Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

Contracorriente

Publicaciones de la categoría: Hispanoamérica. La verdad

Hispanoamérica. La verdad 204

16 lunes Ago 2021

Posted by manuelmartinezcano in Hispanoamérica. La verdad

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España resurgirá

Una Epopeya misionera

Padre Juan Terradas Soler C. P. C. R

 III

REPAROS QUE A ESPAÑA PUEDEN HACERSE EN SUS CAMPAÑAS POR LA HISPANIDAD (2)

Pero España resurgirá. No aludo a ningún mesianismo, ni a ningún espasmo de orden político o social. Resurgirá porque las fuerzas latentes de su espíritu, los valores que cien generaciones cristianas han depositado en el fondo del alma nacional, vencerán la resistencia de esta costra de escorias que la oprimen, y saldrá otra vez a la superficie de la vida social el oro puro de nuestra alma añeja, la del catolicismo a machamartillo, la del sentido de jerarquía, más arraigado en España que en ninguna otra nación del mundo, la de los nobles ideales, la que ha cristalizado en obras e instituciones que nos pusieron a la cabeza de Europa.

Cuanto a América, no es un amasijo. Lo fuera si sus elementos estuvieran destrabados. Si así fuera, perecería en el caos de luchas fratricidas, o sería aventada, en frase de la Escritura, como él polvo del camino. Pero América, con toda la complejidad de sus nacionalismos, de sus razas, de sus aspiraciones, de las facetas múltiples de su espíritu, se asienta en el subsuelo uniforme de la espiritualidad que hace cuatro siglos la inoculó la Madre España.

Y ahí tenéis, anticipándome a la prueba positiva de mi tesis, el factor esencial de la unidad hispanoamericana: el espiritualismo español, este profundo espíritu católico que, porque es católico, puede ser universal, pero que, matizado por el temperamento y la historia, por el Cielo y el suelo, por el genio de la ciencia y del arte, constituye un hecho diferencial dentro de la unidad de la catolicidad, y que se ha transfundido a veinte naciones de América. Vosotros conocéis el fenómeno geológico de éstas formaciones rocosas que emergen en la tierra firme de países separados por el mar, con iguales caracteres químicos y morfológicos, y que se dan la mano y se solidarizan por debajo las aguas de Océano. Esto ocurre con vuestra patria y la mía; las aguas de cien revoluciones y evoluciones han cubierto las bajas superficies, y hemos quedado, en la apariencia, separados; pero allá, en España, y acá, en América, asoman los picachos de esta cordillera secular que nos unifica: es la cordillera de nuestra espiritualidad idéntica; son los picachos, las altas cumbres de los principios cristianos, coloreados por el sol de una misma historia y que, a través de tierras y siglos, nos consienten darnos el abrazo de fraternidad hispana.

Yo no hablaría con la lealtad que os he prometido si no resolviera otra objeción. ¿Por qué, diréis, nos habla España de unificación en la hispanidad, cuando los hijos de España desgarran su propia unidad? Aludo, claro, al fenómeno de los regionalismos más o menos separatistas, que se han agudizado con nuestro cambio de régimen político y que pudieran dañar el mismo corazón de la hispanidad.

Pero este es pleito doméstico; pleito que tiene su natural razón de ser en lo que se ha llamado hecho diferencial, no de las razas hispanas, que no hay más que una, producto de veinte siglos de historia en que se han fundido todas las diferencias étnicas, de sangre y de espíritu, de los pueblos invasores, sino de cultura, de temperamento, de atavismos históricos; pero que se han agudizado por desaciertos políticos pasados y presentes y tal vez por la acción clandestina de fuerzas internacionales ocultas, que tratan, para sus fines, de balcanizar a España, rompiendo a la vez el molde político y religioso en que se vació nuestra unidad nacional.

