D. José Guerra Campos
El octavo día
Editorial Nacional, Torrelara, Madrid, 1973
Jesús dijo a los Apóstoles: «Como el Padre me ha enviado, así os envío Yo» (1). «Enseñad a todas las gentes…» (2). «Seréis mis testigos en toda la tierra» (3). «Quien a vosotros oye a Mí me oye» (4). «Yo estaré con vosotros hasta la consumación del mundo…» (5).
El magisterio de la Iglesia, ayudado por la luz del Espíritu, transmite y explica siempre ese testimonio de los Apóstoles. No es obligado que hagamos nuestro todo el contexto cultural del tiempo apostólico o de tiempos posteriores; pero sí el «testimonio»: lo que los Apóstoles y la tradición de la Iglesia han dicho como palabra de Dios, en el sentido en que la han expresado, que permanece para siempre.
Si las interpretaciones teológicas, o las maneras variadas de exponer, suplantasen ese sentido, se desvanecería la fe (6). Y aunque muchos compartiesen las nuevas significaciones, ya no serían Iglesia; porque Iglesia es la comunidad de los llamados por Dios, que responden con la fe a esa llamada. Serían una sociedad por coincidencia de opiniones humanas.
Notas:
(1) Jn. 20, 21.
(2) Mt. 28, 19.
(3) Act. 1, 8.
(4) Lc. 10, 16; Mt. 10, 40.
(5) Mt. 28, 20.
(6) Se desvanecería la fe, por despreciar su verdadero motivo, que es la autoridad de Dios y la misión divina de los Apóstoles y la Iglesia. Degeneraría en especulación humana, que tampoco sería verdadera teología.