas a ellos y cobardes que aquí muestran ellos su poder”.

La tentación sólo puede incitar a pecar, pero nunca nos puede obligar a pecar, porque la voluntad permanece siempre dueña de su libertad. La tentación es pecado, no cuando la sentimos, sino cuando voluntariamente la consentimos. Las tentaciones se vencen con la frecuencia de los sacramentos de la Eucaristía y la Penitencia; con la oración y la mortificación de los sentidos; con la agregación del entendimiento y de la voluntad; con la huida de las ocasiones de pecar y, sobre todo, con la devoción a la Santísima Virgen. Estamos en buenas manos, estamos en el Corazón divino de nuestro Salvador, Jesucristo: “Fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas, antes dispondrá con la tentación el éxito para que podáis resistirla” (1 Cor 10,15).

“¡Cuanta corrupción vino al género humano andando tantas almas al infierno!” (san Ignacio). Y en mi alma ¿qué ha ocurrido? En el bautismo fuimos adornados por la gracia de Dios, las virtudes infusas, los dones del Espíritu Santo, hechos hijos de Dios, herederos del Cielo y templos vivos de la Santísima Trinidad. Y si pecamos, lo perdemos todo. Nuestros primeros padres pecaron una sola vez, yo tantas veces ¿qué penas no he merecido yo? ¿Cómo es la fealdad de mi alma con tantos pecados manchada? Yo soy mayor culpable que Adán y Eva, merezco mayor castigo. Y, sin embargo, la Misericordia divina ha purificado mi alma y vive en ella. Misterio insondable del amor de Dios a sus criaturas.

El Pecado de los Ángeles II

24 miércoles Abr 2013

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«El primer punto será traer la memoria sobre el primer pecado, que fue de los ángeles, y luego sobre el mismo entendimiento discurriendo, luego la voluntad, queriendo todo esto, memorar y entender, por más avergonzarme y confundir; trayendo en comparación de un pecado de los ángeles tantos pecados míos, y donde ellos por un pecado fueron al infierno, cuántas veces yo lo he merescido por tantos. Digo traer en memoria el pecado de los ángeles; cómo siendo ellos criados en gracia, no se queriendo ayudar con su libertad para hacer reverencia y obediencia a su Criador y Señor, veniendo en superbia, fueron convertidos de gracia en malicia, y lanzados del cielo al infierno; y así, consequenter, discurrir más en particular con el entendimiento, y consequenter moviendo más los afectos con la voluntad».

El beato Juan Pablo II dijo: “que el hombre contemporáneo experimenta la amenaza de una imposibilidad espiritual y de la muerte de la conciencia y esta muerte es algo más profundo que el pecado: es la eliminación del sentido del pecado”. San Ignacio quiere que el ejercitante alcance un conocimiento vital y profundo del pecado con la meditación del pecado de los ángeles, de Adán y Eva y el pecado particular. Nuestro nuevo doctor de la Iglesia, san Juan de Ávila, pregunta: “¿Pecaste y no temes? No has conocido a Dios; ¿Ofendiste a Dios y no tienes el corazón partido de dolor? No lo has conocido”. San Ignacio de Loyola decía: «Daría por muy bien empleada mi vida por evitar un solo pecado mortal”.

Es dogma de fe que existen los ángeles, sustancias intelectuales, inferiores a Dios, superiores al hombre, puramente espirituales: “Por su bondad y virtud omnipotente… desde el principio del tiempo, creó (Dios) de la nada a una y otra criatura, la espiritual y la corporal, esto es, la angélica y la humana” (Concilio IV de Letrán; 428). El mismo concilio dice que: “El diablo y demás demonios, por Dios ciertamente fueron creados buenos por naturaleza; más ellos por sí mismos se hicieron malos” (428). Un espíritu puro no puede cometer otro pecado que el de la soberbia, apetecer desordenadamente su propia excelencia. Según santo Tomás de Aquino, el diablo habría apetecido para si la unión hipostática, o negado su obediencia al Verbo encarnado. “Viniendo en  superbia” los ángeles pecaron, dice san Ignacio.

“Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que, precipitados en el tártaro, los entregó a las cavernas tenebrosas” (2 Pd, 2-4). En un instante cayó sobre ellos el rayo de la Justicia Divina: “fueron convertidos de gracia en malicia, y lanzados del cielo al infierno” (San Ignacio). ¡Horrible transformación! Belleza- fealdad, bondad-malicia, sabiduría-ignorancia…” y así consecuenter discurrir más en particular con el entendimiento, queriendo todo esto memorar y entender” (san Ignacio).

Los ángeles fueron creados para alabar, hacer reverencia y servir a Dios en el Cielo. Dios les concedió la libertad para que usándola ordenadamente, pudieran merecer la vida eternamente feliz. “¡Non serviam!” fue su respuesta, ¡no quiero obedecer, no quiero servir a Dios! Si en el primer pecado mortal que cometí, Dios me hubiera privado de la vida, hubiera caído en el infierno eternamente. ¡Y he pecado tantas veces! Mi alma ha estado podrida, corrompida ¿Dios mío, quién soy yo para Ti? A los ángeles aplicó su justicia; a mí, su misericordia infinita ¿Cómo voy a presentarme en  su presencia? : «Avergonzado y confundido, en haberle mucho ofendido, de quien primero recibí muchos dones y mercedes” (san Ignacio).

¿Qué será el pecado que tiene un castigo eterno? ¿Qué efectos han producido en mi memoria, entendimiento y voluntad mis muchos pecados? ¡Dios mío, perdóname! Dame tu gracia para jamás volver a ofenderte. ¡Jesús en ti confío! ¡Virgen Santísima bajo tu amparo nos acogemos! “El diablo, a quien os sujetáis cuando pecáis, ¿Quién os parece que es? Es la más malaventurada criatura del mundo, enemigo de Dios, condenado, maldito, espantable enemigo de todo bien, contrario a Dios. El diablo es un gran pecador; los que pecan son sus hijos” (San Juan de Ávila).

Santa Teresa de Jesús: “Pareceros a, hermanas, que a estas almas a quienes el Señor se comunica tan particularmente, que estarán ya tan seguras de que han de gozar para siempre, que no tendrán que temer ni que llorar mis pecados, y será muy grande engaño, porque el dolor de los pecados crece más mientras más recibimos de nuestro Señor”.

El gran teólogo Romano Guardini en su obra el Señor, dice: “Comprenderemos a Cristo en la medida en que comprendamos el pecado”, que es lo mismo que decir: quien no reconoce su pecado, no conocerá a Cristo de verdad, ni lo amará de verdad.

P.Manuel Martínez Cano, mCR

El Hombre Ha Sido Creado para Servir a Dios

05 martes Mar 2013

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1, 1 Co 31, 1 Jn 2.3-6, 10 de Agosto de 1253, 17, 39, abolir, acción de gracias, único Dios, cielo, colosenses, concilio vaticano II, Cristo Señor, cumplir sus deseos, dadme un religioso fiel cumplidor de la Regla y sin más lo canonizo, desasosiego, descontento, Deuteronomio, Dios Padre, discípulo predilecto, doctor de la iglesia, Dt 4, ejércitos, enseña, imperio, leyes, Lumen Gentium 44, mala conciencia, mandamientos de la Iglesia, mandamientos de la ley de Dios, misericordia, Mt.5, obligación del cristiano, Papa, plenitud, salmo 102, salmo 118, San Francisco de Asís, san Juan, san juan de ávila, san pablo, san Pío V, Santa clara, Santa Madre Iglesia, santa teresa de jesús, santo de la alegría, sálvame, Señor, servid, servir a Dios, servir a Dios es hacer lo que Dios manda, servir a Dios es reinar, sujetar nuestra voluntad, ternura, versículo 17, vivir eternamente, voluntad de Dios, ya comáis ya bebáis hacedlo todo para Gloria de Dios

