Contracorriente

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El Infierno en los Ejercicios Espirituales

26 miércoles Jun 2013

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En sus Ejercicios Espirituales, en la meditación del infierno, san Ignacio de Loyola, opta por dar los puntos sobre la pena infiernode sentido. Después de la oración preparatoria y la composición de lugar, el santo inicia la meditación con la petición: “demandar lo que quiero. Será aquí pedir interno sentimiento de la pena que padecen los dañados (condenados), para que si del amor eterno del Señor eterno me olvidare por mis faltas, a lo menos el temor de las penas me ayude para no venir (caer) en pecado”.

En esta meditación no nos hace pedir el santo “conocimiento interno”, como suele hacerlo, sino interno sentimiento. El Señor se lo concedió a Santa Teresa de Jesús: “En esta visión del infierno quiso el Señor que verdaderamente yo sintiese aquellos tormentos y aflicción en el espíritu, como si el cuerpo lo estuviera padeciendo”. Y confiesa que entendió “ser gran merced”; una de las mayores mercedes” que el Señor le había hecho.

“El primer punto será ver, con la vista de la imaginación, los grandes fuegos y las almas como en cuerpos ígneos” (incandescentes). Grandes fuegos que aterrorizaron a las tres videntes de Fátima. Dice santo Tomás de Aquino que: “no habrá allí más claridad que la precisa para acrecentar los tormentos”. Santa Teresa de Jesús lo explica en su autobiografía: “No hay luz en el infierno todo tinieblas oscurísimas. Yo no entiendo como puede ser esto, que con no haber luz, lo que a la vista ha de dar pena, todo se ve”. San Buenaventura afirma: “La desesperada muchedumbre de condenados, viven en estado cadavérico exhalando un hedor insoportable”.

Hay que hacer un pacto con los ojos para no mirar lo que no puede ver la Virgen Santísima. Quien guarde bien la modestia de la vista se salvará (Job 22,29).

El segundo punto es oír con las orejas llantos, alaridos, voces, blasfemias contra Cristo Nuestro Señor y contra todos sus santos. “Allí será el llanto y el rechinar de dientes” (Mt, 18,12). Unos condenados maldecirán a otros. La hija a la madre que le consintió todos los caprichos; el hijo al padre que no lo educó; los fieles a los sacerdotes que cayeron disimulando… A san Ignacio, le parecía insoportable oír blasfemias contra su Rey y Señor.

Otro pacto con nuestros oídos de no ir nunca lo que no puede oír el Señor: “Haz para tus palabras balanza y pesas y para tu boca puerta y cerrojo” (Job 28,29).

El tercer punto es oler con el olfato humo, piedra azufre (azufre quemado), sentina (posos fétidos), y cosas pútridas (en putrefacción). Dice san Alfono María de Ligorio: “El condenado ha de estar siempre entre millones de réprobos, vivos para la pena y cadáveres hediondos por la pestilencia que arrojarán de si”.

Un pacto con nuestra voluntad para no mundanizarnos y degradándonos.

El cuarto punto es gustar con el gusto cosas amargas, así como lágrimas, tristeza y el verme de la conciencia. San Alfonso María de Ligorio, afirma: “Serán atormentados los condenados con tan abrasadora sed, que toda el agua de la tierra no la apagará. La gula será igualmente castigada con un hambre devoradora” recodemos la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro.

Propósito firme mantenernos sobrios en este mundo para no condenarnos en el infierno. La Imitación de Cristo nos dice que si frenamos nuestra gula, refrenaremos más fácilmente toda inclinación desordenada de la carne.

El quinto punto es tocar con el tacto, es a saber, como los fuegos tocan y abrasan las almas. Nuestro Señor Jesucristo dice que en el infierno hay: “fuego eterno, suplicio eterno” (Mc. 9,43). El tacto es el sentido que más sufrirá porque es el más extendido en nuestro cuerpo; el alma del condenado también sufre el fuego del infierno.

Propósito firme de no darle al cuerpo gustos viles y momentáneos que pueden llevarme al infierno. La Virgen dijo en Fátima que la mayoría de los que se condenan son por los pecados de la carne: “¿Cuánto duran los placeres, puesto que la misma vida dura tan poco?” (San Agustín).

En el coloquio final de la meditación con Cristo Nuestro Señor, san Ignacio dice que recordemos las almas de los que están condenados y como nosotros aún estamos vivos. Como el Señor ha tenido siempre tanta piedad y misericordia con nosotros, acabando con un Pater Noster.

Quizás he merecido el infierno por mis pecados. Soy un condenado escapado del infierno, gracias la infinita misericordia de Dios. Tengo que aprovechar los días de mi vida para ganarme el Cielo.

Salvar el Alma

13 miércoles Mar 2013

Posted by manuelmartinezcano in P. Manuel Martínez Cano, Uncategorized

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San Ignacio de Loyola dice que el alma se salva mediante la alabanza, reverencia y servicio de Dios. passionhomeSalvar el alma es terminar esta vida terrena en gracia de Dios para empezar a gozar eternamente de la gloria y felicidad del Cielo. Dios quiere que todas las almas se salven. Su misericordia infinita está al alcance de todos los hombres y mujeres: “Hijitos míos, os escribo esto para que no pequéis. Si alguno peca, abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo, justo. El es la propiciación por nuestros pecados. Y no sólo por los nuestros, sino por los de todo el mundo” (1 Jn. 2,2).

Si Dios quiere que todos los hombres se salven, a todos le ofrece la gracia necesaria para salvarse. El medio ordinario del que Dios se vale para llamar a la salvación a todos los hombres es la Iglesia Católica, fundada por Nuestro Señor Jesucristo y vivificada por el Espíritu Santo. La Iglesia nos transmite la gracia divina por medio de los sacramentos.

