Una Epopeya misionera
Padre Juan Terradas Soler C. P. C. R
La Hispanidad, firme y prometedora realidad (23)
Una fraternidad sincera en la verdad histórica (5)
¡La figura de los próceres! Pío XII ha exaltado no pocas veces el espíritu religioso de que estaban imbuidos algunos de los más destacados.
En un discurso dirigido al Perú, encomia la piedad mariana de los libertadores, que acudían a la Virgen antes de acometer sus “generosas empresas”.
“América, la de los próceres, padres de la patria que acudían igualmente ante Ella—un Belgrano, un San Martín, un Hidalgo o un Artigase-antes de acometer sus generosas empresas” (335).
(Radiomensaje al Congreso Eucarístico y Mariano del Perú, 12-XII-1954).
(335) Son conocidos los cristianísimos rasgos del libertador BELGRANO. En Tucumán encargaba funerales por los caídos de ambos ejércitos en pugna, y distribuía a los jefes, oficiales y soldados de su tropa, antes de la batalla de Salta, cuatro mil escapularios de la Virgen del Carmen. Y al General San Martín escribía el 6 de abril de 1814: “Mi amigo: Acuérdese Vd. que es un general cristiano, apostólico, romano. No deje de implorar a Nuestra Señora de las Mercedes, nombrándola siempre Nuestra Generala. El ejército se compone de hombres educados en la fe católica que profesamos… No olvide los escapularios a la tropa. Se lo dice a Vd. su verdadero y fiel amigo, Manuel Belgrano”.
San Martín, por su parte, “era un católico no sólo práctico, sino además ferviente y apostólico” (GUILLERMO FURLONG, S. J.). Es sabido que se señalaba por su devoción a la Santísima Virgen, a quien imploraba antes de sus batallas, y cuyo cuadro llevaba continuamente en su equipaje de guerra. Entre sus soldados imponía los cumplimientos religiosos, y suprimió del mismo Código Militar español lo referente al duelo, como contrario a la doctrina católica. El primer artículo del Código Militar, redactado por este caudillo en Mendoza (1816), reza así: “Todo el que blasfemare el Santo Nombre de Dios o de su adorable Madre e insultare la Religión, por primera vez sufrirá cuatro horas de mordaza atado a un palo en público por el término de ocho días; y por segunda vez, será atravesada su lengua con un hierro ardiente y arrojado del Cuerpo”. (Véase TRIANA, ob. cit., pág. 251.)
Dirigiéndose al Uruguay, “pueblo orgulloso de su historia”, le exalta la figura de su héroe nacional, Artigas, y del primer, insurrecto, el cura Silverio A. Martínez.
“Obrando así, os proclamáis hijos legítimos de aquel grande Artigas, tan devoto siempre de la Virgen del Carmen y que tanto se consolaba rezando el santo rosario en sus últimos años de vejez y de forzoso retiro; hermanos auténticos de aquellos próceres que el 14 de junio de 1825 inclinaban sus banderas ante la Virgen del Pintado o Virgen de los Treinta y Tres, como si quisieran reconocerla capitana de sus futuras empresas. Obrando así, os parecerá que cumplís su glorioso testamento: “Honorem habebis matri tuae ómnibus diebus” (Honra siempre a tu madre todos los días de tu vida) (Tob., 4, 3)”.
“Sois, finalmente, un pueblo orgulloso de su historia; pues bien: en esa historia, donde las letras han florecido a la sombra de las armas, no se pueden olvidar los nombres del párroco Silverio Antonio Martínez, que lanzó el primer grito de independencia”.
(Radiomensaje al Congreso Mariano Nacional del Uruguay, celebrado en Montevideo, 13-X-1954).