benedictinaNatalia Aldana

Benedictina de San

Benito de Montserrat

Hace unos meses se desató un gran revuelo  mediático con la irrupción de la aplicación  Pokémon Go en nuestros móviles. Millones de  personas se la descargaron en sus dispositivos y  comenzaban a vivir una doble realidad capturando  a esos monstruitos virtuales a través de la  pantalla de sus teléfonos. Le pedí a una amiga  que mirara si teníamos algún pokémon en el  monasterio, y sí, sí, estaba allí, delante de la portería,  junto al campanario… “Cázalo, corre…”y  así se le acabó la historia en nuestra casa…  No tengo nada contra las nuevas tecnologías, lo  he dicho otras veces, pero sí que esta revolución  virtual me da qué pensar. Porque a veces parece  que vivimos más una realidad inventada que la  propia vida real. Aprendemos a mirar la vida  a través de una pantalla y creemos que eso es  lo real, y olvidamos levantar la cabeza, mirar a  nuestro alrededor y contemplar, valorar y maravillarnos  ante el magnífico escenario que Dios  nos regala cada día. 

¿Qué nos pasa? ¿Por qué huimos de la realidad  que nos envuelve y nos refugiamos en una  imagen que no es mucho mejor que la vida que vivimos? ¿Acaso tenemos miedo a enfrentarnos a la vida real? Y, en cambio, el verdadero camino  para ser felices es experimentar esta realidad  real que tenemos -nos guste o no- y aceptarla  e interactuar con ella. Realidad personal,  realidad social, realidad eclesial. No lo que nos  gustaría sino la realidad real, la que tenemos.  Yo, con mis luces y sombras, con mis necesidades  encubiertas, con la grandeza que Dios me da  y con la limitación que experimento. Nuestra  sociedad llena de valores grandes y mediocres,  capaz de lo mejor y de lo peor, inhumana a  veces y deseosa de humanidad… Nuestra Iglesia,  santa y pecadora, con los pastores que huelen a  oveja y con los que no conocen a su rebaño, con  sus estructuras necesitadas de renovación y su  presencia heroica entre los que nadie quiere… Y aceptar esta realidad, con su crudeza, con sus  esperanzas… sin botones virtuales. Aceptarla y  aceptarnos con la mirada misericordiosa de un  Dios que no nos cuenta por niveles de superación,  sino incondicionalmente, con la sencillez  de la verdadera realidad. Aceptar la propia vida  y la propia realidad como el camino auténtico  y real para ser un poquito más humanos y más  felices. (Cataluña Cristiana)