Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

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Imitación de Cristo XVII

24 miércoles Abr 2013

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Capítulo 23

De la meditación de la muerte

 1. Muy presto será contigo este negocio; mira cómo te has de componer.
Hoy es el hombre y mañana no parece.
En quitándolo de la vista, presto se va también de la memoria.
¡Oh torpeza y dureza del corazón humano, que solamente piensa en lo presente y no se cuida de lo porvenir!
Así habías de conducirte en toda obra y pensamiento, como si hoy hubieses de morir.
Si tuvieses buena conciencia, no temerías mucho la muerte.
Mejor fuera evitar los pecados que huir de la muerte.
Si no estás dispuesto hoy, ¿cómo lo estarás mañana?
Mañana es día incierto, ¿y qué sabes si amanecerás mañana?

2. ¿Qué aprovecha vivir mucho, cuando tan poco nos enmendamos?
¡Ah! La larga vida no siempre nos enmienda; antes muchas veces añade pecados.
¡Ojalá hubiéramos vivido siquiera un día bien en este mundo!
Muchos cuentan los años de su conversión; pero muchas veces es poco el fruto de la enmienda.
Si es temeroso el morir, puede ser que sea más peligroso el vivir mucho.
Bienaventurado el que tiene siempre la hora de la muerte delante de sus ojos y se dispone cada día a morir.
Si has visto alguna vez morir un hombre, piensa que por aquella carrera has de pasar.

3. Cuando fuere de mañana, piensa que no llegarás a la noche; y cuando fuere de noche, no te atrevas a prometerte la mañana.
Por eso está siempre prevenido y vive de tal manera que nunca te halle la muerte inadvertido.
Muchos mueren de repente, porque «en la hora que no se piensa vendrá el Hijo del Hombre» (Lc 12,40).
Cuando viniere aquella hora postrera, de otra suerte comenzarás a sentir de toda tu vida pasada y te dolerás mucho de haber sido tan negligente y perezoso.

4. ¡Qué bienaventurado y prudente es el que vive de tal modo cual desea lo halle Dios en la muerte!
Porque el perfecto desprecio del mundo, el ardiente deseo de aprovechar en las virtudes, el amor de la observancia, el trabajo de la penitencia, la prontitud de la obediencia, la abnegación de sí mismo, la paciencia en toda adversidad por amor de Cristo, gran confianza te darán de morir felizmente.
Muchas cosas buenas puedes hacer cuando estás sano; pero cuando enfermo, no sé qué podrás. Pocos se enmiendan en la enfermedad; y los que andan en muchas romerías, tarde se santifican.

5. No confíes en amigos ni en vecinos, ni dilates para después tu salvación, porque más presto de lo que piensas estarás olvidado de los hombres.
Mejor es ahora, con tiempo, prevenir algunas buenas obras que envíes adelante, que esperar en el socorro de otros.
Si tú no eres solícito para ti ahora, ¿quién tendrá cuidado de ti después?
Ahora es el tiempo muy precioso; «ahora son los días de salud; ahora es el tiempo aceptable» (2Cor 6,2).
Pero, ¡ay dolor!, que lo gastas sin aprovecharte, pudiendo en él ganar con qué vivir eternamente.
Vendrá cuando desearías un día o una hora para enmendarte, y no sé si te será concedida.

6. ¡Oh hermano! ¡De cuánto peligro te podrías librar, y de cuán grave espanto salir, si estuvieses siempre temeroso de la muerte y preparado para ella!
Trata ahora de vivir de modo que en la hora de la muerte puedas más bien alegrarte que temer.
Aprende ahora a morir al mundo, para que entonces comiences a vivir con Cristo.
Aprende ahora a despreciarlo todo, para que entonces puedas libremente ir a Cristo.
Castiga ahora tu cuerpo con penitencia, porque entonces puedas tener confianza cierta.

