• jesusLlegar a ser sacerdote es más que alcanzar a ser Ministro del Gobierno, Rey y Emperador de toda la tierra, ya que: “El Sacerdocio es una profesión deífica (de rango divino, que supera a todo rango humano y angélico), y no hay aquí abajo nada más excelente” (San Ambrosio).
  • Aunque los sacerdotes sean pobres en bienes temporales y exteriormente lleven una vida de gran humildad sin ostentaciones como las de muchos hombres destacados de la sociedad, su dignidad, empero, es mayor que la de todos, porque: “El Sacerdocio es la cima de todas las dignidades y títulos del mundo” (San Ignacio Mártir).
  • Poseen una dignidad superior a la de los más encumbrados Serafines, porque: “¡Oh, qué cosa más tremenda es, aun para los Ángeles, la dignidad sacerdotal (puesto que, como los Ángeles ven las realidades espirituales, se dan cuenta de la verdad bíblica que expuso el sacerdote San Pablo, cuando dijo: “Vivo yo (físicamente); mas ya no yo (místicamente), sino que (místicamente, o en sentido divino-trascendental, causado por la Ordenación sacerdotal, para siempre o imprimiendo ello carácter sacramental eterno) es Cristo quien vive en mí”, (Gal. , 2, 20); motivo por el cual San Francisco de Asís, que no desconocía este misterio, afirmó rotundamente que, en el caso de presentársele un sacerdote y un ángel, cualquiera que éste fuera, saludaría antes al sacerdote; llegando Santa Catalina de Sena al extremo de tenerse por indigna de incluso besar las huellas de los sacerdotes, por considerarlas como huellas o pisadas del mismo Cristo, Dios y Hombre verdadero, quien místico-sacramentalmente se identifica con todo sacerdote, aunque muchos no tengan visiblemente casi ninguna belleza física y hasta no carezcan de algunos humanos defectos)” (San Juan Crisóstomo).
  • Dicha dignidad está, como a una distancia de años luz, respecto a toda otra profesión de los hombres, porque: “El don de la dignidad sacerdotal sobrepasa toda comprensión” (San Efrén).
  • 0 Dios concede a los sacerdotes una dignidad muy semejante a la de la Santísima Virgen María, Reina de Cielos y Tierra, porque: “¡Oh , sacerdote, tú -que místicamente eres Alter Christus, es decir, otro Cristo, cuyo oficio suples o desempeñas para salvar y santificar las almas- eres digno de toda veneración, porque igual que en el seno de María, el Hijo de Dios se encarna en tus manos (que, en otras épocas, todas las gentes las besaban, cuando se acercaban a ellos)” (San Agustín).
  • Esto que acabamos de decir no es una simple, aunque gran ponderación de referido Doctor de la Iglesia, porque: “Así como Me hice hombre en el seno de mi Santísima Madre (en lo cual estriba principalmente la gran dignidad a que fue elevada María Santísima), así también renuevo mi Encarnación cada vez que se celebra una Misa” (El Señor al Beato Alano).
  • Todo sacerdote, sobre todo si en la Misa tiene intención de glorificar con ella todo lo más posible a Dios, adquiere méritos equivalentes a infinidad de obras buenas, y aun todavía ilimitadamente más, pues: “Todas las buenas obras reunidas no equivalen al Santo Sacrificio de la Misa, porque son obras de los hombres, mientras que la Misa es obra de Dios. El martirio -por ejemplo- no es nada comparado con la Misa. porque aquél -aunque sufrido en gracia- es el sacrificio que el hombre hace a Dios de su vida: más la Misa es el sacrificio que Dios hace de su Cuerpo y de su Sangre por amor al hombre” (Santo Cura de Ars.).
  • El sacerdote en la Misa realiza una obra parangonable con la del Creador, pues: “El poder de mi Padre es tan grande que creó el Cielo y la tierra de la nada; pero el del sacerdote es tal que hace nacer al Hijo de Dios mismo en la santa Eucaristía, y por este Sacramento y este augusto sacrificio, el tesoro de la salvación pasa a manos de los hombres” (El Señor al Beato Alano).
