Los enemigos del alma son el mundo, el demonio y la carne. Los enemigos de la Iglesia son los mismos. «El humo de Satanás -sus errores y perversiones- ha entrado en la Iglesia».
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Dicen que los tiempos cambian. No. Mejoran los hombres inspirados por el Espíritu Santo. Se corrompen los hombres que se dejan arrastrar por el diablo.
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El Vaticano II promovió el ecumenismo que muchos confunden con el sincretismo, el secularismo y «too el mundo es güeno».
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Muchos hombres públicos encubren su cobardía con gestos y palabras grandilocuentes. Dan el espectáculo. Y los demás ríen.
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Sin la Sagrada Escritura. Sin el Magisterio de la Iglesia no se puede saber qué es una persona: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza.» (Gén. 3)
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No hay un partido en el Parlamento que defienda la ley de Dios: y en la Iglesia ha entrado «el humo de Satanás»: «El hijo de la perdición se instalará en el templo de Dios, proclamándose el mismo Dios.» (2ª Tes. 2, 4)
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Mossén Ricard decía que lo mejor que hizo Lutero fue salir de la Iglesia. Los “luteranos-católicos” permanecen dentro para corromper la fe y costumbres de la Iglesia.