7. ¡Oh necio! ¿Por qué piensas vivir mucho, no teniendo un día seguro?
Cuántos se han engañado y han sido separados del cuerpo cuando no lo esperaban!
¿Cuántas veces oíste contar que uno murió a cuchillo, otro se ahogó, otro cayó de lo alto y se quebró la cabeza, otro comiendo se quedó pasmado, a otro jugando le vino su fin? Uno murió con fuego, otro con hierro, otro de peste, otro pereció a manos de ladrones; y así la muerte es fenecimiento de todos, y la vida de los hombres se pasa como sombra rápidamente.

8. ¿Quién se acordará de ti, y quién rogará por ti después de muerto?
Haz ahora, hermano, haz lo que pudieres, que no sabes cuándo morirás; no sabes lo que te acaecerá después de la muerte.
Ahora que tienes tiempo, atesora riquezas inmortales.
Nada pienses fuera de tu salvación y cuida solamente de las cosas de Dios.
«Granjéate ahora amigos», venerando a los santos de Dios e imitando sus obras, «para que cuando salieres» de esta vida «te reciban en las moradas eternas» (Lc 16,9).

9. Trátate como huésped y peregrino sobre la tierra a quien no le va nada en los negocios del mundo.
Guarda tu corazón libre y levantado a Dios, porque aquí «no tienes domicilio permanente» (Heb 13,14).
Allí endereza tus oraciones y gemidos, cada día con lágrimas, porque merezca tu espíritu, después de la muerte, pasar dichosamente al Señor. Amén.

Salvar el Alma

13 miércoles Mar 2013

Posted by manuelmartinezcano in P. Manuel Martínez Cano, Uncategorized

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13, 3-4, abogado, aciará, acramentos, alabanza, alcance, alma, alor divino, alvarse, ancianos, único afán, ¿Cómo es Dios?, ¿por qué no he de poder lo que otros han logrado?, cielo, confiar, conocer internamente, contestó, Corintios 12 9, Corintios 2 9, Cristo, cuerpo místico de Jesucristo, débiles, derramada, dificultad, Dios, Dios espera ardientemente que se llene su casa, Dios hecho hombre, Dios que te creó sin tin, Dios quiere que todos los hombres se salven, doctor evangélico, el hombre es quien falta a la gracia, el que persevere hasta el fin, ensancha, Es padre y le gusta vivir con todos sus hijos alrededor, espíritu santo, está, eterna, eternamente, felicidad, felicidad eterna, Filipenses 4 13, fuerzas, generosos, gloria, gota a gota, gozar, gracia, gracia de Dios, gracia divinas, gracias actuales, hermana, hijitos míos, hombres, huellas, iglesia catolica, imperfectos, inifinto, Javier, jesucristo, Juan 2 2, Mateo 10 22, mediante, medias, medio ordinario, miserables, misericordia infinita, mortificaciones, muerte, mujeres, mundo, Mystici Corporis, necesariag, ni el oído oyó, ni el ojo vio, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha preparado para los que le aman, niño, no te salvará sin ti, nosotros, nuestra voluntad, nuestro señor Jesucristo, nuestros deseos de felicidad, nuestros pecados, obras concretas, padre, Pasiónv, pío XII, pec, pequéis, peregrinar, perfecciones, perseverantes, porque no ha sido hecha el alma para el cuerpo, poseer a Dios, propiciación, Proverbios 13 4, querer, quiere, quiere y no quiere a un tiempo el perezoso, racias, reverencia, sacrificios, sacrifico, salva, salvación de las almas, san agustín, San Buenaventura, san ignacio de loyola, San Juan Crisóstomo, san pablo, sangre, Santa Catalina de Siena, Santa Madre Iglesia, se salvará, se santa, seríes aborrecidos en todo por mi nombre, servicio, si descuidamos el alma no podremos salvar ni el cuerpo, si no el cuerpo para el alma, suma bondads, suma perfección, Sus, te basta mi gracia, tentaciones, terminar, terrena, Timoteio 2, todo lo puedo en aquel que me conforta, todos, Tomás de Aquino, tribulaciones, Universidad de París, vale, veleidades, Verdad, vida, vida eterna, vivificada, voluntad de Dios

