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Santo Patrono Protector de «Contracorriente»

17 lunes Jun 2013

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san jose

Contracorriente ha elegido como patrono protector a San José, padre adoptivo de Nuestro Señor Jesucristo y esposo de la Virgen María. Esta semana iniciamos la publicación de una breve «Vida de José«, del Doctor en Sagrada Escritura, Benjamín Martín Sánchez.

 

PRESENTACIÓN

 

Queridos lectores:

Con este pequeño libro, cuyas ideas van fundamentadas en la Biblia y en la Tradición, me he propuesto hacer un breve resumen de lo más esencial de la Vida de San José, el esposo virginal de la Virgen María y padre también virginal de Jesucristo, para ponerla al alcance de todos y asi contribuir a dar a conocer lo mejor posible su gran figura.

A San José se le ha llamado «el Santo del silencio» porque en los Evangelios no vemos consignada palabra alguna salida de sus labios, y porque en ellos aparecen muy pocos datos referentes a su vida; mas aunque estos sean escasos, como iremos viendo, nos revelan la grandeza de su personalidad.

Las breves frases «varón justo», «esposo de María» y «padre de Jesús», ensalzan ya de tal manera a San José que lo colocan sobre todos los santos.

San Francisco de Sales exclamó un día: «¡Oh qué santo tan grande es San José! Le fue dado poseer a Jesús y a María. Con estos dos tesoros pudo inspirar envidia a los mismos ángeles y desafiar el cielo por tener a su disposición la mayor riqueza de la gloria».

«Siendo inferior a María todo lo que no es Dios, y superior sólo Dios, lo es también a José en razón de estado; por lo cual no hay santo que a José pueda ser superior» (Hernando de Santiago).

San José fue un santo excepcional al que llamaremos padre y virgen, o sea, padre virginal de Jesús y custodio de la virginidad de María.

Mi deseo, como ya he dicho, es dar a conocer lo más posible a San José y fomentar su devoción, y lograr de esta manera que todos le tengan como protector especial.

Benjamín Martín Sánchez

Zamora, 1 de octubre de 1986

Introducción a la Meditación de las tres Potencias sobre los Tres Pecados

17 miércoles Abr 2013

Posted by manuelmartinezcano in Uncategorized

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La primera meditación de la primera semana de los Ejercicios Espirituales es la A-Mayor-Gloria-de-Dios-una-de-_54278646725_53389389549_600_396aplicación de la memoria, entendimiento y voluntad al pecado de los ángeles, de Adán y Eva al pecado particular. Contiene en sí, después de una oración preparatoria y dos preámbulos, tres puntos principales y un coloquio.

El pecado es la rebelión de la criatura contra su creador; la negación del dominio absoluto del Creador sobre la criatura, la desviación completa del camino del Cielo, el abuso irracional de las criaturas que Dios me ha dado para que me ayuden a salvarme. El pecado es la negación práctica del Principio y Fundamento.

La actividad del ejercitante en estas meditaciones sobre el pecado, que propone San Ignacio, ha de ir dirigida a conocer profundamente la malicia del pecado y el envilecimiento y vileza del pecador, conocida en lo más profundo del corazón.

Si el principio de todo pecado está en la soberbia (Ecles. 1015) es justo que el principio del perdón y la reparación del pecado sea la humillación. Si el ejercitante no llega a avergonzarse y confundirse, por los pecados cometidos, no está capacitado para adquirir el dolor de corazón necesario que le haga cambiar de rumbo en su vida hacia la perfección cristiana. Mil veces morir antes que pecar.

Si he merecido el infierno por mis pecados, jamás me pondré en ocasión de pecado. Si, por una gracia especial, no he cometido un pecado mortal en mi vida: “es mayor merced dar Dios la inocencia, no dejando caer en pecado, que al caído darle perdón. La Virgen Santísima ponía a cuenta de deuda propia y agradecía a Dios, como si los hubiera cometido y fuera perdonada, todos los pecados que pudiera haber cometido y que otros hacían” (San Juan de Ávila).

