Que Dios castiga, lo dice Él mismo. Pero, a veces, lo que creemos castigos de Dios, son bendiciones de nuestro Padre del cielo.
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Es alarmante ver que hay personas incapacitadas para comprender la realidad. Viven en un mundo mágico.
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Jesús dice a quien quiera seguirle que «se niegue a sí mismo». Practicar las virtudes. Imitar a Cristo. Ir contracorriente.
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Dice mi vecino que no sabe de ningún animal que rece. Y añade, socarronamente: no seamos animales. Recemos. Hablemos con Dios.
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Dejémonos de sentimentalismos. La democracia cristiana introdujo en Italia las leyes del divorcio y del aborto.
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¿Encuentros entre culturas, diálogos interreligiosos?… Convertir infieles y descafeinados para que se salven eternamente.
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Cuando el Vaticano II habla de la autonomía de las cosas creadas no dice nada de la secularización. El Concilio habla de la sacralización del mundo.
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Los «sabios» de este mundo, dicen y escriben maravillas del «siglo de las luces». La única luz que ilumina al mundo es Cristo.
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El racionalismo ha encadenado la razón. El voluntarismo ha corrompido la voluntad. Solo la verdad nos hace libres: Cristo.
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“Nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti» (San Agustín). Un hombre que no busca la verdad está despersonalizado.
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El cardenal Merry del Val solía decir: «La virtud siempre va contracorriente». Lo importante es practicar las virtudes.
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Es absurdo pensar que la vida es el camino hacia la muerte. A la vida temporal sigue la vida eterna: Eternamente feliz en el cielo o eternamente desgraciado en el infierno.
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¿Izquierdas y derechas? Seguimos trasnochados. La verdad es la realidad de las cosas. La mentira es la propaganda partidista.
