La Eucaristía… con ojos de niño (3)
30 jueves Abr 2020
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30 jueves Abr 2020
Posted P. Manuel Martínez Cano
inPadre Manuel Martínez Cano mCR.
Hace bastantes años me dijeron que hiciese unas lecciones de religión para uso interno. Puse sobre la mesa varios libros y fui haciendo lecciones. Esta es parte de una de ellas. No extrañe a nadie que haya leído algo del tema.
DIOS CREÓ A LOS ÁNGELES
La Sagrada Escritura revela la existencia de los ángeles, cuya misión es dar gloria a Dios. Como servidores y mensajeros de Dios, son los encargados de traer sus mensajes a los hombres.
«Expulsó Yahvé al hombre y puso delante del jardín del Edén un querubín, que blandía flameante espada para guardar el camino del árbol de la vida» (Gen 3, 24).
El Arcángel San Gabriel anunció a la Virgen que iba a ser la Madre de Dios (Lc 1, 26).
La naturaleza angélica es puramente espiritual, es decir, libre de toda materia. Los ángeles son espíritus superiores al hombre en inteligencia, voluntad y poder.
Aunque muchas veces los ángeles se han aparecido en forma corporal, los ángeles no se unen personalmente con la figura corporal en que aparecen.
De la pura espiritualidad de la naturaleza angélica se deriva su inmortalidad. La Sagrada Escritura dice: «Los resucitados ya no pueden morir, pues son semejantes a los ángeles» (Lc 20, 36).
La felicidad celestial de los ángeles buenos y el sufrimiento infernal de los ángeles malos es eterna: «Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles» (Mt 18, 10).
Dios destina a cada persona un Ángel de la Guarda para que nos guarde en la tierra y nos guíe hacia el Cielo.
DIOS CREÓ AL HOMBRE Y LA MUJER
El génesis narra la creación del hombre y la mujer en forma poética y sencilla.
Dios cogió barro y modeló un cuerpo humano al que insufló un espíritu y formó al hombre. La mujer que Dios formó de la costilla del hombre y presentó a éste despertó en Adán un grito de admiración, una exclamación de amor y de comunión: «Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne» (Gen 2, 23). El hombre descubrió en la mujer como otro «yo», de la misma naturaleza.
El hombre y la mujer tienen la misma dignidad: ser «imagen de Dios». En su «ser-hombre» y su «ser-mujer», la humanidad refleja la sabiduría y bondad del Creador.
Dios no es hombre ni mujer. Dios es espíritu puro. Pero las perfecciones del hombre y de la mujer reflejan algo de la infinita perfección de Dios.
Por haber sido creado a imagen y semejanza de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona, no es solamente algo, sino alguien.
La persona humana es capaz de conocerse, de poseerse, de darse libremente y entrar en comunión con otras personas.
El hombre y la mujer son llamados, por la gracia divina, a una alianza con su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede dar en su lugar.
Dios creó todo para el hombre, pero el hombre fue creado para servir y amar a Dios y para ofrecerle toda la creación. Por esta razón el misterio del hombre no puede explicarse sin Dios.
Porque Dios «creó, de un solo principio, todo el linaje humano» (Hch 17, 26), todos los hombres y mujeres somos verdaderamente hermanos.
NATURALEZA DEL HOMBRE
El hombre es un animal racional, compuesto de alma y de cuerpo, creado por Dios a su imagen y semejanza.
El hombre es la única criatura de la tierra a la que Dios ha amado por sí misma. Sólo el hombre está llamado a participar, por el conocimiento y el amor, de la vida de Dios.
La persona humana, creada a imagen de Dios, es un ser a la vez corporal y espiritual. El relato bíblico expresa esta realidad cuando afirma que «Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida y resultó el hombre un ser viviente» (Gen 2, 7).
El principio espiritual que informa al cuerpo es el alma. La unidad del alma y del cuerpo es tan profunda que se debe considerar al alma como la «forma» del cuerpo. Gracias al alma espiritual el cuerpo es un cuerpo humano y viviente.
El cuerpo no puede subsistir sin el alma, pero el alma puede subsistir sin el cuerpo porque es espiritual.
