MariaReinadelaPazIldefonso Rodríguez Villar
Puntos breves de meditación
sobre la vida, virtudes y advocaciones litúrgica
de la Santísima Virgen María
26ª edición, Valladolid, 1965

Acabamos de recorrer los principales misterios y los más importantes pasos de la vida de la Santísima Virgen, y en todos ellos hemos visto las virtudes que en grado máximo Ella practicó, de suerte que con lo dicho, no sólo tenemos ya materia inagotable de meditación, sino ejemplar inexhausto de imitación con el que sabiéndolo copiar y aplicar a los casos prácticos de nuestra vida, habremos adquirido fácilmente las virtudes que más falta nos hacen.

Es decir, que a primera vista parece que está completamente de más, esta segunda parte dedicada a las virtudes de la Virgen María. Porque, ¿es posible separar las virtudes de la Virgen de su preciosa vida, o estudiar o meditar ésta prescindiendo de aquéllas?… Esta separación es un absurdo, y tratar de desarticular la vida de la Santísima Virgen y separarla de sus virtudes, sería lo mismo que pretender destrenzar la trama de un riquísimo tapiz, para examinar uno por uno sus hilos, lo que equivaldría a destrozarlo por completo.

No es éste, por consiguiente, el fin de esta segunda parte, sino únicamente el poner más de relieve y hacer destacar de un modo aún más claro y evidente sino toda, porque esto no es posible, al menos las virtudes más importantes y a la vez más necesarias para nosotros, de nuestra Madre querida.

Y como esto hay que hacerlo mirando una vez más a la vida santísima de la Virgen, no es extraño que muchos conceptos, muchas aplicaciones y consecuencias de las que en la primera parte se meditaron, vuelvan ahora a repetirse.

Pero esto, lejos de ser un inconveniente, es una gran ventaja; pues si corno ya se ha dicho, la repetición y la insistencia es uno de los ejercicios más fructuosos de la oración mental, mucho más lo será cuando la materia de que se trate sea tan dulce y tan hermosa y a la vez tan inagotable como la presente, de suerte, que aunque bajo diversos aspectos la consideremos y repitamos, nunca debe llegar a cansarnos y muchísimo menos a parecernos inútil y sin provecho.

Tanto más, cuanto que si amamos de veras a nuestra Santísima Madre, hemos de gozarnos en repetir, una y mil veces, lo que contribuya a más y mejor conocerla y estimarla, así como a publicar y a alabar su hermosura y grandeza, como la madre cariñosa no se cansa de repetir a su querido hijo, y aún con las mismas palabras, siempre las mismas ternezas. Y es que, como hace mucho tiempo dijo hermosamente el gran orador Lacordaüe: «el amor no tiene más que una palabra, que diciciéndola siempre, no la repite nunca».