  • Deberías afrontar con gusto toda suerte de sacrificios con tal de llegarse a ser sacerdote, aun cuando sólo fuera para poder celebrar una sola Misa, porque: “Con una sola Misa un sacerdote honra más a Dios que -como ya en el Cielo, sin méritos propios- todos los santos y ángeles unidos a la Virgen María hayan podido hacerlo, porque la adoración celestial no puede tener para Dios el valor infinito que la del sacerdote celebrando – todavía en estado de libertad meritoria- ante el altar” (San Alfonso María de Ligorio).
  • Una cosa es asistir a Misa y otra celebrarla ministerialmente, ya que esto último supone no sólo permanecer junto a Cristo en los templos, sino ser o quedar el sacerdote transformado o identificado místico-ministerialmente con el mismo Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, en mayor grado sin comparación a como todo sacerdote es místicamente uno con Cristo o Alter Christus en momentos en que no administra Sacramentos ni celebra el Sacrificio Eucarístico. Hay que saber distinguir conceptos para poderse entender lo que enseguida diremos, puesto que la unión o identificación místico-ministerial de los sacerdotes con Cristo realza evidentemente el sacerdocio a nueva dimensión infinita inaccesible a quienes carecen de ordenación sacerdotal e incluso a quienes siendo sacerdotes no celebraran la Santa Misa, “porque el sacerdote, ofreciendo – ministerialmente con todo lo que ello supone – a la veneradísima Trinidad la Persona del Hijo en el Sacramento, ofrece -transformado místico-ministerialmente en Cristo, obrando así ya por Él en Dios y como Dios – Dios a Dios, y, por consiguiente. le ofrece -inmensamente más o de modo infinitamente superior a como lo pueden hacer los asistentes a Misa- loor infinito. Los Ángeles (por carecer de ordenación sacerdotal) y toda la Corte celestial (debido a que ya en los Cielos no pueden realizar buenas obras con libertad meritoria, según vimos lo dedujo también San Alfonso María de Ligorio), por más servicios que hagan a Dios. por más gloria, alabanzas y contentamientos que le den, no dan ni ofrecen- tal y como acabamos de indicarlo o con unión místico-ministerial de los sacerdotes en Cristo, obrando así ya por Él en Dios y como Dios – Dios a Dios, y, por consiguiente. que es todo poco o nada respecto de esta divísima ofrenda en la cual se ofrece -por ministerio de los sacerdotes de la tierra, todavía de forma tan extraordinaria y con meritoria libertad sacerdotal- el mismo Dios” (Fray Juan de los Ángeles).
  • No es extraño, por tanto, que todo sacerdote que no se parezca a Judas Iscariote, sino que logre salvarse, obtenga en el Cielo un trono de gloria acorde con su dignidad, es decir muy por encima del de todos los otros santos que fueron seglares, exceptuando sólo aquéllos que por haber favorecido mucho a Cristo, cual San José y la Virgen María, o a los sacerdotes, merezcan coparticipar la gloria de éstos, ya que quienes practiquen la caridad respecto a un profeta, sacerdote, etc., en atención a que es profeta, etc., recibirá premio como de profeta, etc. (Mt., 10, 41). Véase además ahora lo que hizo saber el Venerable P. Luis María Baudoin (1765-1835), cuando ocho días después de su muerte, se apareció durante la Misa al P. Villain, y le dijo: “Sacerdote del Señor, tu dignidad (de rango divino) es tan grande como la felicidad de que estoy gozando… Celebra siempre dignamente (en gracia de Dios; conviniendo añadir intenciones muy fervorosas en orden a ofrecer reparación por todos los pecados, pedir la conversión de todos los pecadores. alcanza la liberación de todas las almas del Purgatorio, conseguir la más alta santidad y gloria de todos, etc.) para poder entrar un día en esta Divina Mansión (Morada de Cristo o Seno del Padre, (Jn. 1, 18); prometida a los Apóstoles y sus sucesores los sacerdotes. (Jn. 14, 2-3); (Apoc. 3, 21). En el Cielo están los sacerdotes (debido, básicamente a su deifica o superseráfica dignidad) por encima de los nueve coros de Ángeles y de ahí puedes juzgar las virtudes de que (siquiera por inmenso agradecimiento a Dios) debe estar investido todo sacerdote.