El alma es espiritual porque, en su ser y en sus operaciones, es independiente de la materia. De la espiritualidad del alma, se sigue que ha sido creada por Dios, porque siendo esencialmente espiritual el alma no ha podido empezar a existir por generación o evolución corporal, sino precisa y necesariamente por creación inmediata de Dios, ya que de la materia no puede salir ningún ser espiritual.
Cada alma es creada por Dios en el momento de ser infundida en el cuerpo. Este momento es el primer instante de la concepción, cuando el niño comienza a vivir en el vientre de su madre.
El alma es libre por la facultad que tiene de elegir o determinarse por sí misma.
El alma es inmortal porque es simple y espiritual y, por consiguiente, incorruptible porque no tiene partes distintas que puedan corromperse.
29 miércoles Abr 2020
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inDía 13 de Mayo de 1917 – estando jugando con Jacinta y Francisco encima de la pendiente de Cova de Iría, haciendo una pared alrededor de una mata, vimos, de repente, como un relámpago.
– Es mejor irnos para casa, – dije a mis primos-, hay relámpagos; puede haber tormenta.
– Pues, sí.
Y comenzamos a descender la ladera, llevando las ovejas en dirección del camino. Al llegar poco más o menos a la mitad de la ladera, muy cerca de una encina grande que allí había, vimos otro relámpago; y, dados algunos pasos más adelante, vimos sobre un carrasco una Señora, vestida toda de blanco, más brillante que el Sol, irradiando una luz más clara e intensa que un vaso de cristal, lleno de agua cristalina, atravesado por los rayos del Sol más ardiente. Nos detuvimos sorprendidos por la aparición. Estábamos tan cerca que nos quedábamos dentro de la luz que la cercaba, o que ella irradiaba. Tal vez a metro y medio de distancia más o menos. Entonces Nuestra Señora nos dijo:
– No tengáis miedo. No os voy a hacer daño.
– ¿De dónde es Vd.? – le pregunté.
– Soy del Cielo.
– ¿Y qué es lo que Vd. quiere?
– Vengo a pediros que vengáis aquí seis meses seguidos, el día 13 a esta misma hora. Después os diré quién soy y lo que quiero. Después volveré aquí una séptima vez (12).
– Y, ¿yo también voy al Cielo?
-Sí, vas.
– Y, ¿Jacinta?
-También.
– Y ¿Francisco?
– También; pero tiene que rezar muchos rosarios.
Entonces me acordé de preguntar por dos muchachas que habían muerto hacía poco. Eran amigas mías e iban a mi casa a aprender a tejedoras con mi hermana mayor.
– ¿María de las Nieves ya está en el Cielo?
– Sí, está. (Me parece que debía tener unos dieciséis años)
– Y, ¿Amelia?
– Estará en el Purgatorio hasta el fin del mundo (13). (Me parece que debía tener de dieciocho a veinte años).
– ¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que Él quisiera enviaros, en acto de desagravio por los pecados con que es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores?
– Sí, queremos.
– Tendréis, pues, mucho que sufrir, pero la gracia de Dios será vuestra fortaleza.
Fue al pronunciar estas últimas palabras (la gracia de Dios, etc…) cuando abrió por primera vez las manos comunicándonos una luz tan intensa como un reflejo que de ellas se irradiaba, que nos penetraba en el pecho y en lo más íntimo del alma, haciéndonos ver a nosotros mismos en Dios que era esa luz, más claramente que nos vemos en el mejor de los espejos. Entonces por un impulso íntimo, también comunicado, caímos de rodillas y repetíamos íntimamente: “Oh Santísima Trinidad, yo Os adoro. Dios mío, Dios mío; yo Os amo en el Santísimo Sacramento”. Pasados los primeros momentos, Nuestra Señora añadió:
– Rezad el rosario todos los días para alcanzar la paz para el mundo y el fin de la guerra.
– En seguida comenzó a elevarse suavemente, subiendo en dirección al Nasciente, hasta desaparecer en la inmensidad de la lejanía. La luz que la rodeaba iba como abriendo camino en la bóveda de los astros, motivo por el cual alguna vez dijimos que habíamos visto abrirse el Cielo.
