Ildefonso Rodríguez Villar
Puntos breves de meditación
sobre la vida, virtudes y advocaciones litúrgica
de la Santísima Virgen María
26ª edición, Valladolid, 1965

maria

Interior. -En general, la modestia es la, virtud que regula todos los actos externos, dándoles la debida compostura y decoro… y presentándoles así a los ojos de los demás, como algo digno, noble y hermoso. -Pero la modestia exterior necesariamente ha de proceder de la interior, que consiste en moderar y dirigir los movimientos desordenados del alma según la divina voluntad. La modestia exterior se puede fingir y será entonces un acto más de repugnante hipocresía… La modestia interior es la única que puede dar vida a la modestia exterior. -No debes, por tanto, tratar de conseguir una apariencia de modestia…, una modestia postiza y mentirosa, con posturas y ademanes externos que así lo indiquen… y luego dejará tu corazón que sea víctima de las bajas inclinaciones de la concupiscencia.

Cuando la modestia verdadera existe es tal la unión que se da entre la exterior y l~ interior que la una no va sin la otra, y las dos se ayudan mutuamente, de suerte que la compostura exterior debe proceder siempre de un interior perfectamente compuesto y ordenado… y la interior encontrará, su mejor defensa y sostén en la exterior. San Francisco de Sales, lo explica con esta comparación: «Como el fuego produce la ceniza… y la ceniza sirve admirablemente para sostener y conservar el fuego…, así sucede con estas dos modestias, que la interior produce la exterior, y ésta mantiene y conserva la interior de donde brotó.»

Esta modestia interior, es de dos clases: Una, que frena los movimientos de la concupiscencia y los actos internos del entendimiento… de la imaginación y de la voluntad, que nos llevan al pecado de impureza…, y otra modestia es la que modera los movimientos del alma, que tienen relación con la soberbia y la vanidad… Así, cuando alabamos a una persona, decimos que no queremos herir su modestia… y otras veces admiramos la modestia de personas que por sus méritos…, sus virtudes…, su excelencia, podían darse más importancia. -Esta modestia, como se ve, prácticamente se reduce al ejercicio de la humildad verdadera…; por eso el alma humilde, necesariamente ha de ser modesta interior y exteriormente. En cuanto a esta modestia, ya ves que nadie ha podido compararse con la Santísima Virgen; nadie con más méritos, virtudes, santidad, excelencia y grandezas divinas… No obstante, ¿quién más sencilla…, afable…, caritativa…, pobre y humilde que Ella? -Y, por tanto, ¿quién más modesta en cuanto al desprecio que hacía de la importancia de su persona y de su propia excelencia?… y en cuanto a la modestia opuesta a la concupiscencia, ¿dónde encontrar un orden más completo…, una sumisión más perfecta de todos sus pensamientos, afectos y amores a la regla de la razón y ésta a la de la voluntad de Dios?…

Exterior. -pero veamos ya en concreto reflejada esta modestia interior en los actos exteriores de nuestro cuerpo y principalmente en los siguientes:

En las palabras: Imagínate cómo serían las de la Santísima Virgen, que estaba persuadida de no ser sino la última de las esclavas del Señor…, palabras de edificación y de modestia encantadora…, si considera, henchida de gozo, los beneficios inmensos que el Señor la ha hecho; a Él dirige su agradecimiento y sus alabanzas… y se espantara de que el Todopoderoso hubiese puesto sus ojos en «la miseria de su esclava»… Ingenuamente…, firmemente estaba persuadida de la falta de méritos por parte suya y por eso ¡cuán lejos estaba en sus palabras, de atribuirse nada a sí misma! -Aprende de Ella esa modestia en el hablar…, tanto en el tono de la voz, no queriéndote imponer con gritos ni con palabras nerviosas y excitadas…, como en la sencillez y caridad de tus expresiones.

A imitación de Ma­ría, evita las palabras duras…, bruscas…, malsonantes. -Mira el lenguaje de tu Madre, todo tranquilo, afable, discreto humilde…, haciéndose simpática y, atractiva por la dulzura de su voz…, por la bondad…, pureza…, caridad y hasta alegría santa de sus palabras. -Cuida en especial, de las disputas y altercados, donde aunque tengas razón, debes moderar tu juicio propio…, cediendo, sin ser pertinaz ni tener cabeza dura…; es mejor ceder y callar con modestia, que salir triunfante con terquedad y soberbia.

No está reñida con la modestia la sana alegría que en cuentos, chistes, pasatiempos y hasta bromas se manifiesta… Pero, ¡ah!, qué fácil es, en todo esto, pasar los límites de la corrección y de la modestia. -Recuerda lo dicho ya en otra ocasión de que las leyes de urbanidad y los principios de la buena crianza, están en completo acuerdo con lo que dicta, en estos casos, la modestia.

En el vestido y en la habitación. –La pobreza de la casa de Nazaret, propia de una obrera, hace que en ella todo sea humilde y modesto en último grado… La sencillez y modestia de su vestido, mídela por la extrema necesidad de Belén y verás cómo ni en casa de Ma­ría, ni en su ajuar y vestido, encontraras nada que huela a lujo…, a afectación de su persona…, a comodidad de ningún género. En sus viajes no usará carruajes, ni aun los más modestos entonces… El Evangelio no dice más que fue, por ejemplo, a Judea, con gran prisa…, pues la urgía la caridad… Esa era se preparación y su equipaje…, un pobre envoltorio de ropa y mucho amor de caridad, para con Dios y para con el prójimo… ¡Qué ejemplo de sencillez y modestia!

No es modestia la suciedad la falta de aseo…, el desarreglo en el vestido antes bien, puede darse la modestia en medio de una sobria elegancia con tal que ésta sea conforme a tu estado…, a tu condición… y a las circunstancias que te rodean pero nunca será compatible con ella el lujo la vanidad de los trapos… y menos aún cualquier defecto, por pequeño que sea, en materia de honestidad.

Ten cuidado excesivo en este último punto y no olvides, que en la Iglesia y en la calle…, en público y en privado, debes vestir siempre modestamente. -Es intolerable el permitirse, para estar en casa, trajes impúdicos o al menos muy libres…; no hay pretexto ni razón que puedan autorizar esto… La modestia debe acompañarte en todos los instantes de tu vida.

En los modales. -Esto es, en todos tus actos exteriores que realizas ante los demás… Modestia en el semblante y particularmente en sus ojos, no ya sólo para evitar las miradas pecaminosas…, sino aún esa excesiva curiosidad de quien todo lo quiere ver y atisbar… Modestia en las posturas al andar…, al sentarte, no buscando precisamente lo más cómodo, sino lo más conveniente… Modestia en todos tus movimientos, evitando todo lo que sea liviandad y desenvoltura… y muchísimo más todo lo que no sea decoroso y digno.

Acostúmbrate a esta modestia, aun estando a solas, para que así naturalmente la practiques ante los demás. -Es muy conocido el caso de San Francisco de Sales, quien observado cuando se encontraba solo en su aposento, guardaba, no obstante, los más pequeños preceptos de la compostura y de la modestia. -Siempre obraba como si le vieran los ángeles del Cielo y en presencia de Dios.

Mira especialmente todo esto en la Santísima Virgen y verás un conjunto admirable de todos sus actos ejecutados con aquella naturalidad…, sencillez…, franqueza… y a la vez delicadeza…, honestidad… y circunspección propias de la santa modestia. -Examínate un poco en esta materia, y pregúntate cómo guardas la modestia interior de tu corazón… y la exterior de tu cuerpo y de tus modales todos.