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Barcelona señalada por el dedo de Dios

«No me habéis elegido vosotros a Mí, sino Yo os elegí a vosotros.» (Jn. 15, 16). Estas palabras de Jesús a sus Apóstoles y a todos los que habían de ser sus discípulos a través de los tiempos, se pueden aplicar también a los pueblos. Y así Barcelona, de forma claramente providencial, ha sido escogida por Jesucristo para, desde la cúspide de su monte más alto, el Tibidabo, sentar cátedra y operar a su estilo, esto es a lo divino. El Tibidabo había de ser foco irradiante de luz, pararrayos de la justicia divina, fuente inagotable de gracias, refugio y fortaleza de los cristianos, mensaje y pregón para todos los pueblos, manifestación perenne del amor misericordioso de Dios a los hombres, sintetizado en la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Esta elección exige nuestra vibrante y generosa respuesta y un compromiso de fidelidad a nivel personal y específicamente a nivel social.

Pero veamos el origen del actual Templo Expiatorio Nacional del Tibidabo. El 9 de abril de 1886 San Juan Bosco, fundador de los salesianos, se dirigía a Barcelona desde Turín. Durante el camino una voz misteriosa le iba repitiendo: «Tibidabo, Tibidabo». («Te daré, Te daré»). «¿Qué me querrá dar el Señor?», pensaba don Bosco. Barcelona le dispensó un recibimiento apoteósico. A su paso fueron multiplicándose los prodigios. La víspera de su partida, el 5 de mayo, quiso despedirse de la Patrona de la ciudad, la Virgen de la Merced. Aquí le aguardaba una sorpresa al final de la ceremonia; los propietarios de la cumbre del Tibidabo se adelantaron al presbiterio y entregaron al santo un artístico pergamino por el cual le cedían la propiedad de la misma para que allí se construyera una ermita dedicada al Sagrado Corazón, que detuviera el brazo de la justicia divina y atrajera las bendiciones de Dios sobre la ciudad y sobre toda España. Al escuchar tal ofrenda, el rostro de San Juan Bosco se iluminó y exclamó: «Católicos barceloneses, vosotros sois en este momento instrumento de la divina Providencia. Sobre el Tibidabo se alzará no una ermita, sino un gran templo que dará mucha gloria a Dios y será testimonio de la fe del pueblo español». Y relató a los circunstantes, con lágrimas en los ojos, lo que le había sucedido en el viaje. Es significativo que la donación se realizara precisamente a los pies de Nuestra Señora de la Merced.

Primera semilla y árbol frondoso

En 1886 se construyó una pequeña capilla, de estilo gótico, dedicada al Corazón de Jesús, que fue bendecida el 30 de mayo. La afluencia de fieles era incesante. En forma ya institucional nació la «Romeria del Ram». El lunes de Pentecostés del año 1887 unos cuantos jóvenes obreros tomaron la iniciativa de subir andando al Tibidabo para rezar ante la capilla. Por el camino iban recogiendo ramos que luego depositarían ante la ermita. Se citaron para los años siguientes y en 1906 la romería quedó definitivamente constituida en forma orgánica. Su insignia es un Sagrado Corazón con los brazos abiertos sobre una cruz bizantina, con las palabras: «ADVENIAT REGNUM TUUM. Romería del Ram». Nunca se ha interrumpido; incluso durante los años del dominio rojo siguieron apareciendo en este día ramos ante las puertas del Templo profanado.

Después de numerosas vicisitudes y de varios intentos para destinar aquel santo lugar a fines profanos, concretamente una casa de juego, el 28 de diciembre de 1902 se colocó la primera piedra. En 1909, coincidiendo con la Semana Trágica de Barcelona, doña Amelia Vivé de Negra, María Victoria, lanzó la consigna: «La expiación para el sacrificio». En carta abierta publicada en varios periódicos propuso a las señoras de Barcelona el sacrificio del sombrero de moda. Los sacrificios se multiplicaron por toda España: viajes, cine, tabaco, juguetes, postres, golosinas, excursiones, fútbol… El Tibidabo desde entonces no busca limosnas sino sacrificios. «Sacrificios con repercusión económica», en palabras del doctor Marcelino Olaechea. Con estos sacrificios se fue levantando el templo del Tibidabo, al tiempo que tomaba forma su ideario espiritual, centrado en el culto al Amor de Dios, simbolizado en el Corazón de Cristo, con espíritu reparador y expiatorio. En 1911 el Congreso Eucarístico Internacional, celebrado en Madrid, imprimía definitivamente su carácter, al declarar: «EL CONGRESO HACE VOTOS PARA QUE, COMO FRUTO DE ESTA GLORIOSA ASAMBLEA, SE PROPAGUE POR TODA ESPAÑA LA IDEA DEL TEMPLO NACIONAL EXPIATORIO DEDICADO AL ‘SAGRADO CORAZÓN EN EL TIBIDABO, A FIN DE QUE TENGAMOS CUANTO ANTES NUESTRO MONTMARTRE ESPAÑOL».

Sonó para España la hora de la prueba. En julio de 1936, cuando había ardido ya gran número de iglesias de la ciudad, le tocó el turno al Templo del Tibidabo. Las turbas comunistas fusilaron, derribaron y destrozaron la estatua del Sagrado Corazón. Todo quedó arrasado y profanado; de todas aquellas obras de arte no quedaron más que unos muros ennegrecidos que sirvieron para depósito de municiones.

