Padre Manuel Martínez Cano, mCR
Hace más de cuarenta años varios peregrinos fuimos andando desde Valencia de Alcántara a Fátima. Hablamos con el hermano de Jacinta y Francisco. Le preguntamos si vio el milagro del sol del 13 de octubre de 1917. No lo vio, se quedó en casa un poco temeroso. Fue en la sexta y última aparición. Lo contemplaron de cincuenta a setenta mil personas. Y lo vieron hasta cuarenta quilómetros de distancia.
La Virgen dijo a Lucía: «Quiero decirte que hagan aquí una capilla en mi honor y mi honra, que soy la Señora del Rosario, que continúen rezando el rosario todos los días (…) Es preciso que los pecadores se enmienden, que pidan perdón de sus pecados. No ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido».
En la primera aparición del 13 de mayo de 1917, la Virgen preguntó a los niños: «¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que Él quisiera mandaros, en acto de reparación por los pecados con que es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores? «¡Sí, queremos!
La Virgen le dijo: «Tendréis, pues, que sufrir mucho, pero la gracia de Dios os confortará». Y sufrieron mucho. Jacinta y Francisco serán canonizados el 13 de mayo de 2017.
En la segunda aparición del 13 de junio de 1917 la Virgen le dijo a Lucía que pronto se iba a llevar al cielo a Jacinta y Francisco: «Pero tú te quedarás acá algún tiempo más. Jesús quiere servirse de ti para hacerme conocer llamar. Él quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. A quien la abrace, prometo la salvación; estas almas serán predilectas de Dios como flores colocadas por Mí en su trono».
La tercera aparición del 13 de julio de 1917, es la aparición de la visión del infierno. Lucía gritó: «¡Ay, Nuestra Señora!». La Virgen les dijo a los niños: «Visteis el infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón (…) Si hicieran lo que voy a decir, se salvarán muchas almas y tendrán paz (…) Vendré a pedir la consagración de Rusia al Inmaculado Corazón y la comunión reparadora de los primeros sábados».
En la cuarta aparición del 15 de agosto de 1917 la Virgen dijo: «Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, pues van muchas almas al infierno por no haber quien se sacrifique y pida por ellas». En la tercera aparición la Virgen había dicho: «Cuando recéis el Rosario, decid después de cada misterio: «¡Oh, Jesús mío, perdónanos nuestros pecados, libradnos del fuego del infierno, llevad al cielo todas las armas, principalmente las más necesitadas!».
En la quinta aparición del 13 de septiembre de 1917, la Virgen dijo: «Continúen rezando Rosario a Nuestra Señora del Rosario todos los días, para obtener el fin de la guerra. En octubre, vendrá también nuestro Señor y Nuestra Señora del Carmen y San José con el Niño Jesús, para bendecir el mundo. Dios está contento con vuestros sacrificios, pero no quiere que durmáis con la cuerda, llevadla sólo durante el día». La sexta y última aparición fue tal y como la Virgen dijo.
En el secreto de la aparición de julio, Nuestra Señora había dicho: «Vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora de los primeros sábados».
El 10 de diciembre de 1925, la Santísima Virgen, teniendo a su lado el niño Jesús sobre una nube luminosa, se apareció la Hermana Lucía en su celda del convento de Doroteas de Pontevedra. Poniéndole una de las manos al hombro demostró un Corazón rodeado de espinas, que tenía en la otra mano. El Niño Jesús, señalándolo, exhortó a la vidente «a tener pena de aquel Corazón continuamente torturado por las humanas ingratitudes, sin haber quien lo desagravie con actos de reparación».
La Santísima Virgen añadió: «Mira, hija mía, mi Corazón cercado de las espinas que los hombres ingratos en todo momento clavan en él con blasfemias e ingratitudes. Tú al menos, procura consolarme, y di de mi parte a todos aquellos que en el primer sábado de cinco meses consecutivos se confesaren y recibieren la Sagrada Comunión, rezaren un rosario y me hagan quince minutos de compañía meditando los misterios del rosario con el fin de desagraviarme, que Yo prometo asistirlos en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación de sus almas».
En la tercera aparición la Virgen de Fátima dijo: «¡Al fin, Mi Inmaculado Corazón triunfará!»