San Ignacio de Loyola dice que el alma se salva mediante la alabanza, reverencia y servicio de Dios. passionhomeSalvar el alma es terminar esta vida terrena en gracia de Dios para empezar a gozar eternamente de la gloria y felicidad del Cielo. Dios quiere que todas las almas se salven. Su misericordia infinita está al alcance de todos los hombres y mujeres: “Hijitos míos, os escribo esto para que no pequéis. Si alguno peca, abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo, justo. El es la propiciación por nuestros pecados. Y no sólo por los nuestros, sino por los de todo el mundo” (1 Jn. 2,2).

Si Dios quiere que todos los hombres se salven, a todos le ofrece la gracia necesaria para salvarse. El medio ordinario del que Dios se vale para llamar a la salvación a todos los hombres es la Iglesia Católica, fundada por Nuestro Señor Jesucristo y vivificada por el Espíritu Santo. La Iglesia nos transmite la gracia divina por medio de los sacramentos.

Salvar el alma, se dice pronto, pero se entiende con dificultad y a medias. Para entenderlo bien, sería preciso llegar a conocer internamente lo que es poseer a Dios en una felicidad eterna y lo que es el alma ¿Qué vale el alma?: La sangre de Dios hecho hombre derramada, gota a gota, en la Pasión para la salvación de todas las almas. El alma tiene un valor divino. San Ignacio estaba dispuesto a poner en peligro su vida por la salvación de las almas; y Santa Catalina de Siena besaba las huellas de los que trabajaban por la salvación de las almas.

El alma y Dios. ¿Cómo es Dios?, preguntaba el niño  Tomás de Aquino a los ancianos. Sabemos muy poco de cómo es Dios. Sabemos, estamos seguros, que Dios es la suma perfección, la suma bondad que saciará todos nuestros deseos de felicidad en el cielo. Dios es infinito en Sus perfecciones, nosotros imperfectos y miserables. Nuestro único afán: ¡Salvar el alma!.

La hermana de Santo Tomás de Aquino, le escribió pidiéndole que debería hacer para ser santa. El doctor angélico, le contestó: “Hermana mía, para ser santa te basta y es necesario por tu parte una cosa: ‘querer’; Dios no te negará su gracia”. Nos salvaremos eternamente si queremos salvarnos, pero queriendo de verdad; que ese querer se convierta en obras concretas”. Se nos brinda la gracia, a nadie falta:  “el hombre es quien falta a la gracia” (San Buenaventura). Nuestra santa Madre Iglesia pone a nuestra disposición todos los medios que necesitamos para salvarnos. Estamos en buenas manos. San Agustín: “¿Por qué no he de poder lo que otros han logrado?”

“ Se le acercó uno y le preguntó: Maestro ¿Qué obra buena he de realizar para alcanzar la vida eterna?”. Él le dijo: si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mt. 19,17). Una vez más: si quieres te salvarás. Hay que querer de veras, nada de veleidades: “quiere y no quiere a un tiempo el perezoso.” (Pro. 13,4) Querer de verdad es poner nuestra voluntad en sintonía con la voluntad de Dios. Hacer siempre y en todo la voluntad de Dios. No retroceder ante ningún sacrificio, no detenernos ante ninguna dificultad.

Es nuestro peregrinar hacia la vida eterna, debemos confiar siempre en la infinita misericordia de nuestro Dios. Es verdad que somos débiles y miserables, pero con San Pablo podemos decir: “todo lo puedo en aquel que me conforta” (Fil. 4,13). Porque, aunque no podamos salvarnos con nuestras débiles fuerzas, estamos seguros que no nos faltará la gracia que San Pablo alcanzó de Cristo: “te basta mi gracia” (2Cor. 12,9). Seamos muy generosos en nuestra colaboración con la gracia de Dios.