Dios todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, nos ha creado para servirle en esta vida y vivir servir a Dioseternamente con Él en el Cielo. En el salmo 102, Dios nos dice: “Bendecid al Señor, ejércitos suyos, servidores que cumplís sus deseos. Bendecid al Señor, todas sus obras, en todo lugar de Su imperio”. Y en el Deuteronomio nos exige: “Reconoce hoy y medita en tu corazón que el Señor es el único Dios, allí arriba, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo”(Dt 4,39-40). El salmo 118 nos recuerda: “Te invoco de todo corazón: respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes; a ti grito: sálvame. Y cumpliré tus decretos” (145-152). Servir a Dios es cumplir sus deseos, guardar sus preceptos y mandamientos, guardar sus leyes y cumplir Sus decretos. Nuestra Santa Madre Iglesia nos enseña que debemos servir a Dios cumpliendo los diez mandamientos de la ley de Dios y los cinco de la Iglesia.

Los mandamientos de la ley de Dios son:

1. Amarás a Dios sobre todas las cosas

2. No pronunciarás el nombre de Dios en vano.

3. Santificarás las fiestas.

4. Honrarás a tu padre y a tu madre.

5. No matarás

6. No cometerás actos impuros.

7. No robarás.

8. No dirás falsos testimonios ni mentirás.

9. No consentirás pensamientos o deseos impuros.

10. No codiciarás los bienes ajenos.

Estos Diez Mandamientos se encierran en dos; amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.

Los mandamientos de la Santa Madre Iglesia son:

1. Oír misa entera todos los domingos y fiestas de guardar.

2. Confesar los pecados mortales al menos una vez al año, en peligro de muerte, y si se ha de comulgar.

3.  Comulgar por Pascua de Resurrección.

4. Ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa Madre Iglesia.

5. Ayudar a la Iglesia en sus necesidades.

“Si me amáis, guardaréis mis mandamientos”, dice el Señor. “No he venido a abolir la ley, sino a darle plenitud”(Mt 5,17). Y el discípulo predilecto del Señor, san Juan, dice: “En esto sabemos que  conocemos a Cristo: en que guardamos sus mandamientos. Quién dice: “Yo le conozco”, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quién guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. Quién dice que permanece en él debe vivir como vivió él” (1 Jn 2, 3-6).

San Pablo enseña a los colosenses: “Lo que hacéis, hacedlo con toda el alma, como para servir al Señor y no a los hombres: sabiendo que recibiréis del Señor en recompensa la herencia. Servid a Cristo Señor”. En el versículo 17, les había recordado: “Todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús, ofreciendo la Acción de Gracias a Dios Padre por medio de Él”. ¡Nosotros también!¡Sirvamos al Señor!

A uno que le puso su dificultad de cómo servir a Dios, san Juan de Ávila le dio la solución. Pregunta el fiel cristiano: “Padre, es grande el trabajo de servir a Dios ¿Cómo tengo que rezar, ayunar, dar limosnas y hacer obras buenas? No puedo, no me atrevo a ponerme en estos trabajos ni saldré con ellos”. Respuesta de nuestro doctor de la Iglesia: “Te engañas, porque son mayores los trabajos que pasa uno que no sirve a Dios, porque es tan grande el tormento de la mala conciencia, aquel continuo desasosiego y descontento, que dentro de sí tienen los que no sirven a Dios, que no tienen los trabajos que hay en su servicio. ¿Quién podrá decir las continuas voces que allá dentro les andan dando?: “Mal haces esto, mejor fuera así, mira que pierdes a Dios, mira que le ofendes, le has ofendido, ¿qué será de ti, dónde irás?

Es, sin duda, mucho más pesado este continuo martirio y desasosiego”.

