Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

Contracorriente

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Catecismo Social X

24 miércoles Abr 2013

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catecismo, ONU, social

5 – La Declaración de los Derechos del Hombre, por la ONU, el lO de diciembre de 1948, ¿no expresa totalmente la síntesis de lo que es exigencia para toda persona humana?

La respuesta no es simple. Hemos de alabar lo que jurídicamente garantice libertades legítimas en cualquier nación. En este aspecto, la Declaración de la ONU, tiene valor y así se explican los elogios que los Papas han hecho sobre la misma, aunque siempre se tiene que entender en el contexto de todo el magisterio pontificio, y no canonizar una frase circunstancial para avalarla indiscriminadamente. El mismo Juan XXIII, en la «Pacem in Terris» nos dice: «No se nos oculta que algunos capítulos de esta Declaración parecieron a algunos menos dignos de aprobación. Y no sin razón »

Fijemos cuatro puntos totalmente falsos e inadmisibles de esta Declaración:

a) En el artículo primero se dice que el hombre «está dotado de razón y de conciencia». Cuando se discutió este punto, muchos delegados abogaron para que se reconociera el origen divino del hombre. No se hizo porque el delegado comunista sentenció: «No hay necesidad de una Declaración de orden teológico en la Declaración de los Derechos del Hombre. Se puede y se debe pasar sin ella». Esto es contrario a toda la doctrina católica. León XIII nos dice: «Rechazando el señorío de Dios en el hombre y en la sociedad, es consiguiente que no hay públicamente religión alguna, y se seguirá la mayor incuria en todo lo que se refiera a la religión. Y asimismo, armada la multitud con la creencia de su propia soberanía, se precipitará fácilmente a promover turbulencias y sediciones; y quitados los frenos del deber y de la conciencia, sólo quedará la fuerza, que nunca es bastante a contener, por sí sola, los apetitos de las muchedumbres» (<<Libertas»1,9). Pío XII, el 11 de noviembre de 1948, prenunciaba el fracaso de tal Declaración de la ONU, «mientras no se llegue al reconocimiento expreso de Dios y de su ley, por lo menos del derecho natural, sólido fundamento en el que están anclados los derechos del hombre». Y el Concilio reafirmó: «Bien sabe la Iglesia que sólo Dios al que ella sirve, responde a las aspiraciones más profundas del corazón humano, el cual nunca se sacia plenamente con solos los elementos terrenos … El que sigue a Cristo, hombre perfecto, se perfecciona cada vez más en su dignidad de hombre. Apoyada en esta fe, la Iglesia puede rescatar la dignidad humana del incesante cambio de opiniones… No hay ley humana que pueda garantizar la dignidad personal y la libertad del hombre, con la seguridad que comunica el Evangelio de Cristo… La Iglesia, pues, en virtud del Evangelio que se le ha confiado, proclama los derechos del hombre». (G. et S., 41). Es de razón natural y no digamos sobrenatural que sin Dios todo fracasa.

 

b) En el artículo 16,1, se reconoce la igualdad de derechos del hombre y la mujer ante la disolución del matrimonio. La indisolubilidad del matrimonio es de derecho natural. Y el divorcio no lo puede autorizar ni la ONU ni ningún poder humano.

 

c) También en el artículo 18 se reconoce la libertad absoluta de cualquier religión como un derecho humano. Esto está totalmente condenado por la doctrina católica, singularmente desde la «Quanta cura», de Pío IX hasta el Vaticano lI, en que se enseña: «Sólo por la Iglesia católica de Cristo, que es auxilio general de salvación, puede alcanzarse toda la plenitud de los medios de salvación. Ya que creemos que el Señor confió todos los bienes de la Nueva Alianza al único Colegio apostólico, al que preside Pedro, para constituir el único cuerpo de Cristo en la tierra, al que han de incorporarse plenamente, todos los que pertenecen ya, de alguna manera, al pueblo de Dios». (Decreto sobre ecumenismo, 3).