En 1939 se reanudaron las obras. Como preámbulo, un solemne via-crucis de desagravio en expiación por tantos sacrilegios y profanaciones. Cerca de 8.000 personas subieron a pie al Tibidabo llevando  a hombros una gigantesca cruz de madera de nueve metros de altura y 2.500 kilos de peso. La cruz fue colocada en el lugar donde antes estaba la estatua.

Y, naturalmente, el culto al Sagrado Corazón de Jesús desemboca siempre en la obra máxima de su amor: la Eucaristía. El 31 de diciembre de 1951, como preparación al XXXV Congreso Eucarístico Internacional, de Barcelona, se celebró la primera adoración eucarística. Y el primer acto oficial del Congreso fue también una solemne vigilia nocturna, a la que asistieron más de 10.000 personas. En 1966 quedó establecida la Adoración perpetua, diurna y nocturna.

También en 1951 surgió la idea de encargar Misas en expiación de los pecados de inmoralidad y de los cometidos en todo el mundo. Desde entonces vienen celebrándose diariamente. Su estipendio es fruto de algún sacrificio o privación.

La terminación del templo, en 1961, coincidió con el 50 aniversario de la proclamación del Tibidabo como Templo Nacional Expiatorio, y el 75 aniversario de la venida de San Juan Bosco a Barcelona. Con motivo de tales acontecimientos se celebró el Congreso Internacional sobre el Culto al Sagrado Corazón de Jesús, el primero en su género en el mundo. Para clausurar el Congreso y consagrar el templo, en nombre del Papa Juan XXIII, vino como Cardenal Legado monseñor Cicognani, antiguo Nuncio de España. La solemne consagración se hizo el 29 de octubre, festividad de Cristo Rey, y al comenzar la noche, Juan XXIII inauguró, desde Roma, la iluminación de la estatua del Corazón de Jesús y del templo. Merecen citarse las palabras de Juan XXIII en su mensaje radiado: «EL TEMPLO EXPIATORIO DE BARCELONA, EL CERRO DE LOS ÁNGELES, EN MADRID, Y EL SANTUARIO DE LA GRAN PROMESA, EN VALLADOLID, SON JALONES GLORIOSOS QUE SE ALZAN EN EL SUELO DEL QUERIDO PUEBLO ESPAÑOL, EXPRESANDO SUS SENTIMIENTOS DE AMOR Y REPARACIÓN CON EL CORAZÓN DE JESÚS. TESTIGOS SON ESOS LUGARES DE LOS RAUDALES DE MISERICORDIA Y DE GRACIA QUE EL SEÑOR DERRAMA Y DE CUANTAS PERSONAS ENCUENTRAN UN REMANSO DE PAZ Y UN REFUGIO DE SALVACIÓN, RESPONDIENDO A LA DULCE LLAMADA DE: VENID A MÍ TODOS LOS QUE ANDÁIS FATIGADOS Y CARGADOS, QUE YO OS ALIVIARÉ. ¡QUE ESTE FLUIR DE ALMAS HACIA EL CORAZÓN DE JESÚS CONTINÚE ININTERRUMPIDO EN ESTOS SANTUARIOS!».

Espiritualidad del Tibidabo

Por lo dicho ha quedado ya definida la espiritualidad del Tibidabo. Se centra en el culto al Sagrado Corazón de Jesús, manifestación de su amor a los hombres, con espíritu de reparación y expiación por los pecados del mundo «espíritu que -en palabras de Pío XI- ha ocupado siempre el primero y principal lugar en el culto al Sacratísimo Corazón» («Miserentissimus Redemptor»). Y como que el principal don de Dios es la Eucaristía y la Eucaristía es Cristo resucitado inmolándose por nosotros en la Santa Misa, dándosenos como alimento espiritual en la comunión y permaneciendo entre nosotros, no con «una naturaleza pneumática del cuerpo glorioso de Cristo presente en todas partes, o reducida a los límites de ese simbolismo» -como anatematiza Pablo VI, en la «Mysterium Fideis»-, sino real y verdaderamente presente, con todo su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad; por eso «todo este culto -dice también Pablo VI- se dedica a adorar y desagraviar a Jesucristo y está fundado sobre todo en el augusto misterio de la Eucaristía… Estas dos características -el amor y la reparación- son de todos los tiempos. Y hoy, no dudamos en decirlo, son más actuales que nunca».

Cristo cuenta con cada uno de nosotros, nos pide oración y sacrificio, entrega generosa para servirle, gallardía para confesarle, fidelidad para seguirle… Y a los más lanzados, que formen en las filas de los adoradores, nocturnos o diurnos. Sin miedo, que la adoración eucarística es forja de temples de acero y vidas heroicas.

El Tibidabo es símbolo del Corazón de Dios llamando al corazón de los hombres y encierra la más honda realidad del cristianismo: la presencia total de Jesús en la Eucaristía.

«OH MARÍA, SI PONGO MI CONFIANZA EN VOS, ME SALVARÉ», afirma San Juan Damasceno. Y esta confianza se hace sólida y verdadera cuando cada mañana y cada noche rezamos de corazón y con fe las TRES AVEMARÍAS.