Papa Francisco
Cada vez que participamos en la Santa Misa, el amor de Cristo crucificado y resucitado se comunica a nosotros como alimento y bebida, para que podamos seguirle en el camino de cada día, en el servicio concreto de los hermanos. Que la Santa Virgen María, que ha seguido a Jesús hasta el Calvario, nos acompañe a nosotros también y nos ayude a no tener miedo de la cruz, pero con Jesús crucificado, no una cruz sin Jesús: la cruz con Jesús, que es la cruz de sufrir por amor de Dios y de los hermanos, porque este sufrimiento, por la gracia de Cristo, es fecundo de resurrección.
Cardenal Müller Sigue leyendo
*Hay prudencias imprudentes. Hay que dar la cara por Cristo; dar gloria a Dios Padre: “En esto será glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto» (Jn 15, 8).