Antes de empezar quiero dejar claro que cuento una experiencia personal vivida en Medjugorje, y que la Iglesia aún está en proceso de verificar estas apariciones.
Este pasado verano, sin que yo lo esperara, Dios me regaló unos días de peregrinación a Medjugorje. Mis hijos me dicen que soy una mimada de la Virgen y quizás tengan un poco de razón, pues yo ya me sentía privilegiada por poder ir una sola vez y con esto me conformaba, pero Dios en su amorosa misericordia ha querido que no fuera solo en una ocasión, sino que ya es la cuarta vez que he visitado esta tierra tan bendecida por Dios.
El motivo fue el viaje al que nos invitó mi cuñado Joaquín que acababa de estar en Medjugorje, y volvía para acompañar a una prima de mi marido y suya. Organizaban esta peregrinación un matrimonio. Él, Nicola, serbio fruto del cenáculo (hogar donde las personas se rehabilitan de las drogas solo con oración y trabajo), y ella, Irene, española de Canarias; un matrimonio ejemplar a imitar por su amor a la Virgen y por dedicar su vida a acercar a las personas al Señor.
Nicola e Irene, nos explicaron como Dios unió sus vidas por medio de su Madre, la Virgen y llevaron a término su matrimonio gracias a fiarse y abandonarse a las manos del Señor.
Esto es lo que me he llevado y aprendido en esta peregrinación, el santo abandono, que nos hace reconocer nuestra nada y esperarlo todo del Señor, dejando que sea Él quien conduzca nuestra vida.
Lo extraordinario de una peregrinación, es que te abandonas en todo lo que sucede sin poner condiciones de tu parte. Dios tiene regalos inmensos para nosotros, solo has de estar atento de cuando Él te los quiera dar.
Me ayudó mucho para comprender este abandono el poder estar presente en una aparición. Cuando Dios te da el gran regalo de poder estar en una aparición de la Gospa, preparas tu alma para tal extraordinario evento, llenándola de oración y recogimiento, vaciándola de cosas mundanas y llenándola de amor a Dios; experimentas la presencia de nuestra Madre la Virgen, y sientes que solo Ella puede llenar de este amor tu corazón y te inunda una infinita paz en el alma. Te sientes inmensamente querida y agradecida por tal don, y aprendes a abandonarte en las manos del Señor.
El día antes de marcharnos de Medjugorje, me di cuenta de que no habíamos ido a confesarnos y Catalina, la prima de mi marido estaba deseosa de ir. Lo intentó dos veces; la primera vez no hubo sacerdote de habla española, y en la otra ocasión había tanta gente esperando para confesarse que le fue imposible, así que estaba un poco triste por no haber podido confesarse. Yo le dije que se fiara y se abandonara en las manos de nuestra Madre, y ella ya nos lo pondría fácil para confesarnos. Y así fue, pues al terminar la Adoración al Santísimo, fuimos hacia la parte delantera de la iglesia y allí había un fraile franciscano sin nadie confesándose, y yo comenté “mira como la Gospa ha escuchado nuestra petición”. Nos confesamos mi marido y yo y al final le tocó el turno a ella. Al terminar su confesión su rostro reflejaba tanta paz y alegría que su cara resplandecía y le dije “anda mírame que te hago una foto para que los tuyos vean lo que nuestra Madre nos ha regalado”. Esto también fue un acto de abandono en las manos del Señor y nos lo recompensó con creces.
¿Qué es el santo abandono? El abandono es el acto más perfecto de amor a Dios que un alma pueda dar. Consiste en someter nuestra voluntad a la amorosa voluntad de Dios en todo. Confiarse como un niño en los brazos de su padre.
Jesús nos dice que todo aquel que quiera seguirle debe cargar su cruz, pero esta cruz no la elegimos nosotros, sino el mismo Dios es quien la elige según nuestra capacidad y nuestro abandono en Él. Negarnos a nosotros mismos, nuestros proyectos, y anteponer ante todo esto, el plan que Dios tiene para cada uno aceptándolo con amor, eso es el abandono.
“Jesús no pide grandes hazañas, sino únicamente abandono y gratitud.” (Santa Teresita de Lisieux).
A partir del momento que seamos capaces de dejar todas nuestras preocupaciones, diciendo “Dios proveerá”, es cuando comenzamos a abandonarnos en las manos del Señor.
En estos días me han ofrecido leer el libro de Walter J. Ciszek Caminando por valles oscuros. Os lo recomiendo pues entiendes lo que es el verdadero abandono,- “la prueba última de toda fe y toda confianza, está presente en cada uno de nosotros, acechando silenciosamente desde un cajón de nuestra mente que nos da miedo abrir, en realidad, no es cuestión de confiar o no en Dios, porque de hecho deseamos confiar en Él: es cuestión de nuestra fe última en su providencia…Dios llevaba ofreciéndome esa gracia toda la vida y yo nunca había llegado a aceptarla del todo.”-
¿Cuesta abandonarse? Pues claro que cuesta, porque el mundo nos agobia con problemas y preocupaciones y no sabemos ver la mano de Dios en todas ellas. Tengo que hacerme un examen de conciencia y preguntarme, ¿soy capaz de fiarme de Dios? ¿Soy capaz de entregarle todo lo que soy y todo lo que tengo sin condiciones? ¿Creer realmente que Él me ama y quiere lo mejor para mí? Ahí está la clave, la alegría del abandono, a pesar de las pruebas y del peso del pecado, confianza sin límite, vivir el presente queriendo hacer su voluntad y esto nos producirá una gran alegría interior que tendremos que transmitir a los demás.
Ahora bien, eso no quiere decir que recibamos continuamente gozos y alegrías del Señor. Nos puede dejar en el silencio, como abandonados; sin sentir nada, sin ver nada ni oír nada. Pareciera que Dios se ha alejado de nosotros y no respondiera a nuestra oración o a nuestro dolor. La sequedad invade nuestra alma y nos sentimos solos. Sí, es duro a veces el silencio de Dios y el abandonarse en Él.
“Tengo que saltar, para abrazarme a esa cruz bendita donde está Jesús que me espera… El salto me cuesta darlo, pero cuando miro a la otra orilla, y veo a María con los brazos abiertos y a su Hijo Jesús, que me mira y me llama con tanto amor… te aseguro que todo se me olvida”. (San María Rafael Arnáiz)
El abandono es el fruto delicioso del amor. Por consiguiente, cuando tengas miedo, cierra los ojos y di con fe: Jesús, yo te amo y confío en Ti.
Toda la vida de la Virgen María nos muestra ese completo abandono a la voluntad del Señor. Desde la Anunciación hasta el Calvario, la voluntad de la Virgen estuvo en completo abandono a la voluntad del Padre. Pidámosle a Ella la gracia de poder vivir con la confianza y el abandono en nuestro amoroso Padre.