Hispanoamérica. La verdad 203

09 lunes Ago 2021

Posted by manuelmartinezcano in Hispanoamérica. La verdad

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Una Epopeya misionera

Padre Juan Terradas Soler C. P. C. R

III

REPAROS QUE A ESPAÑA PUEDEN HACERSE EN SUS CAMPAÑAS POR LA HISPANIDAD (1)

¡Difícil cometido sostener la bandera de España en pro de la hispanidad! No somos ya lo que fuimos; en nuestra misma casa parecen haber sufrido grave derrota los principios fundaméntales de la hispanidad. Empeñarse hoy un español en hacer raza, podría parecer invitación a desvalorizar los grandes factores de la vida de un pueblo: tradición, historia, patriotismo verdadero, y, sobre todo, éste algo divino sin lo que ningún pueblo vive vida digna, la religión; este algo soberanamente divino, Jesucristo y su Evangelio, que han hecho de Europa lo que ni soñar pudieron Grecia o Roma y que ha merecido el repudio oficial en España. Ya podéis suponer que le sangra el corazón a un Obispo español que, lejos de su Patria, tiene que hacer esta confesión tremenda.

Y por la parte de América, se nos ofrece a primera vista un amasijo formidable de naciones, de razas, de tendencias diversas que se traducen en rivalidades y recelos, de lenguas y civilizaciones distintas, que hacen de esta bellísima tierra, que corre de las Antillas a Magallanes, una Babel más complicada que la del Senaar. Yo no sé quién ha hablado de los “Estados desunidos de la América del Sur”; y en un periódico español se ha escrito que el nombre de América es algo serio y sustancial para el mundo moderno, pero que debe referirse a los Estados Unidos, pues todo lo demás, dice, “es un revoltillo de españoles, portugueses, indios; negros y loros”.

Las objeciones son formidables, pero denuncian algo accidental en España y América, no un defecto medular que, acá y allá, haga inútil todo esfuerzo de hispanización.

Cuanto a España, confesemos un hecho: la desviación, hace ya dos siglos, de nuestra trayectoria racial. Desde que, con el último de los Austrias, nuestro espíritu nacional polarizó en sentido centrífugo, haciendo rumbo a París toda tendencia espiritual—filosofía y política, leyes y costumbres—, hemos ido perdiendo paulatinamente las esencias del alma española, y hemos abrumado con baratijas forasteras el traje señoril de la matrona España.

Confesemos todavía otro hecho, que no es más que la culminación explosiva de este espíritu extranjerizante: me refiero a nuestra revolución, de la que yo no quiero decir mal, porque no cabe hablar mal de la casa propia en la ajena, y menos cuando la pobre madre, por culpa de los hijos, se halla en trance de dolencia grave. Yo no creo que ningún español deje de querer bien a su Patria, aunque haya cariños que puedan matarla. Yo prefiero creer que muchos de mis hermanos de Patria andan equivocados, antes de creer en la existencia de malos patriotas: es más verosímil, porque es más humano, un desviado mental que un parricida.

Hispanoamérica. La verdad 202

02 lunes Ago 2021

Posted by manuelmartinezcano in Hispanoamérica. La verdad

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  • Reina Isabel la Católica
  • Carlos V

Una Epopeya misionera

Padre Juan Terradas Soler C. P. C. R

 II

LA OBRA DE ESPAÑA, OBRA DE CATOLICISMO

Yo debiera demostraros ahora que la obra de España fue, antes que todo, obra de catolicismo. No es necesario. Aquí está el hecho, colosal. Al siglo de empezada la conquista, América era virtualmente cristiana. La Cruz señoreaba, con el pendón de Castilla, las vastísimas regiones que se extienden de Méjico a la Patagonia; cesaban los sacrificios humanos y las supersticiones horrendas; templos magníficos cobijaban bajo sus bóvedas a aquellos pueblos, antes bárbaros, y germinaban en nuevos y dilatados países las virtudes del Evangelio. Jesucristo había triplicado su reino en la tierra.

Porque España fue un Estado misionero antes que conquistador. Si utilizó la espada fue para que, sin violencia, pasara triunfante la Cruz. La tónica de la conquista la daba Isabel la Católica, cuando a la hora de su muerte dictaba al escribano real estas palabras: “Nuestra principal intención fue de procurar atraer a los pueblos dellas (de las Indias) e los convertir a Nuestra sancta fe cathólica”. La daba Carlos V cuando, al despedir a los Prelados de Panamá y Cartagena, les decía: “Mirad que os he echado aquellas ánimas a cuestas; parad mientes que deis cuenta de ellas a Dios, y me descarguéis a mí”. La dieron todos los Monarcas en frase que suscribiría el más ardoroso misionero de nuestra fe. La daban las leyes de Indias, cuyo pensamiento oscila entre estas dos grandes preocupaciones: la enseñanza del cristianismo y la defensa de los aborígenes.

