

Beato P. Tiburcio Arnaiz S.J.
01 jueves Nov 2018
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01 jueves Nov 2018
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01 jueves Nov 2018
Posted in Mojones
Montserrat
Desde el 24 de abril de 1915, por decisión institucional del Gobierno otomano, hombres, mujeres y niños armenios en todos los territorios dominados por Turquía fueron deportados y con gran frecuencia aniquilados. No fue una matanza más como las habituales en la zona en los siglos anteriores; fue una operación moderna de genocidio, un intento formal de aniquilar completamente una población a causa de su religión, su raza, su cultura, su lengua y su historia, en definitiva de su identidad. El resultado, con al menos dos millones de muertos, es aún visible: sólo los territorios bajo dominio entonces ruso, luego soviético, conservaron su población armenia ancestral; y sólo esos armenios, más los millones de la diáspora mundial, sobrevivieron. No hay armenios en la vieja Armenia de Asia Menor, en territorios hoy poblados casi sólo por turcos y por kurdos. (Pascual Tamburri Bariain – Razón Española)
Al anochecer del día anterior a los ejercicios espirituales, durante (la asignación) nocturna de los puntos (de la meditación), oí estas palabras: Durante estos ejercicios espirituales te hablaré por boca de este sacerdote para asegurarte y fortalecerte sobre la veracidad de Mis palabras con las cuales hablo en el fondo de tu alma. (Santa María Faustina Kowalska – Diario – La Divina Misericordia en mi alma)
Imaginemos que España se fracciona en diferentes estados, que Cataluña se proclama independiente, que las Vascongadas y Navarra forman un Estado autónomo, que Galicia hace lo mismo y que hasta se fraccionan Aragón y Castilla. Consecuencia inmediata: ¿creéis que, al fraccionarse España en estados, se han acabado con eso los vínculos nacionales de hermandad que han tejido los siglos enlazando las almas y las generaciones españolas? No. (Juan Vázquez de Mella – El Verbo de la Tradición)
Castellano advierte que la naturaleza humana no es materia de teorías o de visiones, esto es, no se trata de imaginarse el ens humano; antes bien, como en toda actitud filosófica, se debe respetar la naturaleza de la realidad. Y, específicamente, ante lo que se lleva dicho del sujeto en el racionalismo, habrá que notar que el hombre no es un haz de pulsiones ni un conjunto de decisiones sino un orden óptico, un ente de una naturaleza dada en la que encuentra su tendencia al fin. Por lo tanto, la perfección de su naturaleza no consiste en un acto de voluntad cualquiera (libertad negativa) sino en seguir el orden inscrito en su naturaleza. (Juan Fernando Segovia – Verbo)
Por estos rasgos mal perfilados, que no llegan a diseños o bocetos, cuando menos a verdaderos y acabados retratos, será fácil conocer muy luego a cualquiera de los tipos de la familia en sus diversas gradaciones. Resumiendo en pocas palabras el rasgo más característico de su respectiva filosofía, diremos que el liberal fiero ruge su Liberalismo; el liberal manso lo perora; el pobre resabiado lo suspira y gimotea. Todos son peores, como decía de su padre y madre aquel pillete del cuento; pero al primero le paraliza muchas veces su propio furor; al tercero su condición híbrida, de suyo infecunda y estéril. El segundo es el tipo satánico por excelencia, y el que en nuestros tiempos produce el verdadero estrago liberal. (Sardá y Salvany – El liberalismo es pecado)
Si el amor es causa de la unión matrimonial, cuando se amengua notablemente o desaparece debe poder anularse el matrimonio. Se olvida la circunstancia -destacada por la Metafísica actual- de que a menudo el «efecto» supera a la «causa», o -dicho en términos más adecuados- que la interacción de diversos elementos da lugar con frecuencia a entidades cualitativamente distintas que presentan un sentido originario. (Alfonso López Quintás – Manipulación del hombre en la defensa del divorcio)
Lutero favoreció el nacimiento del Estado moderno, puso en movimiento los nacionalismos y la secularización; así como la afirmación del subjetivismo, sobre todo moral (…); sentó las premisas de una nueva concepción eclesiológica (en sí misma “revolucionaria”) con la cual se enfrentarán (pero con metodologías y resultados muy distintos) dos concilios: el de Trento y el Vaticano II. La Reforma es un fenómeno complejo, que mostró su verdadera naturaleza sobre todo con las consecuencias que ha traído gradualmente en el tiempo: la Revolución francesa y el americanismo, por ejemplo, no habrían nacido y serían incomprensibles sin la Reforma luterana. (Crónicas – Verbo)
01 jueves Nov 2018
Posted in P. Manuel Martínez Cano
Padre Manuel Martínez Cano mCR.