San Ignacio empieza todas sus meditaciones con la oración preparatoria, que es siempre la misma:”Pedir gracia, a Dios nuestro Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de Su Divina Majestad”. Para que todo mi querer, aspiraciones, intenciones y determinaciones; acciones, ocupaciones exteriores, sea todo ordenado a la mayor gloria de Dios.

El primer preámbulo es composición viendo lugares. Aquí es de notar, que en la contemplación o meditación visible, así como contemplar a Cristo nuestro Señor, el cual es visible, la composición será ver con la vista de la imaginación el lugar corpóreo, donde se halla la cosa que quiero contemplar. Digo el lugar corpóreo, así como un templo o monte, donde se halla Jesucristo o Nuestra Señora, según lo que quiero contemplar. Aquí será ver con la vista imaginativa y considerar mi alma que está encarcelada en este cuerpo corruptible en este valle, como desterrado entre brutos animales. Digo todo el compuesto de alma y cuerpo.

El segundo preámbulo es pedir a Dios nuestro Señor lo que quiero y deseo. Aquí será pedir vergüenza y confusión de mi mismo, viendo cuantos han sido condenados por un solo pecado mortal y cuantas veces yo merecía ser condenado para siempre por tantos pecados míos.

Los tres puntos del pecado de los ángeles, de Adán y Eva y el pecado particular los veremos las próximas semanas, Dios mediante.

San Ignacio termina siempre sus meditaciones con un coloquio entre el alma y su Creador, Jesucristo, el Espíritu Santo, la Virgen María, los santos. El coloquio es una conversación entre amigos, entre el hijo y el padre, entre un siervo y su señor, pidiendo alguna gracia, arrepintiéndose de sus pecados, pidiendo consejo sobre las cosas de su alma, etc.

El coloquio que propone san Ignacio en esta meditación, se hace: “imaginando a Cristo nuestro Señor delante y puesto en cruz, hacer un coloquio, cómo de Criador ha venido a hacerse hombre, y de vida eterna a muerte temporal, y  ha venido a morir por mis pecados. Hacer otro tanto, considerando lo que he hecho por Cristo, lo que hago por Cristo, lo que debo hacer por Cristo y por fin viéndole tal y colgado así en la cruz, ir expresando lo que espontáneamente se ofreciere”. Terminar con un Padrenuestro.

Sólo ante Cristo crucificado por nuestro amor puede entenderse la malicia del pecado: “Cada pecado renueva en cierto modo la pasión de Nuestro Señor, puesto que crucifican de nuevo en sí mismo al Hijo de Dios”(Pío XII).

Mercedes, Alma Angelical

10 miércoles Abr 2013

Posted by manuelmartinezcano in P. Manuel Martínez Cano, Padre Alba, Uncategorized

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En primera hora del jueves santo, Mercedes voló al Cielo, con la mano fuertemente entrelazada de su marido, Pablo. Mercedes pasó por este mundo incontaminada, limpia, pura. Era un alma elegida por Dios para reparar los pecados de la humanidad y consolar al Sagrado Corazón de Jesús nuestro Rey y Señor.

Su máxima espiritual, su ideal permanente era: “Lo importante es salvar almas y consolar a Jesús, nuestro Señor”. Se lo oí decir infinidad de veces.

Conocí a Mercedes cuando tenía 12 años, niña piadosa, sencilla, alegre. Adolescente católica, cooperaba en las actividades parroquiales. Joven militante de la Unión Seglar de San Antonio María Claret; fidelísima a la enseñanza del P. José María Alba Cereceda, S.J. Santa Misa, oración y rosario diarios; reunión de revisión de vida semanal; retiro y Cenáculo mensual; Ejercicios Espirituales ignacianos, cada año. Contrajo matrimonio con Pablo y siempre se les vio muy unidos durante 32 años. Delegados de la buena prensa, plantaban sus mesas con libros, rosarios, estampas, calendarios, casetes, Ave María en las parroquias y en las actividades de la Unión Seglar.

El cáncer entró en su vida hace dos años y dos meses, una operación, sesiones de quimioterapia, continuos ingresos en el hospital. Pablo decidió dejar el trabajo para cuidar a Mercedes. Se ofrecieron como sacristanes al Mossén de la parroquia y también vendían libros, rosarios, estampas a la entrada de la Iglesia.