Salvar el alma, se dice pronto, pero se entiende con dificultad y a medias. Para entenderlo bien, sería preciso llegar a conocer internamente lo que es poseer a Dios en una felicidad eterna y lo que es el alma ¿Qué vale el alma?: La sangre de Dios hecho hombre derramada, gota a gota, en la Pasión para la salvación de todas las almas. El alma tiene un valor divino. San Ignacio estaba dispuesto a poner en peligro su vida por la salvación de las almas; y Santa Catalina de Siena besaba las huellas de los que trabajaban por la salvación de las almas.

El alma y Dios. ¿Cómo es Dios?, preguntaba el niño  Tomás de Aquino a los ancianos. Sabemos muy poco de cómo es Dios. Sabemos, estamos seguros, que Dios es la suma perfección, la suma bondad que saciará todos nuestros deseos de felicidad en el cielo. Dios es infinito en Sus perfecciones, nosotros imperfectos y miserables. Nuestro único afán: ¡Salvar el alma!.

La hermana de Santo Tomás de Aquino, le escribió pidiéndole que debería hacer para ser santa. El doctor angélico, le contestó: “Hermana mía, para ser santa te basta y es necesario por tu parte una cosa: ‘querer’; Dios no te negará su gracia”. Nos salvaremos eternamente si queremos salvarnos, pero queriendo de verdad; que ese querer se convierta en obras concretas”. Se nos brinda la gracia, a nadie falta:  “el hombre es quien falta a la gracia” (San Buenaventura). Nuestra santa Madre Iglesia pone a nuestra disposición todos los medios que necesitamos para salvarnos. Estamos en buenas manos. San Agustín: “¿Por qué no he de poder lo que otros han logrado?”

“ Se le acercó uno y le preguntó: Maestro ¿Qué obra buena he de realizar para alcanzar la vida eterna?”. Él le dijo: si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mt. 19,17). Una vez más: si quieres te salvarás. Hay que querer de veras, nada de veleidades: “quiere y no quiere a un tiempo el perezoso.” (Pro. 13,4) Querer de verdad es poner nuestra voluntad en sintonía con la voluntad de Dios. Hacer siempre y en todo la voluntad de Dios. No retroceder ante ningún sacrificio, no detenernos ante ninguna dificultad.

Es nuestro peregrinar hacia la vida eterna, debemos confiar siempre en la infinita misericordia de nuestro Dios. Es verdad que somos débiles y miserables, pero con San Pablo podemos decir: “todo lo puedo en aquel que me conforta” (Fil. 4,13). Porque, aunque no podamos salvarnos con nuestras débiles fuerzas, estamos seguros que no nos faltará la gracia que San Pablo alcanzó de Cristo: “te basta mi gracia” (2Cor. 12,9). Seamos muy generosos en nuestra colaboración con la gracia de Dios.

Un día y otro, siempre fieles a las gracias actuales, perseverantes hasta la muerte: “Seréis aborrecidos de todos por mi nombre, el que persevere hasta el fin, se salvara” (Mt. 10,22). Ante lasfotograma_pasion tentaciones, tribulaciones y sacrificios que aparezcan en vuestras vidas, ensancha el alma la consideración de la felicidad eterna que el Señor nos tiene preparada: “Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha preparado para los que le aman” (1Cor. 2,9). “Dios espera ardientemente que se llene su casa. Es padre y le gusta vivir con todos sus hijos alrededor” (San Agustín).

San Juan Crisóstomo: “Si descuidamos el alma no podremos salvar ni el cuerpo: porque no ha sido hecha el alma para el cuerpo, si no el cuerpo para el alma” San Ignacio le decía al joven Javier en la Universidad  de Paris: “¿qué aprovecha al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?” (Mt. 16,26). ¿Quiero salvarme? Me salvaré. Para salvarme han de cooperar mi voluntad y la de Dios; y dios quiere salvarnos: “Dios quiere que todos los hombres se salven” (Tim. 2,3-4) Repetimos con San Agustín: “Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”

 

¿Yo para qué nací? Para salvarme.
Que tengo que morir es infalible;
Dejar de ver a Dios y condenarme
Triste cosa será, pero posible.
¡Posible…! ¿y río y duermo
y quiero holgarme?
¡Posible…! ¿y tengo amor a lo visible?
¿Qué hago? ¿En qué me ocupo?
¿En qué me encanto?
¡Loco debo yo ser, pues no soy santo!

           

Pío XII: «Misterio verdaderamente tremendo, y que jamás se meditará bastante, el que la salvación de muchos dependa de las oraciones y voluntarias mortificaciones de los miembros del Cuerpo místico de Jesucristo, dirigidas a este objeto, y de la cooperación que Pastores y fieles  han de ofrecer a nuestro divino Salvador» (Mystici Corporis 1943,19).

 

P. Manuel Martínez Cano mCR

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“Espíritu Santo, infúndenos la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente”. Padre Santo Francisco.

"Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. (Salmo 127, 1)"

Nuestro ideal: Salvar almas

Van al Cielo los que mueren en gracia de Dios; van al infierno los que mueren en pecado mortal

"Id al mundo entro y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado" Marcos 16, 15-16.

"Es necesario que los católicos españoles sepáis recobrar el vigor pleno del espíritu, la valentía de una fe vivida, la lucidez evangélica iluminada por el amor profundo al hombre hermano." San Juan Pablo II.

"No seguirás en el mal a la mayoría." Éxodo 23, 2.

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