Un día y otro, siempre fieles a las gracias actuales, perseverantes hasta la muerte: “Seréis aborrecidos de todos por mi nombre, el que persevere hasta el fin, se salvara” (Mt. 10,22). Ante lasfotograma_pasion tentaciones, tribulaciones y sacrificios que aparezcan en vuestras vidas, ensancha el alma la consideración de la felicidad eterna que el Señor nos tiene preparada: “Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha preparado para los que le aman” (1Cor. 2,9). “Dios espera ardientemente que se llene su casa. Es padre y le gusta vivir con todos sus hijos alrededor” (San Agustín).

San Juan Crisóstomo: “Si descuidamos el alma no podremos salvar ni el cuerpo: porque no ha sido hecha el alma para el cuerpo, si no el cuerpo para el alma” San Ignacio le decía al joven Javier en la Universidad  de Paris: “¿qué aprovecha al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?” (Mt. 16,26). ¿Quiero salvarme? Me salvaré. Para salvarme han de cooperar mi voluntad y la de Dios; y dios quiere salvarnos: “Dios quiere que todos los hombres se salven” (Tim. 2,3-4) Repetimos con San Agustín: “Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”

 

¿Yo para qué nací? Para salvarme.
Que tengo que morir es infalible;
Dejar de ver a Dios y condenarme
Triste cosa será, pero posible.
¡Posible…! ¿y río y duermo
y quiero holgarme?
¡Posible…! ¿y tengo amor a lo visible?
¿Qué hago? ¿En qué me ocupo?
¿En qué me encanto?
¡Loco debo yo ser, pues no soy santo!

           

Pío XII: «Misterio verdaderamente tremendo, y que jamás se meditará bastante, el que la salvación de muchos dependa de las oraciones y voluntarias mortificaciones de los miembros del Cuerpo místico de Jesucristo, dirigidas a este objeto, y de la cooperación que Pastores y fieles  han de ofrecer a nuestro divino Salvador» (Mystici Corporis 1943,19).

 

P. Manuel Martínez Cano mCR

La Religiosa María Victoria: ¿Agnóstica o Impía?

20 miércoles Feb 2013

Posted by manuelmartinezcano in P. Manuel Martínez Cano, Uncategorized

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victoriaHonda pena sentí al leer las declaraciones de la religiosa María Victoria, enviadas por un joven matrimonio contracorriente. Esta mujer de 76 años ha dicho que: “Cuando el Papa vino a la Sagrada Familia, se vio el papel que tiene la mujer en la Iglesia, limpiar lo que ensucia el Papa”. Consagrar un altar para esta señorita es ensuciar. Qué diferencia de trato con el sumo Pontífice de las santas que le llamaron el “Dulce Cristo en la tierra”. El papel, la misión de la religiosa en la Iglesia es ser esposa de Cristo. Después de tantos años no se ha enterado.

Otras palabras suyas: “Estoy segura de que si el Papa, hubiese hablado con las mujeres que yo he hablado, les diría que usaran preservativos”. Seguridad errónea, porque la Iglesia no puede contradecirse. A una prostituta que, al salir de la parroquia, me pidió que dijera una Misa por su madre. Le respondí: Tú también tienes que rezar por ella. Me respondió: Señor cura, lo hago todos los días, mi madre era una santa y a mí me educó cristianamente. La vida da muchos tumbos… Este trabajo de la prostitución es el más duro y asqueroso que existe, pero yo creo en Dios y en la Virgen. Nunca salgo a la calle a “trabajar” sin esto. Me enseña la palma de la mano y, en ella, grabada a bolígrafo una cruz de Cristo.

Sigue rezando otra frasecita de la religiosa, que ha cambiado el hábito por los pantalones tejanos: “Cuando no haya curas, la Iglesia aceptará que las mujeres digan misa”. Profeta endiablada, digo yo. La mujer más santa que todos los santos del Cielo y la tierra juntos, la Madre de Dios, María Santísima, no fue sacerdote, porque su divino Hijo sólo quiso que lo sean los hombres.

