Mientras la madre cierra la puerta del coche, su hija de dos años, cumplidos la semana pasada, entra en la portería de la casa y grita: “¡Aquí no!”.
La madre se adelanta y ve a su bebé con el brazo extendido y señalando con el dedo a una parejita que está haciendo manitas, mirando a su hija asombrados.
“Hablarán las piedras”, dijo Jesús. Y los bebés.
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Señores agentes de pastoral familiar, hoy se habla y escribe mucho de la corrupción política, de la corrupción de costumbres y otras muchas más.
Pues bien, pregunto los matrimonios casados por la Iglesia que se divorcian y vuelven a vivir con otro hombre y otra mujer ¿no corrompen el matrimonio? Corrupción matrimonial que impide comulgar a esas personas, porque son pecadores públicos, corruptos. ¿Es así? Porque se dicen y escriben ideas malignas.
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A mi entender, es un gravísimo error creer que, por qué son más las cosas que nos unen, que las que no separan, debemos unirnos con los protestantes y otras religiones. Porque lo que nos separa son cosas reveladas por Dios en la Sagrada Escritura, enseñadas por Jesucristo en el Evangelio y declarados dogmas de fe por la Iglesia Católica.
Todos debemos predicar las verdades eternas.
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Me ha parecido oportuno recordar, en estos tiempos de confusión, mediocridad y relajación estas palabras de Santa Teresa Jornet: “Servir los cuerpos para salvar almas”.
Santa Teresa de Jesús lo dice bien claro: “Al final de la jornada quién se salva sabe y el que no sabe nada”.
Las dos santas españolas, nos acaba de recordar que lo único importante es salvar el alma, para ser eternamente felices en el cielo.
