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Entiendo que sólo el hecho de haber acaudillado la Cruzada española de 1936 a 1939, explica que Pío XII, el 21 de diciembre de 1953,
concediera al general Francisco Franco Bahamonde, Jefe del Estado español, el Gran Collar de la Suprema Orden Ecuestre de la Milicia de Nuestro Señor Jesucristo. El texto del Breve Pontificio es como sigue:
«A nuestro amado hijo Francisco Franco Bahamonde, Jefe del Estado español. Salud y Bendición apostólica. Recordamos que con mucha solemnidad y concurrencia de fieles celebrábase el año pasado en Barcelona el Congreso Eucarístico Internacional, al que nos consta que las autoridades civiles prestaron entusiasmo y colaboración. Además, con motivo del reciente Concordato entre esta Sede apostólica y la nación española, nos hemos congratulado por la feliz terminación del mismo y por vuestra adhesión a la Cátedra de Pedro, puesta muy de manifiesto en la colaboración de tan importante acuerdo. De este modo las necesarias relaciones que siempre existieron entre los Romanos Pontífices y la nación española han sido confirmadas para fruto y utilidad comunes. Sabemos que éste es también vuestro sentir y el del católico pueblo español, a través de las cartas oficiosas que nos habéis remitido, y por las cuales os damos las más expresivas gracias. Por estas y otras razones, queriendo daros una muestra de nuestra benevolencia, por estas nuestras letras os elegimos, constituimos y nombramos caballero de la Milicia de Jesucristo y lo admitimos en esta nuestra Suprema Orden de los citados caballeros».
La imposición del Collar se hizo en la capilla del Palacio de Oriente, el 25 de febrero de 1954. El Caudillo, ante el altar, y de rodillas, pronunció las siguientes palabras:
«Prometo, juro y quiero mantener este juramento hasta el último aliento de mi vida, que, con la ayuda de Dios, constantemente retendré y profesaré íntegra e inviolada esta fe católica, en la misma forma que ahora espontáneamente la profeso y declaro. Y que por lo que a mí personalmente y por razón del gobierno se refiere, procuraré que sea profesada, enseñada y practicada por mis súbditos y por aquellos cuyo cuidado tenga hoy o pueda tener más tarde a mi cargo. Yo mismo, Francisco Franco Bahamonde, por último, prometo y juro a Dios omnipotente, a la Virgen Inmaculada María Santísima y a todos los santos, que, ayudado por la gracia de Dios, llevaré siempre vida ejemplar, con las virtudes que convienen a un buen soldado de Jesucristo».
El cardenal Pla y Deniel colocó al Jefe del Estado el Gran Collar de Oro de la Cruz y dijo:
«Acepte Su Excelencia el yugo del Señor, que es suave y ligero. Y lleve, de aquí en adelante, cada día con mayor honor y dignidad, esta
insignia de Nuestra Redención que Nos hoy le imponemos, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo».
La Orden Suprema de Nuestro Señor, por cierto, es la superior en dignidad, y como puede leerse en el diario ABC, del 26 de febrero de 1954: «Rebasa el significado exclusivamente protocolario para situarse en el plano más elevado de una especial demostración de afecto del Pontífice, gloriosamente reinante, hacia el Caudillo y a la nación española».
“De la Iglesia y la guerra de España” Blas Piñar
Contracorriente
