Quiero ser santa
Como Mari Carmen quería tanto a Dios, su mayor deseo era tenerle siempre contento. Para ello había que hacer en todo lo que a Dios le gustaba. Decirle siempre “Sí”. En eso consiste el ser santo.
Y Mari Carmen se esforzaba, aunque muchas veces tenía que dejar su gusto, se tenía que vencer.
Decía su madre que “obedecía siempre a la primera”, aunque se quedaran sin acabar sus juegos o cualquier otra cosa.
Como tenía un genio fuerte, a veces se enfadaba con su prima, pero en seguida iba a hacer las paces y sabía ceder y perdonar.
Un día, cuando Mari Carmen tenía unos cinco años, la abuela, preguntó a Julio, hermano de Mari Carmen, un año mayor que ella:
-Oye, Julito, ¿te gustaría a ti ser santo?
-A mí, sí- respondió tranquilamente el niño. Entonces intervino Mari Carmen:
-Pero, Julio, ¿tú sabes lo que es ser santo? Para ser santo hay que “chincharse”. Sí, sí -repitió muy convencida, “hay que chincharse”.
Y es que Mari Carmen sabía lo que decía. Ella lo estaba intentando y veía lo que costaba… Pero era sólo el primer momento. Luego sentía una gran alegría y era muy feliz obrando así.
*El Cielo es un concierto de sonrisas y alegrías… La Virgen siempre sonríe, es la eterna sonrisa de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo ¡Es la Reina del Cielo!
Entre los combatientes, se fomentó lo más posible una espiritualidad cristiana ante la guerra. De modo especial, entre los jóvenes más ligados orgánicamente a la Jerarquía: las Juventudes de Acción Católica, con su periódico «Signo» y los Centros de vanguardia. Muchos combatientes se sintieron tocados sinceramente por la llamada al amor a los enemigos, y se emocionaron con el lema del joven Antonio Rivera en el asedio del Alcázar: «tirad, pero tirad sin odio» (16). Algunos capellanes fueron admirados por su eficaz evangelización en unidades de choque de las más belicosas (17). Y no pocos profesionales de la milicia aspiraron desde entonces a realizar la síntesis de lo militar y lo evangélico, como sus antecesores alabados por Jesús (18).