“No tengo problemas para llegar a fin de mes porque (en la comunidad) vivimos en el comunismo, el auténtico comunismo”. Lo dice  y se queda tan pancha. Lo que vive su comunidad en lo que enseñó Jesucristo y desde la primitiva Iglesia, se viene practicando incesantemente en conventos, monasterios, congregaciones religiosas: La caridad cristiana, concretada en los votos de obediencia, castidad y pobreza. Pobreza abrazada libremente, por amor a Cristo y a los pobres. No la pobreza impuesta por los mandarines del comunismo al pueblo juzgado, mientras los comunistas vivían y viven, como reyes y faraones. El comunismo es el capitalismo más salvaje que ha existido en la historia de la humanidad, la ideología más antihumana y antidivina.

Y la última bufonada de esa boquita impía es de una dureza infernal: “Del otro mundo no se nada. En este sentido soy agnóstica, el agnosticismo es esto: no saber nada. Pero aunque no haya nada en el otro mundo, amar ya me ha hecho muy feliz.” ¿En que Biblia ha mamado su fe esta mujer?. Es de fe divina revelada en la Sagrada Escritura, la existencia del Cielo y del infierno. Cuando Cristo dice: “Venid, benditos de mi Padre a tomad posesión del reino… apartaos de Mi, malditos al fuego eterno, preparada para el diablo y para sus ángeles”. Está diciendo que hay un cielo, donde los que se salvan son felices eternamente; y un infierno donde los que se condenan, sufren eternamente: Estas dos verdades reveladas por Dios, la Iglesia, voz de Dios en la tierra, las ha definido como dogmas que hay que saber y creer para salvarse.

Esta “teresiana”, de la congregación religiosa de Santa Teresa de Jesús, fundada por San Enrique de Ossó, ¿no ha leído nada de su fundador? Fue uno de los grandes predicadores de los novísimos: muerte, juicio, infierno y gloria. En su libro “Un cuarto de hora de oración”, habla de la eternidad de las penas que sufren los condenados en el infierno y de la felicidad que gozan los bienaventurados en el Cielo: “Lo mismo será eterna la gloria del cielo que los tormentos del infierno… Eterno el fuego… eterno el gusano roedor de la conciencia… eterno el cuerpo… eterna el alma… eterno el decreto de Dios… eterna su ira que enciende el fuego del infierno… eterna la pena, porque la culpa lo será también… continúa será la pena, sin interrupción, … sin tregua ni descanso”.

Y la ¿Misericordia Divina? Contesta Santo Tomás de Aquino: “Dios en sí mismo es de una misericordia sin límites, sin embargo, ésta regulada por la sabiduría y de ahí que no se extienda a cuantos se han hecho indignos de ella, es a saber: a los demonios y a los condenados obstinados en su malicia. Puede decirse, no obstante que la misericordia divina se ejerce incluso para con ellos, no para poner fin a sus penas, si no para castigarlos menos de cuanto merecen” (Suma teológica, Supl. 9. 21, a 4)

No conozco ninguna revelación privada del infierno más impresionante que la manifestada por la Misericordia Divina a Santa Faustina Kowalska: “Lo que he escrito es nada más reflejo de las cosas que yo vi. Pero noté una cosa, que la mayoría de las almas que estaban allí, eran aquellas que no creyeron que existía el infierno”. Lean el diario de la santa que dice: “Yo rezo aún más fervientemente por la conversión de los pecadores”

Es lo que la Virgen pidió en Lourdes y en Fátima: rezad por los pecadores, porque muchos van al infierno porque no hay quien rece y se sacrifiquen por ellos.

