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alma, corazón, Dios, humildad, juicios de Dios, murmuraciones, pecados, sencillez, Verdad
Jesucristo.- 1. Hijo, anda delante de mí en verdad y búscame siempre con sencillez de corazón.
El que anda en mi presencia en verdad será defendido de los malos encuentros, y la Verdad lo librará de los engañadores y de las murmuraciones de los malvados.
Si la Verdad te librare, serás verdaderamente libre y no cuidarás de las vanas palabras de los hombres.
El Alma.- Verdad es, Señor. Como tú dices, así te suplico que lo hagas conmigo. Enséñame tu verdad, y ella me guarde y me conserve hasta alcanzar mi salvación.
Ella me libre de toda mala afición y amor desordenado, y andaré contigo en gran libertad de corazón.
Jesucristo.- 2. Yo te enseñaré -dice la Verdad- lo que es recto y agradable delante de mí. Piensa en tus pecados con gran descontento y tristeza, y nunca te juzgues ser algo por tus buenas obras.
En verdad eres pecador, sujeto y enredado en muchas pasiones.
De ti siempre vas a la nada; presto caes, presto eres vencido, presto te turbas y presto desfalleces.
Nada tienes de que puedas alabarte, pero mucho de que humillarte, porque eres más flaco de lo que puedes pensar.
3. Por eso no te parezca gran cosa alguna de cuantas haces.
Nada tengas por grande, nada por precioso y admirable; nada estimes por digno de reputación, nada por alto, nada por verdaderamente de alabar y codiciar, sino lo que es eterno.
Agrádete sobre todas las cosas la Verdad eterna y desagrádete siempre, sobre todo, tu grandísima vileza.
Nada temas, ni desprecies, ni huyas tanto como tus vicios y pecados, los cuales te deben desagradar más que todos los daños del mundo.
Algunos no andan sencillamente en mi presencia, sino que, guiados de cierta curiosidad y arrogancia, quieren saber mis secretos y entender las cosas altas de Dios, no cuidando de sí mismos ni de su salvación.
Estos muchas veces caen en grandes tentaciones y pecados, por su soberbia y curiosidad, porque yo les soy contrario.
4. Teme los juicios de Dios; espántate de la ira del Omnipotente, y no quieras escudriñar las obras del Altísimo, sino examina tus maldades, en cuántas cosas pecaste y cuántas buenas obras dejaste por negligencia.
Algunos tienen su devoción solamente en los libros; otros, en las imágenes, y otros, en señales y figuras exteriores.
Algunos me traen en la boca, pero pocos en el corazón.
Hay otros que, alumbrado el entendimiento y purificado el afecto, suspiran siempre por las cosas eternas; oyen con pena las terrenas y con dolor sirven a las necesidades de la naturaleza; y estos sienten lo que habla en ellos el Espíritu de la Verdad, porque les enseña a despreciar lo terreno y amar lo celestial, aborrecer el mundo y desear el cielo de día y de noche.

