Franco fue santo. Indiscutiblemente. Escribo en terminología paulina. La canonización de los santos es un atributo exclusivo del sumo pontífice. Francisco Franco Bahamonde fue un niño muy piadoso, un joven fervoroso -a los 18 años era adorador nocturno-, esposo fidelísimo, padre tierno y alegre, abuelo encantador y cariñoso, militar heroico, (la espada más limpia de Europa, como dijo Pétain). Fue un jefe de Estado católico, apostólico y romano. Las leyes promulgadas durante los cuarenta años de su caudillaje fueron siempre católicas, derivadas muchas del magisterio político y social de la Iglesia. Hoy las democracias actuales son antinaturales y anticatólicas. Franco, en su tiempo secundó siempre criterios y deseos de la Iglesia, actitud laudable en un católico. Cuando algunos tratan de descalificar a Franco por esos criterios, a quien descalifican es a la Iglesia misma. (Monseñor Guerra Campos).
He leído y oído muchas y gravísimas calumnias contra Franco en plumas y labios de impíos y también píos. Para mí, la última explicación razonable de esas condenas es de orden preternatural, luciferina. Satanás es el padre de la mentira. Y sus hijos mienten y calumnian de día y de noche. El Generalísimo ha sido el Jefe de Estado más alabado y honrado por la jerarquía de la Iglesia Católica -en vida y después de muerto- en todo el siglo XX y en siglos anteriores. Atacar a Franco y a su régimen político es atacar a la Iglesia y su doctrina social y política. Las manifestaciones elogiosas sobre Franco, en vida y después de su muerte, durante decenios por los Papas y los Obispos son tales- por su contenido, su unanimidad y su persistencia que difícilmente se hallará nada comparable en relación con ninguna otra persona en los últimos siglos (Monseñor Guerra Campos).
Desde su infancia hasta su muerte, Franco fue un extraordinario militante de la Iglesia Católica. Nadie como él defendió los derechos de Dios y de la Iglesia de Cristo. Su historia y sus obras no la podrán tergiversar y cambiar todos los enemigos juntos de Cristo y de la España Católica, fidelísima hija del Papa, tierra de María Santísima. El testamento del Generalísimo es el testimonio impresionante de un hombre santo: Españoles: Al llegar para mí la hora de rendir la vida ante el Altísimo y comparecer ante su inapelable juicio, pido a Dios que me acoja benigno a su presencia, pues quise vivir y morir como católico. En el nombre de Cristo me honro y ha sido mi voluntad constante ser hijo fiel de la Iglesia, en cuyo seno voy a morir. AMEN.
El Cardenal Arzobispo Primado de España, Marcelo González Martín, durante las exequias de Franco en 1975, dijo: Brille la luz del agradecimiento por el inmenso legado de realidades positivas que nos deja este hombre excepcional. Con gratitud que le debemos todos: la sociedad civil (casi pleno empleo contra los cinco millones de parados en democracia) y la Iglesia (treinta mil millones de pesetas en 1973 para levantar Iglesias, seminarios, emisoras de radio etc.). Todo cuanto mañana pueda ser perfeccionado encontrará sus raíces de su desarrollo en lo que se ha estado haciendo ayer y hoy en medio de tantas dificultades.
Todos los obispos españoles alaban la ejemplaridad de la vida de Franco, su amor a la Iglesia, la inspiración cristiana de su servicio a España. Así lo publicaron en sus Boletines oficiales de sus diócesis. Y la piedad y nobleza de las sencillas gentes de España, canonizó popularmente a Franco, como más tarde canonizó al Beato Juan Pablo II. El desfile de la inmensa muchedumbre ante el cadáver de Franco fue la canonización popular de Franco. Uno tras otro, españoles de todas las clases sociales, sobre todo humildes trabajadores y jóvenes aguardaron a la intemperie largas colas, a veces hasta diez horas, pasaron rosarios y estampas sobre el ataúd y lo besaron. Cuando a las 48 horas el desfile, incesante, hubo de ser interrumpido, había pasado medio millón de personas y eran innumerables las que esperaban (Monseñor Guerra Campos).
En 1975 muchos obispos apelaron a la intercesión celeste de Franco, lo mismo numerosos visitantes de su tumba. Entre estos, muchos sintieron revivida su fe adormecida. Los monjes del Valle de los Caídos atestiguan el hecho de abundantes conversiones. En 1988 el P. Garrido escribe: Su tumba sigue siendo venerada con gran fervor por grandes multitudes… he sido testigo de cómo su sepulcro es meta de continuas visitas y de oraciones fervorosas, incluso de gratitud por favores recibidos gracias a su intercesión.
Las manifestaciones laudatorias a Franco de Papas, Cardenales y Obispos antes y después de su muerte; el grito clamoroso silencioso del pueblo español ante su cadáver, reclaman el inicio del proceso de beatificación y canonización del último Jefe de Estado católico, apostólico y romano.
P. Manuel Martínez Cano, mCR
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Los enemigos de Franco pueden dividirse en tres grandes grupos; los DESAGRADECIDOS, los DESGRACIADOS y los MISERABLES.
Los DESAGRADECIDOS, quienes a la sombra de Franco vivieron cómodamente gracias al estado del bienestar creado sobre una España arrasada. Hoy, algunos de sus hijos más incompetentes forman la insaciable casta política y sindical de uno y otro color.
Los DESGRACIADOS, por vivir en la ignorancia de todo esto y alimentarse sólo de las mentiras de los DESAGRADECIDOS.
Y los MISERABLES quienes, conociendo la historia, la tergiversan.
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Condenan a Franco y no a todos los muertos , entre ellos sacerdotes, a manos de los comunistas!