España mandó a América lo más selecto de sus misioneros. Franciscanos, Dominicos, Agustinos, Jesuitas, acá enviaron hombres de talla y de fama europea. Los nombres de Fray Juan de Gaona, una de las primeras glorias de la iglesia americana; de Fray Francisco de Bustamante, uno de los grandes predicadores de su tiempo; Fray Alonso de Veracruz, teólogo eminente; todos ellos eran de alto abolengo, o por la sangré o por las letras, y dejaban una Europa que les hubiera levantado sobre las alas de la fama.

Los mismos conquistadores se distinguieron tanto por su genio militar como por su alma de apóstoles. Pizarro, que funda la ciudad de Cuzco “en acrescentamiento de nuestra sancta fe cathólica”; Balboa, que al descubrir el Pacífico, que no habían visto ojos de hombre blanco, desde las alturas andinas, hinca sus rodillas y bendice a Jesucristo y a su Madre y espera para Dios la conquista de aquellas tierras y mares; Menéndez de Avilés, el conquistador de la Florida, que promete emplear todo lo que fuere y tuviere “para meter el Evangelio en aquellas tierras”, y otros cien, no hicieron más que seguir el espíritu de Colón al desembarcar, por vez primera, en San Salvador: “Yo —dice el Almirante—, porque nos tuvieran mucha amistad, porque conocí que era gente que mejor se convertiría a nuestra Santa Fe con amor que no por fuerza, les di unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio, que se ponían al pescuezo”.

La misma nomenclatura de ciudades y comarcas, con la que se formaría un extenso santoral; las sumas enormes que al erario español costaron las misiones y que el Padre Bayle le hace montar, en tres siglos, a seiscientos millones de pesetas; esta devoción profunda de América a la Madre de Dios, en especial bajo la advocación de Guadalupe, trasplantada de la diócesis de Toledo a las Américas por los conquistadores extremeños; y—¿qué más?–esta tenacidad con que la América española, desde Méjico, la mártir, hasta el Cabo de Hornos, sostiene la vieja fe contra la tiranía y las sectas, por encima del huracán del laicismo racionalista, ¿qué otra cosa es más que argumento invicto de que la forma sustancial de la obra de España en América fue la fe católica? Arrancadla de España y de América, y no digo que nos quedemos sin la llave de nuestra historia, acá y allá, sino que nos falta hasta el secreto del descubrimiento del Nuevo Mundo, que arrancó, de los ignotos mares España, misionera antes que conquistadora, en el pensamiento político del Estado.

Y faltará el secreto de la raza, de la hispanidad, que, o es palabra vacía, o es la síntesis de todos los valores espirituales que con el catolicismo, forman el patrimonio de los pueblos hispanoamericanos.

América es obra nuestra; ésta obra es esencialmente de catolicismo. Luego hay relación de igualdad entre raza o hispanidad y catolicismo. Vamos a señalar las orientaciones viables en el sentido de formación del espíritu de hispanidad. Pero antes respondamos a algunos.

Hispanoamérica. La verdad 201

26 lunes Jul 2021

Posted by manuelmartinezcano in Hispanoamérica. La verdad

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Una Epopeya misionera

Padre Juan Terradas Soler C. P. C. R

 I

AMÉRICA ES LA OBRA CLASICA DE ESPAÑA (6)

Y a todo esto siguió la transfusión del ideal: el ideal personal del hombre libre, que no se ha hecho para ser sacrificado ante ningún hombre, ni siquiera ante ningún dios, sino que se vale de su libertad para hacer de sí mismo un dios, por la imitación del Hombre-Dios. Y el ideal social, que consiste en armonizarlo todo alrededor de Dios, el Super Ommia Deus, para producir en el mundo el orden y el bienestar y ayudar al hombre a la conquista de Dios.

