lourdesObra Cultural

En Lourdes, durante las apariciones de la Santísima Virgen, nadie veía nada, nadie oía nada, sino Bernardeta que miraba en dirección de un agujero de la roca, a las afueras de la villa, en la Masse-Vieille, allí donde se juntan el Gave y el canal. Nadie veía ni oía nada, pero todo el mundo seguía a Bernardeta. La muchedumbre aumentaba cada día. El rincón más tranquilo de la región había llegado a ser el más frecuentado. Las autoridades se preocuparon. Creían que el orden se veía amenazado. Movilizaron a los agentes municipales, a la gendarmería del distrito e incluso al ejército. Sabían que Bernardeta Soubirous había prometido a la Visión ir a la Gruta durante quince días seguidos.

Uno de esos días, el 25 de febrero, la Visión -que aún no había declarado su nombre- dijo a Bernardeta: «Vete a beber en la fuente y a lavarte en ella». Bernardeta buscó en vano la fuente y comenzó a caminar hacia el Gave. La Visión entonces le hizo una señal con el dedo. Más tarde escribió Bernardeta: «Yo no vi sino un poco de agua sucia que parecía barro. Llevé a ella la mano y no pude coger agua… Me puse a escarbar. Entonces pude coger agua. Tres veces la arrojé. A la cuarta pude beber». Sabemos que el agua corrió al principio fangosa, que luego aumentó y clareó. Este es el origen de la famosa fuente de la Gruta de Lourdes, por la que tantas gracias ha derramado la Madre de Dios.

En realidad el suelo de la Gruta estaba húmedo y dejaba filtrarse el agua que venía de la roca; como lo comprobó la investigación de la Comisión Episcopal y lo reconoció la orden escrita en 1862. Bernardeta no hizo sino desescombrar el lecho de esta fuente, cuya cantidad de agua fue aumentando en cantidades considerables, aunque nunca de manera desbordante. Luego que los espectadores vieron a Bernardeta beber del agua y observaron que 10 hacía por mandato de la Visión, entraron en ganas de imitarla y sintieron saludables efectos con su uso. Se habló enseguida de la  fuente milagrosa de Massabielle.

Mientras tanto, algunas iniciativas populares inteligentes y espontáneas trataron de dar solución a las dificultades. El agua de la fuente se iba por el suelo por caminos  indecisos formando barro, por lo que era difícil recogerla y beberla. Desde los primeros días, cuenta el guarda Vergez, «Martín Tarbes, carrero, comenzó a hacer un pequeño canal; Domengieux, el ebanista, le ayudó». Hacia el 10 de abril construyeron un depósito rudimentario y colocaron en el centro una media caña de corteza de haya para que se pudiera beber.

En 1948 se observó que la cantidad de agua de la fuente daba señales de debilidad y cada año iba disminuyendo. El señor obispo de Tarbes y Lourdes, monseñor Théas, ordenó se hicieran estudios para determinar las causas de este acortamiento de caudal. Efectuados trabajos muy importantes, permitieron captar definitivamente todo el caudal de la fuente, ponerla al abrigo de toda mezcla externa y permitir que el agua se decante antes de encaminarse a los grifos y piscinas. Glarens, director de la Escuela Superior de Lourdes, escribe refiriéndose al agua de la Gruta: «Se exalta el valor del agua que sale de la roca como si hubiera obrado, desde hace algunos días, algunas curaciones. También se ve que acude cada día gran número de personas con botellas para llenarlas». El cura párroco escribía a su obispo el 15 de marzo: «…Tenemos en Lourdes un chico de quince años, que tenía los ojos muy malos, los llevaba siempre vendados. Se ha lavado con el agua de la Gruta. Hoy tiene los ojos en buenísimo estado. Lo he visto yo. Su madre dice que es un milagro».

Todos querían beber, todos querían lavarse en el agua de la Gruta. Y no tardó en llegar el primer inesperado bañista. Se lo cuenta a su obispo el señor cura párroco Peyramale el 28 de mayo de 1858: «…el concurso es siempre el mismo. Ayer pudo observarse cómo un pobre hombre no sólo se lavó, sino que literalmente se baño en el agua de la Gruta. Al preguntarle si no se había muerto de frío, contestó que no había sentido el frío del agua». Tal fue el primer baño. El hecho original formó escuela. El mismo párroco contestaba así a un sacerdote belga, el 8 de junio: «El concurso a la Gruta es considerable. El último jueves habría unos 6.000 forasteros. Vienen a tomar agua en una fuente del interior de la Gruta y se cuentan curaciones maravillosas atribuidas al uso de esta agua».