Servir a Dios es hacer lo que Dios manda. Sujetar nuestra voluntad a la voluntad de Dios. Debemos hacer siempre lo que Dios quiere y porque Dios lo quiere. Esta obligación del cristiano, brota del dominio del Creador sobre la criatura. El apóstol san Pablo nos dice: “Ya comáis, ya bebáis, hacedlo todo para gloria de Dios” (1 Cor 31). Servimos a Dios orando, trabajando, comiendo, descansando divirtiéndonos honestamente… El secreto está en que no hagamos nunca nuestra voluntad sino la voluntad de Dios. Servir a Dios es reinar. Dios no pide nada imposible y cuando exige algo difícil, nos lo facilita con sus gracias actuales.

El Concilio Vaticano II enseña: “Por los votos, o por otros sagrados vínculos análogos a ellos por su propia naturaleza, por los que se obliga el fiel cristiano a la práctica de los tres consejos evangélicos antes citados, se entrega totalmente al servicio de Dios sumamente amado, en una entrega que crea en él una especial relación con el servicio y la gloria de Dios” (Lumen Gentium, 44, 1).

El Papa san Pio V, afirmaba: “Dadme un religioso fiel cumplidor de la Regla y sin más lo canonizo”.

San Francisco de Asís: “Encarecidamente pido, como puedo, al hermano, mi señor ministro general que haga que la Regla sea inviolablemente guardada por todos… a los hermanos que no quieran guardar estas cosas, no los tengo por católicos ni por hermanos míos; tampoco quiero verlos ni hablarles hasta que se arrepientan”.

Santa Clara: El 10 de agosto del año 1253 a los 60 años de edad y 41 años de ser monja, y dos días después de que su regla fue aprobada por el Papa, santa Clara se fue al Cielo. En sus manos tenía la Regla bendita por la que ella entregó su vida.

Santa Teresa de Jesús: “Hijas mías y señoras mías, por amor de Dios las pido tengan gran cuenta de la guarda de la Regla y Constituciones, que si la guardan con la puntualidad que deben, no es menester otro milagro para canonizarlas”.

Volvamos al santo de la alegría, la ternura y la misericordia, san Francisco de Asís: “Y a todos mis hermanos, clérigos y laicos mando firmemente, por obediencia, que no introduzcan glosas en la Regla ni en estas palabras, diciendo: Esto quieren dar a entender; sino que así me dio el Señor decir y escribir sencilla y puramente la Regla y estas palabras, del mismo modo las entendáis sencillamente y sin glosa y las guardéis con obras santas hasta el fin. En todos los capítulos que celebran, cuando leen la Regla, lean también estas palabras”.

El Concilio Vaticano II ha dicho que los religiosos han de volver a las fuentes de su espiritualidad: A las Reglas y Constituciones de sus fundadores. No se trata de que los religiosos se adapten al mundo si no que vivan sencilla y humildemente en el mundo tal y como vivieron sus santos padres fundadores.

Los padres de la Compañía de Jesús, decían que si se hubiese perdido la Regla escrita por san Ignacio de Loyola, se podía rehacer, viendo cómo vivía san Juan Berchmans. De esto se trata, de vivir santamente, no mundana y frívolamente.

P.Manuel Martínez Cano, mCR

El Hombre ha sido Creado por Dios

13 miércoles Feb 2013

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Dios dijo: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, para diosque domine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados y sobre las bestias de la tierra y sobre cuántos animales se mueven sobre ella. Y creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó macho y hembra; y los bendijo (Gen. 1, 26-28).

¿Para qué me ha creado Dios? ¿A dónde voy? ¿Cuál es mi fin? Lo racional, lo lógico, lo sensato es dar respuesta a estos interrogantes. La razón y la fe me dicen que Dios me ha creado para vivir eternamente feliz con Él en el Cielo. San Agustín: Nos hiciste, Señor para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti. Dios es mi origen, mi dueño, mi creador, dependo absolutamente de Él. Dios es mi fin.