Me parece que ya expuse en lo escrito sobre Jacinta o en una carta, que el miedo que sentíamos, no fue propiamente de Nuestra Señora, sino de la tormenta que supusimos iba a venir, y de la cual queríamos huir. Las apariciones de Nuestra Señora no infunden miedo o temor, pero sí sorpresa. Cuando preguntaban si habíamos sentido miedo, y decía que sí, me refería al miedo que habíamos tenido de los relámpagos y del trueno que suponía vendría próximo: y de eso fue de lo que queríamos huir, pues estábamos habituados a ver relámpagos sólo cuando tronaba.
Los relámpagos tampoco eran propiamente relámpagos, sino el reflejo de una luz que se aproximaba. Por ver esta luz es por lo que decíamos a veces que veíamos venir a Nuestra Señora; pero a Nuestra Señora propiamente sólo la distinguíamos en esa luz cuando estaba ya sobre la encina. El no sabernos explicar o el querer evitar preguntas fue lo que dió lugar a que algunas veces decíamos que la veíamos venir; otras que no. Cuando decíamos que sí, que la veíamos venir, nos referíamos a que veíamos aproximarse esa luz que al final era Ella. Y cuando decíamos que no la veíamos venir, nos referíamos a que Nuestra Señora sólo la veíamos propiamente cuando estaba ya sobre la encina.
29 miércoles Abr 2020
Posted Miguicas
inPadre Martínez m.C.R.
* «La persona que no puede cambiar de sexo no es libre». Eso dicen.
* Sí. Se puede decir que el aborto provocado es terrorismo satánico.
* Los que dicen que el Cielo es un bien «imaginario». Están endemoniados.
* La revolución de medios de comunicación y de instrucción escolar es satánica.
* La llamada «cultura democrática» es demoníaca. La corrupción del hombre, la adoración de los vicios, el camino del infierno.
* El mal del capitalismo salvaje está en organizar la vida de los hombres semejante a la vida animal. Producir, producir y producir.
* «El martirio es un signo preclaro de la santidad de la Iglesia» (San Juan Pablo II). Hoy la Iglesia es santa, muy santa. Nunca han habido tantos mártires.
* ¿Es casual que, a día de hoy, dos de las naciones que más están sufriendo la pandemia son precisamente Italia y España, que apostataron desechando el Reinado Social de Cristo bajo al que no hace tanto tiempo se gobernaban? (Luis Fernando Pérez Bustamante).
28 martes Abr 2020
Posted Guerra Campos
inD. José Guerra Campos
El octavo día
Editorial Nacional, Torrelara, Madrid, 1973
Jesús dijo a los Apóstoles: «Como el Padre me ha enviado, así os envío Yo» (1). «Enseñad a todas las gentes…» (2). «Seréis mis testigos en toda la tierra» (3). «Quien a vosotros oye a Mí me oye» (4). «Yo estaré con vosotros hasta la consumación del mundo…» (5).
El magisterio de la Iglesia, ayudado por la luz del Espíritu, transmite y explica siempre ese testimonio de los Apóstoles. No es obligado que hagamos nuestro todo el contexto cultural del tiempo apostólico o de tiempos posteriores; pero sí el «testimonio»: lo que los Apóstoles y la tradición de la Iglesia han dicho como palabra de Dios, en el sentido en que la han expresado, que permanece para siempre.
Si las interpretaciones teológicas, o las maneras variadas de exponer, suplantasen ese sentido, se desvanecería la fe (6). Y aunque muchos compartiesen las nuevas significaciones, ya no serían Iglesia; porque Iglesia es la comunidad de los llamados por Dios, que responden con la fe a esa llamada. Serían una sociedad por coincidencia de opiniones humanas.
Notas:
(1) Jn. 20, 21.
(2) Mt. 28, 19.
(3) Act. 1, 8.
(4) Lc. 10, 16; Mt. 10, 40.
(5) Mt. 28, 20.
(6) Se desvanecería la fe, por despreciar su verdadero motivo, que es la autoridad de Dios y la misión divina de los Apóstoles y la Iglesia. Degeneraría en especulación humana, que tampoco sería verdadera teología.