Su último ingreso en el hospital fue hace un mes y medio. Los médicos decían que le quedaban pocos días de vida, que se prolongaron más de lo previsto. Tanto médicos como enfermeras, estaban admirados de la serenidad y paz de Mercedes. Siempre que le preguntaban contestaba lo mismo: estoy bien. «Nunca hemos visto un caso igual», decían médicos y enfermeras. Y es que Mercedes había aprendido muy bien en los Ejercicios Espirituales que todo viene de Dios: “salud o enfermedad, riqueza o pobreza, vida larga o corta”: Murió a los 53 años.

Pablo no dejó sola a Mercedes ni de noche ni de día. Varias veces me dijo: “nunca he sentido tanta paz, gozo y alegría acompañando a mi esposa, Mercedes es un regalo divino”. El rostro deformado por la enfermedad, transmitía su intensa vida sobrenatural a raudales, anticipo de la eterna felicidad del Cielo, de la que creemos ya participa. Dios, Padre Todopoderoso y misericordioso, no le ahorró dolores físicos y sufrimientos espirituales para llevársela consigo a su Reino eterno.

 

P. Manuel Martínez Cano mCR

Salvar el Alma

13 miércoles Mar 2013

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San Ignacio de Loyola dice que el alma se salva mediante la alabanza, reverencia y servicio de Dios. passionhomeSalvar el alma es terminar esta vida terrena en gracia de Dios para empezar a gozar eternamente de la gloria y felicidad del Cielo. Dios quiere que todas las almas se salven. Su misericordia infinita está al alcance de todos los hombres y mujeres: “Hijitos míos, os escribo esto para que no pequéis. Si alguno peca, abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo, justo. El es la propiciación por nuestros pecados. Y no sólo por los nuestros, sino por los de todo el mundo” (1 Jn. 2,2).

Si Dios quiere que todos los hombres se salven, a todos le ofrece la gracia necesaria para salvarse. El medio ordinario del que Dios se vale para llamar a la salvación a todos los hombres es la Iglesia Católica, fundada por Nuestro Señor Jesucristo y vivificada por el Espíritu Santo. La Iglesia nos transmite la gracia divina por medio de los sacramentos.

Salvar el alma, se dice pronto, pero se entiende con dificultad y a medias. Para entenderlo bien, sería preciso llegar a conocer internamente lo que es poseer a Dios en una felicidad eterna y lo que es el alma ¿Qué vale el alma?: La sangre de Dios hecho hombre derramada, gota a gota, en la Pasión para la salvación de todas las almas. El alma tiene un valor divino. San Ignacio estaba dispuesto a poner en peligro su vida por la salvación de las almas; y Santa Catalina de Siena besaba las huellas de los que trabajaban por la salvación de las almas.

El alma y Dios. ¿Cómo es Dios?, preguntaba el niño  Tomás de Aquino a los ancianos. Sabemos muy poco de cómo es Dios. Sabemos, estamos seguros, que Dios es la suma perfección, la suma bondad que saciará todos nuestros deseos de felicidad en el cielo. Dios es infinito en Sus perfecciones, nosotros imperfectos y miserables. Nuestro único afán: ¡Salvar el alma!.

La hermana de Santo Tomás de Aquino, le escribió pidiéndole que debería hacer para ser santa. El doctor angélico, le contestó: “Hermana mía, para ser santa te basta y es necesario por tu parte una cosa: ‘querer’; Dios no te negará su gracia”. Nos salvaremos eternamente si queremos salvarnos, pero queriendo de verdad; que ese querer se convierta en obras concretas”. Se nos brinda la gracia, a nadie falta:  “el hombre es quien falta a la gracia” (San Buenaventura). Nuestra santa Madre Iglesia pone a nuestra disposición todos los medios que necesitamos para salvarnos. Estamos en buenas manos. San Agustín: “¿Por qué no he de poder lo que otros han logrado?”