P. Manuel Martínez Cano, mCR 

Dones Naturales del Padre Alba

06 miércoles Feb 2013

Posted by manuelmartinezcano in Padre Alba, Uncategorized

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Para la Mayor Gloria de Dios y en honor de su fiel siervo el Padre P.albacenaJosé María Alba Cereceda S. J.,  invocando el favor de la Señora, voy a dar una ligera pincelada del modo de ser del Padre. Escribiré unos cuantos recuerdos, para que sea algo más conocido, aunque ya sé que serán solamente unas gotas en el mar.

En primer lugar, de su personalidad, humanamente hablando. Siendo el Padre Alba una persona de cualidades muy excepcionales, aunque en su humildad jamás se jactaba de ello, podía aparecer incluso simple, pues era sumamente sencillo y abierto con todo el mundo que le rodeaba (en ello se basaron sus enemigos para decir que en el orden natural no servía para nada). No tenía doblez.

Llamaba la atención su agudeza de entendimiento en el trato con la gente, que dejaba prendado a todo el mundo. Sabía tratar a toda clase de personas: sabios, personajes ilustres, eruditos en cualquier campo del saber, gente sencilla de la calle, trabajadores de todas clases, vendedoras del mercado… Tenía gracia  para decir en cada momento y a cada uno lo que le llegaba al corazón y dejaba boquiabierto al más erudito -y a los que Io acompañaban-, pues sorprendían siempre sus salidas, aun después de tantos años de conocerlo y estar con él casi continuamente. Admiraba siempre a los que vivían con él cuando se empezaba una conversación sobre cualquier tema o hablaba con personajes duchos en algo específico, cómo él se ponía a la altura de sus conocimientos, fuera el que fuera el campo del saber al que correspondieran.

Incluso pocas horas antes de morir, en aquellas terribles noches inquietas en que no podía dormir recitaba hermosas y largas poesías en francés o de San Juan de la Cruz, o pedía, como una vez, que le buscáramos en concreto el poema A los caballos de los conquistadores de un poeta del s, XIX-XX, que, por cierto, no encontrarnos en la biblioteca (él mismo quiso que le lleváramos aún cuando apenas se tenía en pie, para verificar que no estaba, aunque apenas veía). Eran las dos o las tres de la madrugada y se justificó diciendo: Es que he sido profesor de Literatura. Tenía una gracia especial en su estilo literario y en su oratoria. Llamaba la atención en su construcción de las frases la expresión de sus ideas, el modo propio con que lo hacía… y aunque divagara, no perdía jamás el hilo de lo que se había propuesto decir. En los últimos días, casi incapaz de hablar por su extrema debilidad y por la trepanación que le hicieron del cráneo para realizar la biopsia -el decía que le habían tocado el nervio de la mandíbula inferior derecha-, musitaba, con apenas voz, lo que tenía que decir con el mínimo de palabras, y aun en este estado, dictó las cartas de despedida, con múltiples interrupciones, para taparse la cara con las manos o descansar sobre el brazo, pues se agotaba o tenía dolor -no lo supimos-, y resultaba dramático el oírle, pero sus cartas resultaban bien hilvanadas.

Tenía una personalidad sumamente rica. Siempre demostró un gran equilibrio emocional. Nos dejaba a todos admirados. A veces solía decir que, de joven, un cierto amigo suyo le había dicho que era incapaz de conocer lo que le afectaba en el campo emocional. Junto a la agudeza de entendimiento tenía esta personalidad tan polifacética. Era firme en sus ideas. Cuando empezaba un proyecto, aunque hubiera interrupciones, lo acababa, incluso hasta en los momentos más difíciles de sus últimos días. Para educar a los que le rodeaban siempre decía con acierto lo que le convenía a cada uno, aunque le pudiera sentar mal, pero siempre dejaba el corazón consolado, pues al mismo tiempo era sumamente afectuoso y cariñoso. Con suma serenidad veía partir a los jóvenes que él había formado que se iban al seminario o, una vez ordenados-, a sus parroquias, y parecía que no se inmutara, pero, una vez marchados, hacía comentarios como las despedidas son un poco como la muerte. No era amigo de blandenguerías. Sólo en los últimos días se le oyó decir a unos y a otros, de los muchos que pasaron a verle, palabras y demostraciones de más afecto, como: tomar la mano del visitante y ponérsela sobre el corazón, reiterándole su afecto.