¡Qué contraste! Salí de la nada, me creó Dios. Nada y Dios. De mi parte, nada soy y nada tengo. Conocer y vivir esta verdad con el corazón es la base más sólida de la humildad, fundamento de la santidad. He salido de la nada ¡qué humillación! Me ha creado Dios ¡qué dignidad! San Ignacio quiere que el ejercitante penetre profundamente esta verdad para que, cuando la soberbia quiera abrirse paso en nuestras vidas, respondamos: ¡Soy nada! Y también para cuando el demonio nos tiente, con sus impedimentos, tristezas y desánimos, le respondamos: ¡Vengo de Dios! ¡Soy de Dios! ¡Dios es mi Padre! Sí, todos los hombres y mujeres podemos decir a nuestro Creador: ¡Padre nuestro! Nuestro Señor Jesucristo dice en el Evangelio ciento setenta veces: ¡Padre!

San Agustín: Dios me creó, luego soy de Dios, me creó todo, luego todo cuanto soy, de Dios soy. El dominio de Dios sobre nosotros es esencial, universal, supremo, absoluto, continuo, ineludible. Tengo que convencerme que soy de Dios, todo suyo y siempre suyo; puesto que de Él lo he recibido todo: mi cuerpo, mis sentidos, mi alma, mis facultades, mi tiempo, mis diversiones, hasta el último instante de mi vida terrena ¡Todo son dones de Dios!

¿Ha sido la voluntad de Dios la norma de mi conducta? O ha sido el capricho, mi soberbia o las pasiones desordenadas. ¿No hemos procedido una y mil veces como si fuéramos algo? ¿Cuántas veces en nuestra vida privada o pública hemos obrado con independencia de Dios? ¡Somos de Dios y debemos vivir para Dios!

Vivimos constantemente por la gracia de Dios; cada momento de nuestras vidas es una nueva creación. Somos suspiros del amor de Dios. Niños pequeños que sólo en el regazo de su Padre y de la Virgen María podemos vivir. Vivamos esta realidad celestial. Así nuestra vida será una ininterrumpida y dulcísima dependencia de Dios. ¡Solo Dios basta! Santa Teresa de Jesús ¡Solo Dios! San Rafael Masía

Tertuliano se preguntaba ¿Qué pensaba la Trinidad al trabajar el barro con que Cristo había de ser hombre? Su Santidad Benedicto XVI nos ha recordado que: Esa misma palabra que siempre ha estado con Dios, que es Dios mismo y por el cual todas las cosas fueron creadas (cf. Col. 1,16-17), se ha hecho hombre: el Dios eterno e infinito se sumergió en la finitud humana, en su criatura, para conducir al hombre y a la entera creación a Él. El Catecismo de la Iglesia Católica afirma: La primera creación encuentra su sentido y su cumbre en la nueva creación en Cristo, cuyo esplendor sobrepasa el de la primera (n. 349). Los Padres de la Iglesia han acercado Jesús a Adán, hasta llamarlo segundo Adán o el Adán definitivo, la imagen perfecta de Dios. Con la Encarnación del Hijo de Dios se da una nueva creación, que nos da la respuesta completa a la pregunta ¿Quién es el hombre?. Sólo en Jesús se revela plenamente el proyecto de Dios sobre el ser humano: Él es el hombre definitivo según Dios. El Concilio Vaticano II lo reitera firmemente: En realidad, el misterio del hombre solo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado… Cristo, el nuevo Adán, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación (Gaudium et spes, 22; Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 359). El Hijo de Dios… trabajó con manos de dios_padre_trinidadhombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado (Gaudium et Spes, 22)

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Meditaciones y Pláticas del P. José María Alba Cereceda, S.I.

Varios volumenes de apóx. 370 páginas. Precio volumen: 10 €. Pedidos: hnopablolibros@gmail.com

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“Espíritu Santo, infúndenos la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente”. Padre Santo Francisco.

"Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. (Salmo 127, 1)"

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"Id al mundo entro y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado" Marcos 16, 15-16.

"Es necesario que los católicos españoles sepáis recobrar el vigor pleno del espíritu, la valentía de una fe vivida, la lucidez evangélica iluminada por el amor profundo al hombre hermano." San Juan Pablo II.

"No seguirás en el mal a la mayoría." Éxodo 23, 2.

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