 

d) Tampoco es admisible el artículo 21, en que se acepta que «la voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público». Este principio -que es la base de la democracia anticristiana y rousseauniana- es absolutamente ateo. Pío XII nos dice en la «Summi Pontíficatus»: «No menos nocivo para el bienestar de las naciones y de toda la sociedad humana es el error de aquellos que con intento temerario pretenden separar el poder político de toda relación con Dios, del cual dependen, como de causa primera y de Supremo Señor, tanto los individuos como las sociedades humanas». y Juan XXIII nos rubrica: «No puede ser aceptada como verdadera la posición doctrinal de aquéllos que erigen la voluntad de cada hombre en particular, o de ciertas sociedades como fuente primaria y única, de donde brotan derechos y deberes y de donde provenga tanto la obligatoriedad de las constituciones como la autoridad de los poderes públicos». Alabar incondicionalmente la Declaración de los Derechos del Hombre, de la ONU, sin las salvedades que pueden rodearla, desorienta Y descristianiza. Otra cosa es la actitud paternal de los Papas, que aprueban las afirmaciones menores salvables, para evitar más atropellos en los pueblos y naciones del mundo entero. Pero los Papas nunca han dicho que hay que renunciar a estas anotaciones primordiales que hemos señalado.

 

Catecismo Social IX

17 miércoles Abr 2013

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catecismo, comunismo, conducta, consecuencias, dignidad, etimológicamente, Gaudium et Spes, humana, Iglesia, individuo, IX, libertad, moral, palabra, persona, Rousseau, significa, social, sociales, todos, VaticanO II

II. DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA

1 -¿ Qué significa etimológicamente la palabra persona?

Originariamente -proviene del etrusco-, se utilizaba para designar el papel típico de un determinado carácter. En el uso actual hay que distinguir entre individuo y persona. No son términos exactos entre sí. La individualidad significa la diferencia entre uno y otro. La personalidad entraña participar en la historia de la familia, de la sociedad y del mundo. La dignidad de la persona procede de los grandes dones que le ha dado Dios en el orden natural y sobrenatural. Naturalmente, la grandeza de la persona radica en su alma racional, libre, inmortal. Sobrenaturalmente la dignidad se sublima en la filiación divina que nos alcanzó Jesucristo por medio de la Redención. Delante de Dios se tiene tanta más dignidad, cuanta mayor gracia santificante se alcanza. La dignidad de los que no tienen gracia está en el amor que hemos de sentir por ellos para que logren el fin de su existencia, que es la gracia –don gratuito de Dios-, y que nos hace partícipes de su naturaleza y merecedores de la bienaventuranza.

 

2 -¿Es Igual la dignidad humana para todos?

Nos contesta el Vaticano II: «El hombre logra esta dignidad -humana- cuando, liberado totalmente de la cautividad de las pasiones, tiende a su fin como la libre elección del bien y se procura medios adecuados para ello con eficacia y esfuerzo crecientes» (Gaudium et Spes», 17). O sea, que no se puede confundir personalidad con un antropocentrismo extraviado hacia el orgullo, la ambición, el atropello, la lujuria, el crimen. El hombre no es un absoluto. Por esto, la dignidad humana estriba en el uso de la libertad dentro de la Ley de Dios, y supone un conocimiento de las flaquezas de la condición humana -la ignorancia, la concupiscencia, la debilidad-, totalmente superables por la razón utilizada honradamente y la omnipotencia de la gracia de Dios.

La dignidad humana no supone ni significa la autonomía total del hombre, ni la independencia de Dios. La voluntad de Dios es el norte de la legítima dignidad humana.

 

3 -¿Cuáles son las consecuencias sociales de la dignidad de la persona humana?

La Iglesia las fija sumariamente así: «El comunismo despoja al hombre de su libertad, principio espiritual de su conducta moral; quita toda dignidad a la persona humana y todo freno moral contra el asalto de los estímulos ciegos» (Pío X, «Divini Redernptoris», 10). La persona es también sujeto de derechos Juan XXIII lo especificó en la «Pacem in Terris», de esta manera:

 

«En toda convivencia bien organizada y fecunda hay que colocar como fundamento el principio de que todo ser humano es persona, es decir, una naturaleza dotada de inteligencia y de voluntad libre y que por lo tanto de esa misma naturaleza. nacen directamente al mismo tiempo derechos y deberes que, al ser universales e inviolables, son también absolutamente inalienables».

 

También exige la dignidad de la persona humana que participe en la vida pública. Lo recordaba así Pío XII:

 

«El hombre en cuanto tal, lejos de ser tenido como objeto y elemento pasivo, debe por el contrario ser considerado como sujeto, fundamento y fin de la vida social» (24-XII-1944).

