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Campamentos del Padre Alba
02 jueves May 2013
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02 jueves May 2013
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13 miércoles Mar 2013
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2, 29 de Septiembre de 194, alegre, andré´s, animación, antes, apóstol incansable, apostolado, apostolado laical, apoyo, aprobada, aquí estoy, asesoramiento espiritual, bien de los demás, Carretera de Castellar, Castellar, castidad, celibato, Chosica, colegios, comparar, comprar, comunidad, comunidades, concilio vaticano II, consagrada, corazón misionero de Jesús, cosas materiales, Cristo, Cristo Rey, cruz, cualidades, cuenta contigo, cursos bíblicos, de vida religiosa, derecho diocesano, desprendmiento, Dios, doctrinal, el elegido, el propio, erdad, España, espíritu, espíritu santo, espirituales, fin sociedad misionera, formación, formador, frecuencia, fuerzas, gracia divina, gracias, hijos de la Iglesia, instituto, jornadas pastorales, joven, juventud, leer, luz, madre, mar, meditar, misión, misterio inmortal de Jesús inmolado, necesarias, Nuestra Misión, Nuestro Espíritu, nuestro fundador, nuestro ideal, obediencia, oración, P.José María Alba, pacostamcr@hotmail.com, padre, Papa Juan Pablo II, para hacer tu voluntad, parroquial, pastoral familiar, pastoral sacramental, pecadores, pedro, Perú, perfección cristiana, perfecta imitación de Cristo, personas prudentes, pescuderomcr@gmail.com, pobres acciones, pobreza, promoción juvenil, pros y contras, que, reflexionar, reinado de paz, Reino de los Cielos, Reino de su bendita Paz, religiosas, retel, retiros espirituales, sabio, sacerdotes, sacramentos, sagrada realeza, san ignacio de loyola, santidad, santificación del prójimo, santo, Señor, seguimiento, seminario, servir, sociedad misionera de cristo rey, tiempo para rezar, trabajar, vida apostólica, vida apostólicad, vocación a la santidad, vocación a la vida consagrada
«Y, según caminaba por la orilla del mar
de Galilea, vio a dos hermanos –a Simón,
el que es llamado Pedro, y a Andrés,
su hermano– que echaban un retel al mar,
pues eran pecadores. Y les dijo:
-Venid detrás de mí y os haré pescadores de hombres.
Y ellos, en seguida,
dejando las redes, lo siguieron» (Mt 4, 18-20)
¿Quieres Seguirle?
El Concilio Vaticano II señala dos:
La vocación a la santidad: Invitación que hace a todos y a cada uno de los cristianos a tratar de alcanzar la perfecta imitación de Cristo.
La vocación a la vida consagrada: Invitación que hace a determinadas personas destinadas al sacerdocio, a la vida religiosa o a vivir de una manera más plena el apostolado. Eso es lo que espera de ti Él con generosidad.
¿Cómo?
Dios, poco a poco va demostrando a cada persona cuál es su llamado por medio de las circunstancias:
1.- Invitación de una persona amiga a ingresar a un seminario, o Comunidad de Vida Apostólica.
2.- Una inclinación que se siente hacia el sacerdocio, la vida religiosa en comunidad o la consagración al apostolado laical.
3.- Una inspiración interna de dedicarse en plenitud a este ministerio. Para lo cual se necesita un tiempo para rezar, meditar, leer, comparar los pros y los contras y un buen asesoramiento espiritual para seguir la inspiración del Espíritu Santo.
4.- Saber que es un camino de santidad.
Cuando Dios confía a una persona una misión u ocupación especial, se compromete a darle todas las gracias necesarias para cumplir bien esa misión.
El elegido se compromete a seguir a Cristo con todas las consecuencias, sin que le importe abrazar la pobreza; servir donde la obediencia disponga, trabajar aquí o allá; dejar padre o madre, vivir el celibato por el Reino de los Cielos.
1.- Mucha oración y frecuencia de sacramentos.
2.- Recurrir a personas prudentes que entiendan.
3.- Reflexionar y meditar a qué te expones.
4.- No tener problemas con la castidad.
5.- Valorar las propias fuerzas y cualidades.
6.- Tener una inteligencia media.
7.- Atracción por las cosas espirituales.
8.- Ilusión por llevar almas a Cristo.
9.- Desprendimiento de las cosas materiales en bien de las espirituales.
10.- Facilidad por buscar el bien de los demás antes que el propio.
Es un Instituto de Vida Religiosa Consagrada de Derecho Diocesano. Aprobada el 29 de Setiembre de 1994.
Es una Sociedad Sacerdotal de Vida Apostólica, pero admite también a miembros seglares que busquen la perfección evangélica, según el espíritu de la Sociedad, vivan su mismo fin misionero y colaboren con la Sociedad en su apostolado, conforme a sus reglas particulares y bajo su obediencia.
El Papa Juan Pablo II exhortaba con todo el afán apostólico que le caracterizaba: “El empeño misionero no tiene plazos e implica a todos los miembros de la comunidad cristiana, hoy como en los comienzos de la Iglesia”.
La Sociedad Misionera de Cristo Rey desearía ser para nuestro tiempo como un don del Corazón misionero de Jesús.
La regla primera que define su espíritu dice así: “El fin de nuestra Sociedad Misionera es, no solamente atender a la propia perfección cristiana sino con la misma gracia divina, procurar intensamente la santificación del prójimo en cualquier parte del mundo donde se espera más servicio de Dios”.