  • Todo lo que llevamos dicho señala la semejante y elevadísima dignidad y gloria de las Religiosas o mujeres que. no pudiendo ser sacerdotes, se decidieron valientemente a servir a Dios siendo Vírgenes, llegando a ser así místicas esposas de Jesucristo, el cual, por ello, las hace coparticipar de su dignidad y de todo lo que le pertenece; motivo por el que dijo el Señor a la benedictina Santa Matilde (1241-1298): “Con tres privilegios honro a las vírgenes sobre los demás Santos (que no sean también vírgenes, como de hecho lo son los sacerdotes que observan celibato y se los ve en el Apocalipsis, XIV, 4, como los primerísimos entre los bienaventurados); el primero es que las amo más que a toda criatura…; el segundo privilegio es que las enriquecí sobre todas las demás criaturas, porque les cedí todos mis bienes y todos mis sufrimientos como herencia suya; y el tercero consiste en que sobre todos los demás las glorifiqué” (Revelaciones de Santa Matilde. 1ª Part. Cap. XI). Cosa que cabe aplicar además a las Religiosas y Religiosos legos que, sin estudios ni sacerdocio, sirven a Dios en estado de virginidad dentro de las Casas Religiosas, dedicándose a tareas de jardinería, limpieza, huerta, cuidado de enfermos, catequesis y mil otras ocupaciones fáciles; para las que casi todo hombre y mujer suele tener aptitud y vocación, pudiendo ser admitidos sobre todo si gozan de buena salud, honradez y edad juvenil, pues se necesita mucho personal de éste para algunas Diócesis, Monasterios, Congregaciones, etc., sobrecargadas de trabajos.
  • Debemos añadir que la profesión sacerdotal es compatible con muchas otras, porque se puede ser además, al mismo tiempo, maestro o profesor, abogado, periodista, catedrático, médico y casi todo lo otro bueno que se puede ser en este mundo, pues conocemos a un sacerdote-misionero español que es hasta Ingeniero. Agregaremos que algo semejante puede afirmarse acerca de las Religiosas, ya que no sólo las hay de las que se parecen a la referida Santa Matilde, a Santa Clara, Santa Teresita, etc., que se dedicaron de lleno casi sólo a Dios en sus Monasterios mereciendo una enorme gloria celestial, sino que existen otras que de modo muy especial trabajan como Profesoras de Colegios, Enfermeras , Misioneras en el extranjero , Editoras, impresoras y hasta escritoras de revistas y libros (como lo fue Santa Teresa), bordadoras y confeccionadoras de mil otras cosas, pues se dedican, según las circunstancias, a casi todo lo que puede dedicarse toda mujer honrada, puesto que las hay que incluso pilotan avionetas en los extensos territorios de países de Misión. ¡Qué trabajos tan hermosos y de inmensa rentabilidad eterna!
  • ¡Oh persona que lees todo esto! Si eres sacerdote o religiosa, da muchas gracias a Dios. Y si no lo eres, puede ser que tengas vocación por no haber con traído matrimonió ni carecer de otras condiciones fáciles y necesarias, que te podrán indicar los sacerdotes. Medítalo bien por la importancia que ello tiene para la eternidad. a fin de que alcances una aventajadísima gloria en el Cielo. Y si de momento notases que no tienes vocación sacerdotal ni religiosa, pídesela al Señor, porque, como dijo Cristo en el Evangelio: “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque quien pide recibe, quien busca halla y a quien llama se le abre” (Mt. 7, 7-8)