En la historia de la humanidad, han aparecido varias religiones que se dicen de origen divino, pero no es posible que todas ellas, contradictorias entre sí, sean verdaderas porque hay un solo Dios; por tanto, sólo una religión puede ser verdadera.
El budismo y el hinduismo no pueden tener origen divino porque son politeístas y no reconocen al verdadero y único Dios. La religión islámica en monoteísta y adora al único Dios, misericordioso y todopoderoso, Creador del cielo y la tierra; sin embargo, no es de origen divino, ya que contiene dogmas falsos y principios contra la sana moral: el fatalismo, la guerra santa contra los infieles, la poligamia, el paraíso voluptuoso.
Solo la religión Judía y la Cristiana tienen origen divino, del único Dios verdadero. Pero el judaísmo no admite más que la revelación hecha por Dios a los Patriarcas, a Moisés y a los Profetas. No acepta el Nuevo Testamento, que es la culminación de la Revelación Divina.
Dios no sólo se reveló en los libros de la Sagrada Escritura. También la Segunda persona de la Santísima Trinidad, el Hijo, se hizo hombre en las purísimas entrañas de la Virgen María. La religión cristiana comienza con la promesa del futuro redentor y tiene tres etapas: la patriarcal, la mosaica y la cristiana verdadera, religión revelada por Dios a la humanidad.
Jesús, el Hijo de Dios, nació en Belén. Herodes intentó matarlo; no pudo. Fue el Sanedrín quien le sentenció a muerte. Pilato firmó esa sentencia deicida. Y Cristo fue crucificado en Jerusalén. Son datos históricos. Como históricas son su resurrección y las apariciones a sus discípulos durante cuarenta días.
La trascendente personalidad de Jesús, su vida admirable, su resurrección, su sublime doctrina, sus milagros; la pervivencia de la Iglesia fundada por Cristo, son garantías, razones para creer que la única verdadera religión revelada por Dios, es la religión cristiana.
Las personas que han llegado al uso de razón, tienen la obligación de indagar y reflexionar hasta encontrar la verdadera religión revelada por Dios. Está en juego la salvación o condenación eterna.
Pensar y actuar, oración y apostolado. La muerte está ahí, a dos pasos. Y Dios nos juzgará según nuestras obras. Uno de los más grandes matemáticos y científicos alemanes, Gauss, dijo: “Cuando suene nuestra última hora, será grande e inefable nuestro gozo al ver a quien en todo nuestro quehacer solo hemos podido vislumbrar”.