En fin, no acabaríamos de expresar todo lo que nos ha demostrado estos últimos días. Su nobleza de corazón se demostró más en los últimos días pues nos agradecía a todos nuestra lealtad y nuestra fidelidad, sobre todo en la hora amarga de la persecución hace unos años. Lo agradeció siempre, pero lo manifestó más en sus últimos días: uno a uno nos decía palabras de agradecimiento.

Conociendo su carácter abierto al máximo, alegre en todo momento, confiado y seguro de sí mismo, sencillo y humilde, siempre de buen humor, a menudo no se sabía si decía las cosas en serio o en broma. Siempre nos incitaba a ser la alegría de los que nos rodearan, a hacer la vida alegre a los demás. Cuando anuncié a una de las señoras del servicio que ya volvía del hospital, exclamó: ¡Qué bien! ¡Ya llega la alegría de la casa!… Es verdad, así lo hablábamos entre nosotras el otro día. Él siempre sabía decir palabras agradables a todo el que le salía al paso.

En ocasiones se decía de él mismo: A veces me parece que soy el oso (el que hace reír).

Un día entró en un mercado para buscar cajas, pues había que guardar libros, y a los pocos momentos ya tenía revolucionadas a todas las vendedoras y, naturalmente riendo gozosas, todas arremolinadas a su alrededor. Al salir decía: Voilá le témoignage!… pues llevaba sotana y sabía que daba testimonio de sacerdote. Como esta anécdota se pueden contar múltiples.

En las bodas de sus jóvenes, al terminar, cogía las tarjetas de los menús y ¡ya la tenía liada! En ellas escribía poesías anónimas dirigidas a las damas alabándoles su peinado o la prenda que llevaran que más llamaba la atención, y las mandaba por medio de los niños que hubiera, con lo que tenía al comedor entero revolucionado.

Su virtud principal, a mi entender, era su misericordia: todo lo llevaba a la mejor parte, todo lo justificaba, teníapadreramblas un gran corazón, que enamoraba a todo el que se le acercaba: los niños del colegio recurrían a él cuando se hacían merecedores de castigo, pues sabían que él les estimularía a pedir disculpas y a suavizar y enmendar su maldad.

Una exclamación que se le oía decir a menudo era ¡MAGNÍFICO! y en los últimos días dijo que había ofrecido todos sus magníficos por la salvación de Israel.

Algo se ha dicho hasta aquí de cómo era el padre Alba, visto exteriormente… aunque cada una de sus virtudes y facetas merecería capítulo aparte. Pido a todos los que le han conocido que escriban anécdotas, recuerdos suyos… aunque hay tanto que no creo que pueda ser posible ser publicado exhaustivamente.

Isabel Lamarca

 
 
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Ejercicios Espirituales predicados por el P. Cano

Meditaciones y Pláticas del P. José María Alba Cereceda, S.I.

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“Espíritu Santo, infúndenos la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente”. Padre Santo Francisco.

"Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. (Salmo 127, 1)"

Nuestro ideal: Salvar almas

Van al Cielo los que mueren en gracia de Dios; van al infierno los que mueren en pecado mortal

"Id al mundo entro y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado" Marcos 16, 15-16.

"Es necesario que los católicos españoles sepáis recobrar el vigor pleno del espíritu, la valentía de una fe vivida, la lucidez evangélica iluminada por el amor profundo al hombre hermano." San Juan Pablo II.

"No seguirás en el mal a la mayoría." Éxodo 23, 2.

"Odiad el mal los que amáis al Señor." Salmo 97, 10.

"Jamás cerraré mi boca ante una sociedad que rechaza el terrorismo y reclama el derecho de matar niños." Monseñor José Guerra Campos.

¡Por Cristo, por María y por España: más, más y más!

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