 

4 -Así individuo y persona, ¿no coinciden?

Filosóficamente, ya lo hemos indicado. El individuo es un producto del protestantismo, de la doctrina de Rousseau. El subjetivismo protestante y la negación del hombre como ser social, que hizo elucubrar el sofisma del «pacto social», de Rousseau, para explicar el porqué de la sociedad, han originado el individualismo en todos los terrenos. Esta es la raíz del liberalismo. El individuo es independiente para pensar, hacer, asociarse, propagar cuanto quiera. Entonces se han producido los sistemas que oponen el individuo a la sociedad -desde el liberalismo, el capitalismo liberal, hasta el anarquismo-. Y por reacción, igualmente errónea, hemos basculado hacia los sistemas estatales que ahogan y esclavizan al individuo, como el nazismo, el comunismo y los totalitarismos anticristianos. Y es que el hombre es persona. Y «la razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios» (<<Gaudiumet Spes», 19). Cuando así se considera el hombre, ni el Estado es la suma arbitraria de las voluntades pasionales, ni tampoco puede desconocer los auténticos intereses y derechos de la persona por su condición racional y cristiana. Aquí se deslindan claramente los campos para no confundir la autoridad como despotismo, ni la persona como un robot o un muñeco.

 

Catecismo Social VIII

10 miércoles Abr 2013

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19 -Así, pues, ¿el cristiano puede limitarse a una vida de fe privada?

No, también el orden social es de Dios. No hay tierra de nadie en las actividades ni en los planos de la política, de la cultura, de la economía. Aunque en sí tengan autonomía estas actividades, jamás son independientes de Dios. El cristiano debe santificarse en su vida personal, familiar, profesional. Pero, también, en la órbita de sus posibilidades, debe proyectarse a la vida social. Porque sin Jesucristo, ni la política, ni la cultura, ni la economía, solucionan los problemas humanos, antes bien los agravan y los complican. Pío XII lo recordó el 13 de abril de 1953, con palabras que restallan como un desafío permanente: «Mirad bien, desde que la humanidad ha efectuado su progresiva apostasía lejos de Jesús, muchos maestros han pretendido sustituirse a El para instruirla y guiarla; muchos constructores han tratado de suministrarle las estructuras necesarias; muchos médicos se han empleado en curarle las enfermedades y llagas. Pero todos, al fin, se han encontrado delante de la humanidad desorientada, desanimada, sin fuerza. Sin embargo, es necesario, con tanta mayor premura, llevar a los hombres a la persuasión de que hay un único maestro, que es Cristo (Mt., XXIII, 11), Y de que sólo en El se puede encontrar la salud del mundo con sus estructuras y del hombre con sus problemas. No hay en ningún otro salud. Un tal estado de cosas reclama la intervención no sólo -como es evidente- de la Iglesia docente y jerárquica, sino también de todos los cristianos empeñados en el campo social. Se trata de subrayar la necesidad de impregnar de sentido cristiano todos los campos de la vida humana. Tal ha sido siempre la voluntad de Cristo y es la expectativa de una parte de la humanidad, cansada de vivir en las construcciones ruinosas del mundo de hoy».

 

20 -¿Cuál es la actitud que debe tener el católico de hoy?

