Se habla mucho del aborto. Muchos, indocumentadamente. Otros, sin conocer sus horrores. Por esto nos limitamos a unos testimonios autorizados. El doctor JOSÉ RAMÓN DEL SOL, catedrático de Obstetricia y Ginecología de la Universidad Complutense de Madrid, ha contestado esta pregunta: -¿Cuál es su opinión personal y como médico sobre el tema?
Y contesta literalmente:
-«Mi opinión personal tiene que estar, obviamente, muy relacionada con mi profesión de médico. Liberalizar es libertar, es conceder libertad. Libertad de la mujer para disponer de su cuerpo, dicen las liberalizadoras, las libertarias. Aparte de que existan muchas situaciones en que sería muy discutible si uno puede disponer de su cuerpo. (Uno no puede amputarse un miembro a voluntad si no existe una indicación médica para ello. Eso lo saben muy bien las compañías de seguros). En el caso del embarazo, el feto también tiene derecho a su libertad, que en este caso es su derecho a la vida. El Consejo de Europa, que justamente preside Simone Veil, la exministro francesa de Sanidad, autora de la Ley del Aborto del 75 en su país, acaba de pronunciarse rotundamente sobre el tema. Aun suponiendo que la mujer tenga derecho a disponer de su cuerpo, a lo que no tiene derecho es a disponer de la vida de otro cuerpo, de otro ser humano. Y digo ser humano porque cuando se provocan los abortos ya nadie puede discutir que a lo que se priva de vida es a un ser humano .
Como médico las cosas son para mí, si cabe, todavía más claras. Los médicos nos formamos para tratar enfermedades, para preservar la salud, para conservar la vida, no para quitarla. No creo que exista ningún médico que practique abortos que no sienta repugnancia cuando realiza la operación abortiva.»
Desde Londres.
«Un niño ha vivido diez minutos después de haber abortado la madre. La criatura tenía forma humana normal y su breve paso por la vida concluyó con una serie de convulsiones. Eran visibles los signos de agonía. Dos de las enfermeras que asistieron a la operación clínica han declarado que desde ese aborto sufren terribles pesadillas y noches de insomnio. La intervención se realizó en el Royal lnformary de Glasgow al amparo de la ley vigente, que permite el aborto si el feto no tiene más de veintiocho semanas. En el caso mencionado era de veinticuatro semanas. Desde la promulgación de la ley de 1967, más de un millón de seres humanos han sido condenados al cubo de los desperdicios de la Medicina británica.»
En estos términos relataba el corresponsal de «ABC» en Londres, el pasado 26 de octubre, la muerte violenta de un feto, junto a la de otro que «durante treinta y ocho horas, entre palpitaciones y espasmos, pretendía agarrarse a una vida que su madre le negó».
La mayor enemiga y la mejor partidaria
En toda Filadelfia, la mayor enemiga pública del aborto y la mejor partidaria de la vida es Jean Neary, amante esposa, joven madre de cinco hijos, dotada de dulces modales y gran humanidad. Un compañero de escuela, hoy Director de la Liga Católica, la ha llamado «santa moderna», en un artículo que publicó National Right to Life News (mayo 1979), del cual se han tomado los datos que aquí ofrecemos.
La inteligencia de Jean, su capacidad para la acción independiente y sus iniciativas a favor de los niños que deben nacer, le han ocasionado numerosos problemas con los partidarios del aborto. Es enfermera diplomada, y después de trabajar en defensa de la vida humana durante diez años, ha llegado a la conclusión de que la forma más rápida y segura de salvar a los no nacidos, es hablar directamente con las madres tentadas de cometer el aborto homicida, antes de que éstas acudan a la clínica.
Jean piensa: «Mis hijos son tan preciosos para mí, que siento escalofrío con sólo imaginar que un niño desee vivir y no pueda hacerlo porque su propia madre lo mata. Creo que si todas personas supieran qué es el aborto, pensarían igual que yo».
En su deseo de llegar a esas personas antes de que sea tarde, tuvo la idea de anunciarse junto a los aborteros, que utilizan estos eufemismos para atraerse clientes: El Buró de Servicios Reproductivos, Ayuda para las mujeres, Salud para la mujer, etc. Poco tiempo después aparecían otros anuncios; en la sección de clasificados de un diario de Filadelfia: eran los de Jean, con el teléfono de su propio hogar. Al recibir las llamadas -y eran muchas-, Jean explicaba a las embarazadas qué es el aborto; que éste no sólo destruye al niño en el seno materno, sino que también es dañino para la madre. Muchas mujeres, llorando, confiaban a Jean que ellas no deseaban el aborto homicida; pero que sus padres u otras personas las estaban presionando para hacerlo. Jean las aconsejaba cristianamente; las orientaba para que obtuviesen ayuda económica, y con frecuencia las alojaba en su propio hogar, consiguiendo para ellas alimentos, ropas y atenciones de amigos médicos que comparten su empeño por salvar la vida de los inocentes.