El poder de enseñar tal y como Jesucristo se lo dio a su Iglesia, lleva consigo el privilegio de la infalibilidad, que consiste en una asistencia especial del Espíritu Santo, en virtud de la cual la Iglesia no puede engañarse ni engañar cuando enseña cosas de fe y costumbres.
La infalibilidad de la Iglesia, se desprende de los textos evangélicos en los que Jesús encarga a los Apóstoles su misión divina: «Id… Enseñad. Bautizad. El que no creyere, se condenará». Si la Iglesia pudiera equivocarse en sus enseñanzas religioso-morales, Jesús no nos obligaría a creer en la Iglesia bajo pena de condenación.
La Iglesia no puede equivocarse nunca en cuestiones de fe y costumbres porque el Señor prometió que estaría con sus Apóstoles hasta el fin de los tiempos y que les enviaría el Espíritu Santo para que les enseñase todas las cosas: «El Paráclito… El Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre os lo enseñará todo y os recordará todo lo que Yo os he dicho» (Jn. 14, 26). «El Espíritu de la Verdad os guiará hasta la verdad completa» (Jn. 16, 13).
Cuando la Iglesia enseña las verdades reveladas por Dios debemos creerlas con asentimiento interno y sin reservas. De no ser así, rechazamos al mismo Dios: «El que os escucha a vosotros a mí me escucha; y el que os rechaza, a mí me rechaza; y el que me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado» (Lc. 10, 16).
La Iglesia es infalible, no sólo al enseñar la verdad revelada por Dios, sino también al enseñar y precisar verdades o hechos íntimamente relacionados con la revelación divina.
La infalibilidad de la Iglesia radica en el Episcopado (los obispos con el Papa a la cabeza de ellos) y en el Papa por sí solo.
«Enseñamos y definimos ser dogma revelado por Dios que el Romano Pontífice, cuando habla «ex-cátedra», esto es, cuando, cumpliendo con su cargo de pastor y doctor de todos los cristianos, define por su suprema autoridad apostólica que una doctrina sobre la fe y las costumbres debe ser aceptada por la Iglesia universal, por la asistencia divina que le fue prometida en la persona de San Pedro, goza de aquella infalibilidad de que el Redentor divino quiso que estuviera provista su Iglesia en la doctrina sobre la fe y las costumbres y, por tanto, que las definiciones del Romano Pontífice son irreformables por sí mismas y no por el consentimiento de la Iglesia» (Concilio Vaticano I). «El Concilio Vaticano II ha recordado la misma doctrina del Vaticano I.
Pío XII, en la Encíclica “Mystici Corporis”, dice: “Este sagrado magisterio ha de ser para todo teólogo en materias de fe y costumbres la norma próxima y universal de la verdad, como quiera que a él encomendó Cristo Señor el depósito entero de la fe, es decir, la Sagrada Escritura y la Tradición divina para custodiarlo, defenderlo o interpretarlo” (D 2313)… “Justamente con estas fuentes Dios dio a su Iglesia el magisterio vivo, aun para ilustrar y declarar lo que en el depósito de la fe se contiene sólo oscura e implícitamente. El divino Redentor no encomendó la auténtica interpretación de ese depósito a cada uno de los fieles ni a los mismos teólogos, sino sólo al magisterio de la Iglesia” (D 2314).
El Concilio Vaticano II enseña que «no podrán salvarse quienes, sabiendo que la Iglesia Católica fue instituida por Jesucristo como necesaria, desdeñaran entrar o no quisieran pertenecer a ella» (Constitución dogmática, Lumen Gentium, 4º 14).