La que nos recuerda Pablo VI: «El cristianismo tiene la virtud de infundir esperanza y de dar vida, y no solamente en su orden propio, el religioso y sobrenatural, sino de infundirla también en el orden profano y natural» (20-XII-1968). y el orden natural y profano está malogrado, destrozado, pervertido principalmente por el liberalismo, en el orden político, y por el marxismo. De ahí que un cristiano no pueda ser ni liberal ni marxista, como ideologías que son incompatibles con la fe. Y que su profesión entraña pecado grave. El ideal católico, en lo personal y en lo social, se expresa para siempre con estas palabras de San Pablo: «Nadie, pues, se gloríe en los hombres, que todo es vuestro; ya Pablo, ya Apelo, ya Cefas; ya el mundo, ya la vida, ya la muerte; ya lo presente, ya lo venidero, todo es vuestro; y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios» (1 Cor., III, 22). O sea, todo es para el hombre, pero los hombres somos para Cristo. Ni la vida personal ni la colectividad tienen salvación fuera de Jesucristo, como intentan el liberalismo y el comunismo. Estas doctrinas -simbolizando en ellas todos los errores- son mentiras, barbarie, catástrofe y frente a tanta apostasía, que arranca desde el Renacimiento, pasando por el protestantismo, el liberalismo, el comunismo, Jesucristo triunfará y vencerá a los aliados del Anticristo. Así lo dice San Pablo: «Por lo que hace a la venida de nuestro Señor Jesucristo y a nuestra reunión con El, os rogamos, hermanos, que no os turbéis de ligero, perdiendo el buen sentido, y no os alarméis ni por espíritu, ni por discurso, ni por epístola, como si fuera nuestra, como si el día del Señor estuviera inminente. Que nadie en modo alguno os engañe, porque antes ha de venir la apostasía y ha de manifestarse el hombre de la iniquidad, el hijo de la perdición, que se opone y se alza contra todo lo que se dice Dios o es adorado, hasta sentarse en el templo de Dios y proclamarse dios a sí mismo. ¿Nos os recordáis que, estando entre vosotros, ya os decía esto? Y ahora sabéis qué es lo que le contiene hasta que llegue el tiempo de, manifestarse. Porque el misterio de iniquidad esta ya en acción; sólo falta que el que le retiene sea apartado del medio. Entonces se manifestará el inicuo, a quien el Señor Jesús matará con el aliento de su boca, destruyéndole con la manifestación de su venida. La venida del inicuo irá acompañada del poder de Satanás, de todo género de milagros, señales y prodigios engañosos, y de seducciones de iniquidad para los destinados a la perdición por no haber recibido el amor de la verdad que los salvaría. Por eso Dios les envía un poder engañoso, para que crean en la mentira y sean condenados cuantos, no creyendo en la verdad, se complacen en la iniquidad. Pero nosotros debemos dar incesantes gracias a Dios por vosotros, hermanos amados del Señor, a quienes Dios ha elegido desde el principio para haceros salvos por la santificación del Espíritu y la fe verdadera. A ésta precisamente os llamó por medio de nuestro evangelio, para que alcanzaseis la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Manteneos, pues, hermanos, firmes y guardad las tradiciones que recibisteis, ya de palabra, ya por nuestra carta. El mismo Señor nuestro Jesucristo y Dios, nuestro Padre, que de gracia os amó y os otorgó una consolación eterna, una buena esperanza, consuele vuestros corazones y los confirme en toda obra y palabra buena» (II Tes., II,1-17).

 

Catecismo Social V

20 miércoles Mar 2013

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asequibles, catecismo, comparaciones, finalidad, hombre, social, V, vida

11 -¿Puede aclararse mejor la finalidad de la vida del hombre, con comparaciones asequibles?

Sí, nos serviremos de lo que bajo el título «El tres de septiembre», escribe Giovanni Papini, en su obra «Palabras la fotoy sangre». Dice Papini: «También el 3 de septiembre me senté en la hierba y, cuando un pescador llegó cerca de mí, preparó su red y se dispuso a engañar también aquel día a los ridículos peces, pensé que podía empezar mi obra. Me levanté para acercarme a aquel hombre. No llevaba en la mano absolutamente nada. En el bolsillo llevaba un libro, pero no tenía ningunas ganas de leer. El pescador no me miró. Era un joven bajo, de cara quemada y boca enorme. No parecía inteligente, pero no tenía derecho de preguntarle también esto. Se agachó y lanzó la red al agua. Empezaba la espera soñolienta del hombre que no piensa en la muerte. Todo estaba tranquilo: solamente las feas moscas, que adivinaban la tempestad, giraban a nuestro alrededor sin reposo. ¿Por qué esperar más? Hice la pregunta que tenía que repetir tantas veces: -¿Por qué hace esto? El joven me miró con la expresión que yo ya me había imaginado antes de hablar: entre el asombro y la compasión. Pero no respondió. Tuve que repetir la pregunta. En aquel momento, no podía soportar el silencio. Entonces el joven sonrió con su gran boca y repuso:

 

-Para coger peces.

-¿Y por qué quiere coger peces?

-Para venderlos.

-¿Y qué hace con el dinero que le dan?

-Compro pan, vino, aceite, vestidos, zapatos y todo lo demás.

-¿Y por qué compra todo esto?