“ Se le acercó uno y le preguntó: Maestro ¿Qué obra buena he de realizar para alcanzar la vida eterna?”. Él le dijo: si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mt. 19,17). Una vez más: si quieres te salvarás. Hay que querer de veras, nada de veleidades: “quiere y no quiere a un tiempo el perezoso.” (Pro. 13,4) Querer de verdad es poner nuestra voluntad en sintonía con la voluntad de Dios. Hacer siempre y en todo la voluntad de Dios. No retroceder ante ningún sacrificio, no detenernos ante ninguna dificultad.

Es nuestro peregrinar hacia la vida eterna, debemos confiar siempre en la infinita misericordia de nuestro Dios. Es verdad que somos débiles y miserables, pero con San Pablo podemos decir: “todo lo puedo en aquel que me conforta” (Fil. 4,13). Porque, aunque no podamos salvarnos con nuestras débiles fuerzas, estamos seguros que no nos faltará la gracia que San Pablo alcanzó de Cristo: “te basta mi gracia” (2Cor. 12,9). Seamos muy generosos en nuestra colaboración con la gracia de Dios.

Un día y otro, siempre fieles a las gracias actuales, perseverantes hasta la muerte: “Seréis aborrecidos de todos por mi nombre, el que persevere hasta el fin, se salvara” (Mt. 10,22). Ante lasfotograma_pasion tentaciones, tribulaciones y sacrificios que aparezcan en vuestras vidas, ensancha el alma la consideración de la felicidad eterna que el Señor nos tiene preparada: “Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha preparado para los que le aman” (1Cor. 2,9). “Dios espera ardientemente que se llene su casa. Es padre y le gusta vivir con todos sus hijos alrededor” (San Agustín).

San Juan Crisóstomo: “Si descuidamos el alma no podremos salvar ni el cuerpo: porque no ha sido hecha el alma para el cuerpo, si no el cuerpo para el alma” San Ignacio le decía al joven Javier en la Universidad  de Paris: “¿qué aprovecha al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?” (Mt. 16,26). ¿Quiero salvarme? Me salvaré. Para salvarme han de cooperar mi voluntad y la de Dios; y dios quiere salvarnos: “Dios quiere que todos los hombres se salven” (Tim. 2,3-4) Repetimos con San Agustín: “Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”

 

¿Yo para qué nací? Para salvarme.
Que tengo que morir es infalible;
Dejar de ver a Dios y condenarme
Triste cosa será, pero posible.
¡Posible…! ¿y río y duermo
y quiero holgarme?
¡Posible…! ¿y tengo amor a lo visible?
¿Qué hago? ¿En qué me ocupo?
¿En qué me encanto?
¡Loco debo yo ser, pues no soy santo!

           

Pío XII: «Misterio verdaderamente tremendo, y que jamás se meditará bastante, el que la salvación de muchos dependa de las oraciones y voluntarias mortificaciones de los miembros del Cuerpo místico de Jesucristo, dirigidas a este objeto, y de la cooperación que Pastores y fieles  han de ofrecer a nuestro divino Salvador» (Mystici Corporis 1943,19).

 

P. Manuel Martínez Cano mCR

El Hombre Ha Sido Creado para Servir a Dios

05 martes Mar 2013

Posted by manuelmartinezcano in P. Manuel Martínez Cano, Uncategorized

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1, 1 Co 31, 1 Jn 2.3-6, 10 de Agosto de 1253, 17, 39, abolir, acción de gracias, único Dios, cielo, colosenses, concilio vaticano II, Cristo Señor, cumplir sus deseos, dadme un religioso fiel cumplidor de la Regla y sin más lo canonizo, desasosiego, descontento, Deuteronomio, Dios Padre, discípulo predilecto, doctor de la iglesia, Dt 4, ejércitos, enseña, imperio, leyes, Lumen Gentium 44, mala conciencia, mandamientos de la Iglesia, mandamientos de la ley de Dios, misericordia, Mt.5, obligación del cristiano, Papa, plenitud, salmo 102, salmo 118, San Francisco de Asís, san Juan, san juan de ávila, san pablo, san Pío V, Santa clara, Santa Madre Iglesia, santa teresa de jesús, santo de la alegría, sálvame, Señor, servid, servir a Dios, servir a Dios es hacer lo que Dios manda, servir a Dios es reinar, sujetar nuestra voluntad, ternura, versículo 17, vivir eternamente, voluntad de Dios, ya comáis ya bebáis hacedlo todo para Gloria de Dios

