Antonietta nació el 15 de diciembre de 1930 en una familia acomodada de Roma. La casa de la familia Meo está a pocos pasos de la Iglesia de la Santa Cruz de Jerusalén. «Mi hermana», dice su hermana Margherita, «era una niña alegre, inquieta y traviesa, como lo son todos los niños de esa edad». Aún no había cumplido los cinco años cuando sus familiares observaron una hinchazón en la rodilla izquierda, pensando que se la había hecho al caerse.

La temprana enfermedad

Después de algunos diagnósticos y tratamientos equivocados, la sentencia: osteosarcoma. El 25 de abril del 36 le amputan la pierna. El golpe fue tremendo. Pero más para los padres que para Antonietta, que, una vez superado el primer periodo, a pesar de la intervención y las dificultades causadas por el aparato ortopédico, sigue su vida de siempre: los juegos, la escuela. Sus padres, con gran alegría de la niña, decidieron anticipar la fecha de su primera comunión, y de este modo, por las noches, su madre empezó a enseñarle el catecismo.

Las cartas de Nennolina

Esos encuentros de instrucción en la fe son aprovechados por Antonietta para primero dictarlos a su madre y luego para escribir sus cartas que cada noche colocará debajo de una estatuilla del Niño Jesús a los pies de su casa «para que él viniera de noche a leerlas”. «Comenzó como un juego”, dice su madre en el proceso, «cuando le sugerí a Antonietta que escribiera una carta a la madre superiora de las monjas que la educaban para pedirle permiso de hacer la primera comunión en su capilla la noche de Navidad. Así que, a menudo, por la noche, después de rezar la oración al Ángel de la Guarda, Antonietta se acostumbró a dictarme “poesías” (así las llamaba ella), primero para mí, luego para su padre y Margherita, luego para Jesús y la Virgen. Cogía el primer trozo de papel que encontraba y no paraba de escribir lo que ella me dictaba, sonriendo, indulgente hacia lo que me dictaba con tanta sencillez y seguridad».

La primera carta está fechada el 15 de septiembre de 1936. A partir de entonces, sus cartas se suceden, expresando un amor sencillo, tierno e infantil a Jesús, María y sus padres; pero al mismo tiempo una clara conciencia, asombrosa en una niña de su temprana edad, de quién es Jesús y cómo se le sigue por el camino del dolor. Así, para sorpresa de su madre, Nennolina escribirá como las grandes santas del sufrimiento, pidiendo que se le conceda almas para poder salvarlas: Y este «Señor Jesús, dame almas» Antonietta lo repetirá muchísimas veces.

«Veía que la niña sabía expresarse mucho mejor de lo que yo pensaba», dice su madre, «pero creo que es inútil decir que en casa no se le daba la menor importancia a estas cartas que se dejaban en cualquier parte y que muchas se han perdido». En cuanto Nennolina aprendió a usar la pluma, quiso poner su propia firma y escribió así: «Antonietta y Jesús”. A Jesús le escribirá Antonietta 105 cartas, y otras a María, a Dios Padre, al Espíritu Santo, una a Santa Inés y otra a Santa Teresa del Niño Jesús. A Jesús le pedirá siempre la ayuda de su gracia: A Él y a Su Madre no dejará nunca de pedirles la gracia, para los que la rodean, para quienes se encomiendan a sus oraciones y para los pecadores.

Nennolina se dirige a Jesús y María con ternura confiada. Sus cartas terminarán siempre con abrazos, caricias, besos dirigidos a sus destinatarios celestiales. Y de esta confianza son testigos también las monjas, que bastantes veces vieron a la niña antes de salir de la iglesia acercarse al tabernáculo y exclamar: «¡Jesús, ven a jugar conmigo!”. Lo escribirá también en sus cartas, deseando tenerlo siempre cerca: «Querido Jesús, mañana ven a la escuela conmigo”. En los meses que la separan de la noche de Navidad sus cartas expresarán todo su amor por Jesús y el ardiente deseo de recibirlo en su corazón. Cuenta sin cesar los días, las horas, los minutos.

La verdad revelada a los pequeños

La forma de las cartas es repetitiva y los pensamientos surgen inconexos, como ocurre en la manera de expresarse de los niños, pero bajo la forma infantil el pensamiento no es banal, nunca pueril. El día antes de su primera comunión le explica a su madre: «Mira mamá: hazte cuenta de que mi alma es como una manzana. Dentro de la manzana están esas cositas negras que son las semillas. Luego dentro de la piel de las semillas está esa cosa blanca. Pues hazte cuenta de que eso es la gracia». «El parangón», sigue diciendo su madre, «que yo conocía, me pareció profundo, pero no quise darme por vencida y volví a la carga: ‘¿Pero quién te ha dicho esas cosas? La maestra os ha enseñado una manzana para que comprendáis…”. “No, mamá”, respondió cándidamente, “no me lo ha dicho la maestra, lo he pensado yo”. Luego completó su pensamiento: «Jesús, haz que esta gracia la dejes siempre, siempre conmigo”.

 

Venerable de Dios

Antonietta Meo

(Nennolina)

*Roma. 15 de diciembre de J 930

+Ro.ma, 3 de julio de 1937

“Querido Jesús, yo te amo tanto, querido Jesús yo quiero abandonarme en tus manos (…) ayúdame con tu gracia, ayúdame, que sin tu gracia no puedo hacer nada”.

(De las Cartas)

Oración para pedir las gracias por intercesión de la Venerable

Oh Dios, Padre de los humildes, te damos gracias porque en Antonietta Meo nos has dado una imagen viva de tu Amor y de tu Sabiduría, revelada a los sencillos. Tú, que le concediste la Gracia de unirse a la Cruz de nuestro Señor Jesucristo y de sufrir con fortaleza y alegría, haz que ahora su gozo en la tierra sea para todos un ejemplo luminoso de fidelidad al Evangelio, concédenos su amor sencillo y ardiente a la Eucaristía y a la Iglesia; socórrenos en nuestra pobreza y por su intercesión, según tu santa voluntad concédenos la gracia que confiados te pedimos. Amen

Padre nuestro, Ave, Gloria.