 

El joven se quedó sin saber qué decir. También esta vez tuve que repetir la pregunta, mirándole fijamente. El se volvió a ambos lados, casi como si escuchara el silencio. Acaso empezaba a sospechar, pero contestó:

 

-Para vivir.

-¿Pero por qué –repliqué rápido- quiere vivir?

 

La maravilla y la alegría del pescador crecieron, a este punto, sin medida. Ahora creía saber quién era yo y, aunque no me consideraba peligroso, no sabía cómo terminaría todo aquello. Yo no tenía ninguna razón para interrumpir el coloquio. Por eso repetí con nueva obstinación la pregunta y miré con dureza al acusado. El joven intentó sonreír con desprecio:

 

-Vivo porque he nacido.

-Pero ¿para qué fin vive?

-¿Para qué fin? ¿Qué entiende por fin? –Quiero decir: ¿cuál es para usted la cosa más importante de la vida?

-Ya entiendo. Mi fin es éste: pescar.

 

Callé, y al cabo de unos minutos, me levanté. Era inútil seguir. Habíamos vuelto al principio. La simplicidad de aquel bruto había cerrado el anillo… Me alejé despechado

por la orilla, pisoteando las florecillas debilitadas y la hierba poco fresca. Detrás de las ramas salían gritos rabiosos de niños. En un cierto punto el espeso seto se interrumpía por una cancela de madera. La empujé y entré en el campo, adentrándome con la cabeza

baja por el sendero blando. Había visto ya, a la izquierda, a un campesino que cavaba y me dirigí directamente hacia él. El me había visto ya y, desde debajo del ala sucia de su sombrero de paja, me miraba con recelo. Se acercaba la vendimia y todos estaban armados contra los ladrones de uva. El silencio de la tarde estaba interrumpido bruscamente por los resonantes disparos tirados al desconocido. Cuando estuve cerca del campesino, le miré. A sus pies, la tierra húmeda y arenosa aparecía removida con calma, y se preparaba para otros regalos. La tierra abierta me conmueve como un dolor, pero no podía por menos de repetir mi pregunta:

 

-¿Por qué hace esto?

 

El campesino me miró con sus ojos inquietos y repuso:

 

-Para que nazca el trigo.

– ¿Y para qué quiere que nazca el trigo?

-Para hacer pan.

-¿Y por qué tiene necesidad de hacer pan?

-Para vivir.

-Pero, ¿para qué vivir?

 

A esta pregunta el hombre bajó la cabeza y reanudó su paciente trabajo. El pie desnudo se apoyó de nuevo sobre el hierro, y la tierra se rompió y se hizo más oscura de repente. Repetí varias veces la pregunta, pero, como respuesta, sólo obtuve algunas malas miradas… El viento seguía riendo alrededor de mi cabeza. Me quité el sombrero y miré al cielo. Agucé el oído al sonido quejumbroso de la sirena de una fábrica. Tuve que volver a tomar el sendero y salir del campo. ¡Qué bella me pareció el agua en aquel momento! Anduve todavía un poco por la orilla, buscando con los ojos al tercer acusado. Los sauces, alineados en cuatro hileras, me acompañaban despacio e intentaban repetir las frases del viento. Había un prado cerca y, en el prado, una niña vestida de rojo estaba agachada cogiendo las últimas flores del verano. Yo deseaba solamente un ser,

pequeño o grande, que supiera hablar. ¿Qué me importaba todo lo demás? La niña era rubia, era pequeña, acaso era estúpida. Me bastaba que no fuera muda y no huyera. La llamé desde lejos, como se llama a los perros. Ella levantó su carita de las flores, me miró sonriendo y dio un paso o dos hacia mí. Apenas estuve a su lado, repetí la necesaria pregunta:

 

– ¿Por qué haces eso?

La niña no se hizo rogar y contestó en seguida:

– Para hacer un ramo a la Virgen.

– ¿Y por qué quieres hacer un ramo a la Virgen?

– Para que se acuerde de mí.

– Pero, ¿por qué quieres que se acuerde de ti?

– Para que me prepare un sitio en el Paraíso, cerca de Ella, para cuando yo esté muerta.