Dios todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, nos ha creado para servirle en esta vida y vivir servir a Dioseternamente con Él en el Cielo. En el salmo 102, Dios nos dice: “Bendecid al Señor, ejércitos suyos, servidores que cumplís sus deseos. Bendecid al Señor, todas sus obras, en todo lugar de Su imperio”. Y en el Deuteronomio nos exige: “Reconoce hoy y medita en tu corazón que el Señor es el único Dios, allí arriba, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo”(Dt 4,39-40). El salmo 118 nos recuerda: “Te invoco de todo corazón: respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes; a ti grito: sálvame. Y cumpliré tus decretos” (145-152). Servir a Dios es cumplir sus deseos, guardar sus preceptos y mandamientos, guardar sus leyes y cumplir Sus decretos. Nuestra Santa Madre Iglesia nos enseña que debemos servir a Dios cumpliendo los diez mandamientos de la ley de Dios y los cinco de la Iglesia.

Los mandamientos de la ley de Dios son:

1. Amarás a Dios sobre todas las cosas

2. No pronunciarás el nombre de Dios en vano.

3. Santificarás las fiestas.

4. Honrarás a tu padre y a tu madre.

5. No matarás

6. No cometerás actos impuros.

7. No robarás.

8. No dirás falsos testimonios ni mentirás.

9. No consentirás pensamientos o deseos impuros.

10. No codiciarás los bienes ajenos.

Estos Diez Mandamientos se encierran en dos; amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.

Los mandamientos de la Santa Madre Iglesia son:

1. Oír misa entera todos los domingos y fiestas de guardar.

2. Confesar los pecados mortales al menos una vez al año, en peligro de muerte, y si se ha de comulgar.

3.  Comulgar por Pascua de Resurrección.

4. Ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa Madre Iglesia.

5. Ayudar a la Iglesia en sus necesidades.

“Si me amáis, guardaréis mis mandamientos”, dice el Señor. “No he venido a abolir la ley, sino a darle plenitud”(Mt 5,17). Y el discípulo predilecto del Señor, san Juan, dice: “En esto sabemos que  conocemos a Cristo: en que guardamos sus mandamientos. Quién dice: “Yo le conozco”, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quién guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. Quién dice que permanece en él debe vivir como vivió él” (1 Jn 2, 3-6).

San Pablo enseña a los colosenses: “Lo que hacéis, hacedlo con toda el alma, como para servir al Señor y no a los hombres: sabiendo que recibiréis del Señor en recompensa la herencia. Servid a Cristo Señor”. En el versículo 17, les había recordado: “Todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús, ofreciendo la Acción de Gracias a Dios Padre por medio de Él”. ¡Nosotros también!¡Sirvamos al Señor!

A uno que le puso su dificultad de cómo servir a Dios, san Juan de Ávila le dio la solución. Pregunta el fiel cristiano: “Padre, es grande el trabajo de servir a Dios ¿Cómo tengo que rezar, ayunar, dar limosnas y hacer obras buenas? No puedo, no me atrevo a ponerme en estos trabajos ni saldré con ellos”. Respuesta de nuestro doctor de la Iglesia: “Te engañas, porque son mayores los trabajos que pasa uno que no sirve a Dios, porque es tan grande el tormento de la mala conciencia, aquel continuo desasosiego y descontento, que dentro de sí tienen los que no sirven a Dios, que no tienen los trabajos que hay en su servicio. ¿Quién podrá decir las continuas voces que allá dentro les andan dando?: “Mal haces esto, mejor fuera así, mira que pierdes a Dios, mira que le ofendes, le has ofendido, ¿qué será de ti, dónde irás?

Es, sin duda, mucho más pesado este continuo martirio y desasosiego”.

