D. José Guerra Campos
El octavo día
Editorial Nacional, Torrelara, Madrid, 1973
Es, pues, esencial a la fe acoger la verdad revelada en su totalidad.
Ahora bien, en un sentido es válida la distinción entre lo fundamental y otras verdades. Como recuerda el Concilio (9), existe un orden o subordinación orgánica entre las verdades. Estas no significan sueltas; hay que entenderlas todas enlazadas, referidas a unos núcleos: por ejemplo, la virginidad de María, por relación a la encarnación del Hijo de Dios; la intercesión de los santos, enlazada con la mediación de Cristo. Esto es muy importante para no descomponer la realidad viviente que es el contenido de la verdad revelada (10).
Pero, precisamente porque es una realidad viviente, hay que tomarla siempre en su unidad y totalidad. No se trata, en modo alguno, de reducirla a los núcleos, excluyendo o despreciando lo demás. Distinguir en un edificio entre los cimientos y elementos sustentantes y las partes sustentadas no es lo mismo que desmantelarlo, quedándose sólo con los cimientos.
Notas:
(9) Decreto Unitatis redintegratio, núm. 11.
(10) Y también para facilitar el entendimiento con otros cristianos.