 

Bastaba traducir a lo absoluto las palabras de la niña rubia y eran una respuesta a lo que yo había preguntado. ¿Por qué actuaba de aquella manera la niña vestida de rojo? Para lograr el Paraíso. Vivía, pues, para prepararse a la muerte. Esta es una respuesta; una respuesta como no supieron darme los dos grandes ladrones del agua y de la tierra». O sea, el fin del hombre no son las cosas materiales, ni tampoco otra persona humana, ni siquiera la colectividad, la humanidad. Esas finalidades son tan chatas y pequeñas que no sacian el corazón humano. Venimos de Dios y sólo Dios puede darnos la felicidad. Y nos la da con la gracia santificante en esta vida que se convierte después en eternidad feliz.

La Voz de los Sin Voz XII

13 miércoles Mar 2013

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Sara: a mí lo que me asombra es la capacidad de engañarse a sí mismos, y a sus electores, que tienen los políticos. Rajoy prometió reducir “a la mitad” el número de altos cargos de la mastodóntica administración de Zapatero y cuando ha llegado al  poder, sólo los ha reducido en  un  10%. A seguir pagando impuestos injustos, para mantener a la casta política.

Juan: pues aún es más injusto lo que prometió el PP con el aborto y tampoco cumple. El asesinato de niños y niñas inocentes está anegando de sangre a España. Nos merecemos un castigo divino.

Salomé: hay que recordar machaconamente esto de la nueva casta política. En España se han contabilizado 445.000 políticos que viven de mi “trabajo”.  Más del doble por habitante de los que tiene Italia, y 300.000 más que Alemania. Comunidades autonómicas, ayuntamientos , diputaciones, observatorios, empresas con participación pública … todo vale para colocar a los colegas.

Santiago: Alguien españolito podría pensar  que nuestros políticos son los mejores preparados del mundo y que por eso, por asistir a un pleno al mes, en Madrid, percibe 750 euros netos mensuales. Pues no, los nuestros no son los mejores políticos del mundo. La política es la única profesión de España desde la ausencia de formación,  conocimientos y experiencia demencial. Zapatero y los suyos demostraron su manifiesta incompetencia. De los 245 asesores de Rajoy 68 carecen, no ya de estadios superiores, sino del más básico graduado escolar.

Judith: los políticos han traspasado las fronteras de clase, para  erigirse en casta. Como tal casta no pretende el bien común de la nación, sino someterla a su servicio. Lo demuestra el hecho de que son legión los familiares  que, políticos de todos los partidos y niveles, han colocado en cargos tan discretos como bien remunerados de Administración pública.

Pablo: es verdad nunca en España  se había conocido una corrupción, endogamia, nepotismo, impunidad, despilfarro, mediocridad, iniquidad… como en estos años de democracia. ¿Se sabe de algún partido que haya denunciado la corrupción de algunos de sus miembros? No es la actual crisis económica mundial, sino el actual sistema  partitocrático  y su casta dirigente, corrompida absolutamente por su poder absoluto, los que nos han abocado a la situación actual. Lean el artículo de Oscar Rivas en Razones España. La de enero-febrero.

José: indiscutiblemente, con Franco todo eso era muy distinto. Con el Generalísimo, España vivió un progreso económico, industrial y social nunca conocido en nuestra patria. Nunca los trabajadores habían participado de los bienes materiales de nuestra nación como durante su régimen político, levantado con los principios sociales y políticos enseñados por nuestra santa Madre Iglesia. Y le duela a quien le duela, es la verdad histórica que quiere borrar la nueva casta política agnóstica, atea y antiteo.

María: tenemos argumentos de que los que estamos viviendo es antinatural: abortos, divorcios, manipulación de embriones… la democracia es el totalitarismo impuesto a los pueblos por los partidos políticos. Como dicen unos gallegos que conozco, la democracia es el gobierno del demonio.

Magdalena: por hoy, vamos a terminar con unas palabras de Marcelino Menéndez Pelayo: “España, evangelizadora de la mitad del orbe, espada de Roma, luz de Trento, martillo de herejes, cuna de San Ignacio…esa es nuestra unidad y nuestra grandeza; no tenemos otra”

Magdalena Presidenta 

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"Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. (Salmo 127, 1)"

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"Es necesario que los católicos españoles sepáis recobrar el vigor pleno del espíritu, la valentía de una fe vivida, la lucidez evangélica iluminada por el amor profundo al hombre hermano." San Juan Pablo II.

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