Con la efervescencia que causaban las continuas curaciones, surgieron, por parte de las autoridades administrativas, episodios que con el tiempo sirvieron para cubrir de sonrojo a sus apasionados autores. El analista señor Pailhasson, farmacéutico de Lourdes, dijo que el agua de Massabielle era sencillamente mala. Después, al no poder explicar algunas de las curaciones obtenidas, afirmó que no la analizó, y que si dijo lo que dijo fue para que la gente cogiera miedo y no fuera a la fuente. El alcalde de Lourdes, señor Lacadé, encargó que analizara el agua el farmacéutico de Trie, señor Latour, que era consejero general y que estaba horrorizado de las supersticiones producidas en Lourdes. Creyó que todo volvería a su cauce si las curaciones podían adjudicarse a las propiedades naturales del agua. De ahí que dijo en resumen: «Esta agua es muy ligera, fácil a la digestión, imprimiendo a la economía animal una disposición favorable al equilibrio de la acción vital. La ciencia médica no tardará en reconocerle propiedades curativas especiales que podrán hacerla clasificar en el número de aguas que forman la riqueza mineral de nuestro departamento». ¡Qué alegría la del alcalde! Lourdes, con su riqueza de aguas minerales, igualaría a las aguas termales de Cauterets y de Bagneres. El 15 de junio el alcalde expuso al Consejo Municipal el descubrimiento del agua que, según el análisis del señor Latour, tenía virtudes curativas especiales. Como la villa tenía gran interés por conocer los principios constituyentes del agua y sus propiedades particulares, pidió autorización para someterla de nuevo a análisis. El Consejo concedió al alcalde la autorización para que la analizara el químico señor Filhol, quien dio el resultado siguiente: agua común o corriente.

Ante estos resultados, las autoridades reaccionaron con toda la falta de lógica. El alcalde de Lourdes, después de recibir una orden del prefecto Massy, publicó un bando en el que se prohibía tomar el agua de la fuente de la Gruta y se ordenaba clausurarla para que nadie se atreviera a acercarse a su interior. El malestar que este bando suscitó en la villa y en los forasteros que acudían a la Gruta, se puede imaginar.

Al cabo de un siglo, cuando las pasiones antirreligiosas no empañaban a investigadores y analistas, cuando el pueblo lourdano había ya escrito a plena luz la gran epopeya de la Virgen Inmaculada, se volvió a examinar con toda escrupulosidad el agua de Massabielle. El profesor Prévost, jefe del Instituto Pasteur de París, realizó en 1948 una serie de análisis bacteriológicos comparados del agua de la fuente de Massabielle, del agua del río Gave y del agua de las piscinas. Los resultados fueron los siguientes:

  1. Agua de la fuente de Massabielle, tomada en recipientes esterilizados: Número de bacterias: 10 por cm3. Determinación de las mismas: Pseudomonas, especialmente patógenas. Inyección a una cobaya: 5 cm3 intramuscular: ningún síntoma. Es un agua de fuente muy pura, con la flora bacteriana habitual en tales fuentes.
  2. Agua de la piscina de hombres: 16 de septiembre al mediodía. Número de bacterias: 4.500 por cm3. Determinación 30 % colibacilos – 25 % estafilococos dorados – 10 % estreptococos piógenos -10 % Bacillus subtilis – 10 % Klebsiella – 5 % Pseudomonas de las que Ps eruginosas, algunas Proteus vulgaris y bacterias indeterminadas. Después de una mañana de muchas inmersiones, el agua se halla muy inficionada.
  3. Agua de la piscina de hombres: 1O octubre, por la mañana después de algunas inmersiones. Número de bacterias: 400 por cm3 con la misma determinación de la toma anterior. Inyectados 5 cm3 de esta agua a un cobaya lo pone muy malo, pero cura en diez días. Así que el agua de las piscinas viene a inficionarse a prorrata de las inmersiones, como en todas las piscinas del mundo.

Conclusiones biológicas.

En este rincón de tierra privilegiado, las leyes de la biología se manifiestan con un rigor implacable, como si el milagro estuviera ausente allí: una fuente de monte purísima, como todas las de montaña; piscinas que se manchan cuando y a proporción que en ellas se baña la gente. Nada hay que distinga la hidrología de Lourdes de la hidrología de las demás poblaciones del mundo que se hallan en sus circunstancias.

Conclusiones filosóficas

Y, no obstante, cada año en Lourdes -en sus aguas- se verifican curaciones: curaciones corporales inexplicables; curaciones espirituales, innumerables, pero igualmente inexplicables, al menos para las leyes biológicas.

El milagro escapa al análisis: lección maravillosa de humildad para el biólogo. El agua de la fuente no es antiséptica, ni antibiótica, deja que los microbios patógenos se desarrollen en ella como si no fuera milagrosa. Cuando cura, no lo hace con el mecanismo y el porcentaje de las substancias terapéuticas. Exactamente como si el milagro no se hallara en ella, sino en aquel que cura y paralelamente o proporcionalmente a la calidad de su fe. Pero hay que ir a ella. El milagro está en el milagro; el agua de la fuente no es sino la señal que lo materializa.