-Trabajando así, casi completamente sola a través de los años -ha declarado el Director estatal del Comité Pro-Vida de Pensylvania-, la señora Neary ha evitado más abortos homicidas que cualquier otra persona en esta nación, imponiéndose privaciones en necesidades básicas para ayudar a otros. La mayor parte de cuantos la conocen, consideran que es una santa viviente.
Jean ha denunciado ante audiencias legislativas a clínicas de abortos homicidas; ha investigado y citado doce centros de abortos que demandan pago de mujeres pobres por servicios médicos inadecuados, y ha presentado seis testigos para corroborar su denuncia. Incluso ha llegado a pedir al Estado de Pensylvania que lleve a cabo una investigación de los abusos relacionados con el aborto homicida y los fondos Medicaid.
Este trabajo en defensa de la vida humana ha sido tan fructuoso, que los aborcionistas toman represalias contra Jean: un servicio de abortos homicidas pidió a la Compañía telefónica (a través de la Comisión de Servicios Públicos) que le retirara el teléfono; un pleito judicial ha sido entablado contra ella para impedir que continúe sus actividades pro-vida; una reportera penetró, sin permiso, en el hogar de Jean cuando los niños de ésta llegaban del colegio, y después publicó una historia denunciando la religiosidad de mujer tan valiente y la presencia de cuadros religiosos y una estatua de la Virgen María en dicho hogar. Nada ha detenido a Jean Neary en su meritísimo trabajo para defender la vida de los indefensos destinados a nacer para ser hijos de Dios.
El aborto es un crimen. Los que abortan quedan excomulgados de la Iglesia católica. Los que abortan voluntariamente asesinan a mansalva y fríamente. Ninguna persona que tenga un mínimo de sentido moral puede abonar la destrucción del propio hijo. Por esto el cardenal Poletti, vicario del Papa en Roma ha hecho público el siguiente DECÁLOGO ANTIABORTISTA que se formula así:
- El aborto procurado es siempre un delito contra la vida, cualquiera que sea el motivo en que se inspira.
- La Ley que pretende legalizar el aborto es inmoral por sí misma y no exime de la culpa grave que supone para quien se acoge a ella; para los creyentes, el aborto es un pecado grave, condenado por la Iglesia con la sanción especial de la excomunión.
- En el caso de acción abortiva, cualquier ciudadano en nombre de la libertad religiosa tiene derecho a que se le reconozca y respete plena mente su propia objeción de conciencia sin tener que sufrir, por este hecho, consecuencia alguna.
- Toda colaboración formal o sustancial en el aborto, queda prohibida por la misma ley natural.
- La colaboración material indirecta, que converge hacia la preparación y la ejecución de la acción abortiva, en el caso de que fuera impuesta, está permitida sólo cuando su omisión puede causar a los operadores sanitarios que plantean la objeción de conciencia (médicos, enfermeras, etc.), consecuencias negativas proporcionales a la colaboración solicitada.
- El personal sanitario tiene derecho a ser informado, leal y anticipadamente, acerca de las finalidades que se persiguen con las colaboraciones que se solicitan.
- No es lícito participar en los cursos que las regiones van a organizar con el fin de preparar al personal que ha de intervenir en abortos.
- El médico tiene que dar informaciones exactas acerca de la salud de la madre y del feto, pero no puede nunca aconsejar el aborto.
- El personal sanitario, sin embargo, no puede rehusar los tratamientos necesarios para quienes se han sometido ya a la acción abortiva.
- El cristiano tiene que proclamar el valor absoluto de la vida y rehusar toda forma de colaboración profesional en las estructuras socio-sanitarias que se dedican notoriamente a las intervenciones abortistas, planteando su objeción de conciencia.
«PIENSA EN MARÍA, INVOCA A MARÍA, Y ESTÉ ELLA SIEMPRE EN NUESTROS LABIOS Y EN NUESTROS CORAZONES», dice San Bernardo. Por esto, a lo menos cada mañana y cada noche, piensa en María e invócala con las TRES AVEMARÍAS bien rezadas.