Esto es la suma de la civilización, y esto es lo que hizo España en estas Indias. Hizo más que Roma al conquistar su vasto imperio, porque Roma hizo pueblos esclavos, y España les dio la verdadera libertad. Roma dividió el mundo en romanos y bárbaros; España hizo surgir un mundo de hombres a quienes nuestros reyes llamaron hijos y hermanos. Roma levantó un panteón para honrar a los ídolos del imperio; España hizo del panteón horrible de esta América un templo al único Dios verdadero. Si Roma fue el pueblo de las construcciones ingentes, obra de romanos hicieron los españoles en rutas y puentes que, al decir de un inglés hablando de las rutas andinas, compiten con las modernas de San Gotardo; y si Roma pudo concentrar en sus Códigos la luz del derecho natural, España dictó este Cuerpo de las seis mil leyes de Indias, monumento de justicia cristiana en que compite la grandeza del genio con el corazón inmenso del legislador.

Tal es la América que hizo España; una extensión de su propio ser, lograda con el esfuerzo más grande que ha conocido la Historia: Nueva España, Nueva Granada, Nueva Extremadura, Nueva Andalucía, Nueva Toledo, son la réplica, aquende el Atlántico, de la España vieja, su verdadera madre. Y a tal punto llegó el amor de esta madre, que, como dice un historiador francés, todo su afán fue modificar sus leyes con el designio de hacer a sus nuevos vasallos más felices que a los propios españoles.

Hispanoamérica. La verdad 200

19 lunes Jul 2021

Posted by manuelmartinezcano in Hispanoamérica. La verdad

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Una Epopeya misionera

Padre Juan Terradas Soler C. P. C. R

 I

AMÉRICA ES LA OBRA CLASICA DE ESPAÑA (5)

Porque la obra de España ha sido, más que de plasmación, como el artista lo hace con su obra, de verdadera fusión, para que ni España pudiese ya vivir en lo futuro sin sus Américas, ni las naciones americanas pudiesen, aun queriendo, arrancar la huella profunda que la madre las dejó al besarlas, porque fue un beso de tres siglos, con el que las transfundió su propia alma.

Fusión de sangre, porque España hizo con los aborígenes lo que ninguna nación del mundo hiciera con los pueblos conquistados: cohibir el embarque de españolas solteras para que el español casara con mujeres indígenas, naciendo así la raza criolla, en la que como en Garcilaso de la Vega, tipo representativo del nuevo pueblo que surgía en estos países vírgenes, la robustez del alma española levantaba a su nivel a la débil raza india. Y el español, que en su propio solar negó a judíos y árabes la púrpura brillante de su sangre, no tuvo empacho de amasarla con la sangre india, para que la vida nueva de América fuera, con toda la fuerza de la palabra, vida hispanoamericana. Ved la distancia que separa a España de los sajones, y a los indios de Sudamérica de los pieles rojas.

Fusión de lengua en esta labor pacientísima con que los misioneros ponían en el alma y en los labios de los indígenas el habla castellana, y absorbían, al mismo tiempo—sobre todo de labios de los niños de las Doctrinas—, el abstruso vocabulario de cerca de doscientas, no lenguas, sino ramas de lenguas que se hablaban en el vastísimo continente. Gramáticas, Diccionarios, Doctrinas, Confesionarios y Sermonarios, elaborados con amor de madre y paciencia benedictina, fueron la llave que franqueó a los españoles el secreto de las razas aborígenes y que permitió a éstas entrar en el alma de la madre España. Y paulatinamente se hizo el milagro de una Babel a la inversa, trocándose un pueblo de mil lenguas en una tierra que, valiéndose de la frase bíblica, no tenía más que un labio y una lengua, en la que se entendieron todos. Era la lengua ubérrima, dulce, clara y fuerte; de Castilla.

Con la fusión de lengua vino la fusión, mejor la transfusión de la religión. Porque el español, hasta el aventurero, llevaba, a Jesucristo en el fondo de su alma y en la medula de su vida, y era por naturaleza un apóstol de su fe. Se ha dicho que el conquistador español, mostrando al indio con la izquierda un crucifijo y blandiendo en su diestra una espada, le decía: “Cree o muere”. ¡Mentira! Esto puede denunciar un abuso, no un sistema. La palabra cálida de los misioneros, su celo encendido y sus trazas divinas, su amor inexhausto a los pobres indios fueron, con la gracia, los que arrancaron al alma india de sus supersticiones horribles y la pusieron a los pies del Dios Crucificado.

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