Servir a Dios es hacer lo que Dios manda. Sujetar nuestra voluntad a la voluntad de Dios. Debemos hacer siempre lo que Dios quiere y porque Dios lo quiere. Esta obligación del cristiano, brota del dominio del Creador sobre la criatura. El apóstol san Pablo nos dice: “Ya comáis, ya bebáis, hacedlo todo para gloria de Dios” (1 Cor 31). Servimos a Dios orando, trabajando, comiendo, descansando divirtiéndonos honestamente… El secreto está en que no hagamos nunca nuestra voluntad sino la voluntad de Dios. Servir a Dios es reinar. Dios no pide nada imposible y cuando exige algo difícil, nos lo facilita con sus gracias actuales.

El Concilio Vaticano II enseña: “Por los votos, o por otros sagrados vínculos análogos a ellos por su propia naturaleza, por los que se obliga el fiel cristiano a la práctica de los tres consejos evangélicos antes citados, se entrega totalmente al servicio de Dios sumamente amado, en una entrega que crea en él una especial relación con el servicio y la gloria de Dios” (Lumen Gentium, 44, 1).

El Papa san Pio V, afirmaba: “Dadme un religioso fiel cumplidor de la Regla y sin más lo canonizo”.

San Francisco de Asís: “Encarecidamente pido, como puedo, al hermano, mi señor ministro general que haga que la Regla sea inviolablemente guardada por todos… a los hermanos que no quieran guardar estas cosas, no los tengo por católicos ni por hermanos míos; tampoco quiero verlos ni hablarles hasta que se arrepientan”.

Santa Clara: El 10 de agosto del año 1253 a los 60 años de edad y 41 años de ser monja, y dos días después de que su regla fue aprobada por el Papa, santa Clara se fue al Cielo. En sus manos tenía la Regla bendita por la que ella entregó su vida.

Santa Teresa de Jesús: “Hijas mías y señoras mías, por amor de Dios las pido tengan gran cuenta de la guarda de la Regla y Constituciones, que si la guardan con la puntualidad que deben, no es menester otro milagro para canonizarlas”.

Volvamos al santo de la alegría, la ternura y la misericordia, san Francisco de Asís: “Y a todos mis hermanos, clérigos y laicos mando firmemente, por obediencia, que no introduzcan glosas en la Regla ni en estas palabras, diciendo: Esto quieren dar a entender; sino que así me dio el Señor decir y escribir sencilla y puramente la Regla y estas palabras, del mismo modo las entendáis sencillamente y sin glosa y las guardéis con obras santas hasta el fin. En todos los capítulos que celebran, cuando leen la Regla, lean también estas palabras”.

El Concilio Vaticano II ha dicho que los religiosos han de volver a las fuentes de su espiritualidad: A las Reglas y Constituciones de sus fundadores. No se trata de que los religiosos se adapten al mundo si no que vivan sencilla y humildemente en el mundo tal y como vivieron sus santos padres fundadores.

Los padres de la Compañía de Jesús, decían que si se hubiese perdido la Regla escrita por san Ignacio de Loyola, se podía rehacer, viendo cómo vivía san Juan Berchmans. De esto se trata, de vivir santamente, no mundana y frívolamente.

P.Manuel Martínez Cano, mCR

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Ejercicios Espirituales predicados por el P. Cano

Meditaciones y Pláticas del P. José María Alba Cereceda, S.I.

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“Espíritu Santo, infúndenos la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente”. Padre Santo Francisco.

"Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. (Salmo 127, 1)"

Nuestro ideal: Salvar almas

Van al Cielo los que mueren en gracia de Dios; van al infierno los que mueren en pecado mortal

"Id al mundo entro y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado" Marcos 16, 15-16.

"Es necesario que los católicos españoles sepáis recobrar el vigor pleno del espíritu, la valentía de una fe vivida, la lucidez evangélica iluminada por el amor profundo al hombre hermano." San Juan Pablo II.

"No seguirás en el mal a la mayoría." Éxodo 23, 2.

"Odiad el mal los que amáis al Señor." Salmo 97, 10.

"Jamás cerraré mi boca ante una sociedad que rechaza el terrorismo y reclama el derecho de matar niños." Monseñor José Guerra Campos.

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