Nuestro Fundador: El P.José María Alba
Un alma de Dios, fiel amante de su vocación, sabio y santo, joven y alegre, apóstol incansable de la juventud formador de sacerdotes y religiosas, hijo de la Iglesia.
Nuestro Espíritu
Seguir los pasos de San Ignacio de Loyola en el seguimiento de Cristo Rey ofreciendo nuestras
pobres acciones para obtener que todos los corazones reconozcan su Sagrada Realeza y así se establezca en todo el universo el Reino de su bendita Paz.

Vivir el misterio inmortal de Jesús inmolado para implantar por la Cruz su reinado de paz, de verdad, de luz.
Si deseas más información nuestra, puedes escribirnos o visitarnos en:
SOCIEDAD MISIONERA DE CRISTO REY
CTRA. DE CASTELLAR, 2
08181-SENTMENAT
(BARCELONA)
Tel. 93.715.34.08 – 93.715.31.14
Correo electrónico:
psuperior@misionerosdecristorey.org
SOCIEDAD MISIONERA DE CRISTO REY
AVDA. DE LAS FLORES 119 – 141
URBANIZACIÓN SANTA MARIA
CHOSICA
Tel. 01. 360. 00. 56 – 519.977.422.828
Correos electrónicos:
A.M.D.G.
13 miércoles Mar 2013
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El P. Francisco de Paula Solá, que en gloria esté, durante varios años fue muy solicitado
por los medios de comunicación social, televisión, radio, prensa escrita, para hablar del demonio, la posesión diabólica y los exorcismos. Muchas personas lo conocieron por esto. Pero la inmensa mayoría no sabe que el P. Solá fue un extraordinario teólogo que asesoró a los obispos españoles en el Concilio Vaticano II. Fue un gran mariólogo y josefólogo. Escribió muchísimo de la Virgen María y san José.
Me gustaría recordar ahora algo de lo mucho que aprendí en sus clases, pero no puede ser. En el campeonato mundial de memoriones quede el penúltimo, porque el último necesitaba ese título para alcanzar la laureada de la humildad. Pero ya que estamos con los exorcismos y los endemoniados vamos a ver si la jalea de miel y los rabos de higos funcionan.
El padre decía que el exorcista necesita tener mucha serenidad y mucho espíritu sobrenatural, mucho amor a Jesús y a la Santísima Virgen María y seguir siempre las normas de la Iglesia. Nos decía que siempre ha habido endemoniados, Jesús expulsó varios demonios, pero hay que ir con mucha prudencia en este tema, porque muchas veces se trata de trastornos patológicos, nerviosos o mentales. Un endemoniado es una persona de la cual ha tomado posesión el diablo. El demonio puede tomar posesión del cuerpo de una persona, no del alma, a no ser que el hombre o la mujer voluntariamente se entreguen en cuerpo y alma al demonio. El demonio no puede ejercer nada contra la libertad absoluta e intelectual de la persona. Si el demonio consigue quitar la libertad a una persona, ésta es irresponsable y, por lo tanto, no puede cometer pecado, porque no es responsable de sus actos; los actos los realiza el demonio por medio de ella.
La posesión diabólica puede ser permanente o temporal; esporádica, en momentos determinados. Pero a veces no es posesión diabólica sino influencia diabólica, muy frecuente en nuestros días. Se trata de una influencia que se manifiesta en cosas extrañas, que a veces se toman como fenómenos parasicológicos, pero que en realidad son influencias diabólicas.
Intentaré recordar algo de sus clases en próximas semanas.
P. Manuel Martínez Cano mCR
13 miércoles Mar 2013
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San Ignacio de Loyola dice que el alma se salva mediante la alabanza, reverencia y servicio de Dios.
Salvar el alma es terminar esta vida terrena en gracia de Dios para empezar a gozar eternamente de la gloria y felicidad del Cielo. Dios quiere que todas las almas se salven. Su misericordia infinita está al alcance de todos los hombres y mujeres: “Hijitos míos, os escribo esto para que no pequéis. Si alguno peca, abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo, justo. El es la propiciación por nuestros pecados. Y no sólo por los nuestros, sino por los de todo el mundo” (1 Jn. 2,2).
Si Dios quiere que todos los hombres se salven, a todos le ofrece la gracia necesaria para salvarse. El medio ordinario del que Dios se vale para llamar a la salvación a todos los hombres es la Iglesia Católica, fundada por Nuestro Señor Jesucristo y vivificada por el Espíritu Santo. La Iglesia nos transmite la gracia divina por medio de los sacramentos.
Salvar el alma, se dice pronto, pero se entiende con dificultad y a medias. Para entenderlo bien, sería preciso llegar a conocer internamente lo que es poseer a Dios en una felicidad eterna y lo que es el alma ¿Qué vale el alma?: La sangre de Dios hecho hombre derramada, gota a gota, en la Pasión para la salvación de todas las almas. El alma tiene un valor divino. San Ignacio estaba dispuesto a poner en peligro su vida por la salvación de las almas; y Santa Catalina de Siena besaba las huellas de los que trabajaban por la salvación de las almas.
El alma y Dios. ¿Cómo es Dios?, preguntaba el niño Tomás de Aquino a los ancianos. Sabemos muy poco de cómo es Dios. Sabemos, estamos seguros, que Dios es la suma perfección, la suma bondad que saciará todos nuestros deseos de felicidad en el cielo. Dios es infinito en Sus perfecciones, nosotros imperfectos y miserables. Nuestro único afán: ¡Salvar el alma!.
La hermana de Santo Tomás de Aquino, le escribió pidiéndole que debería hacer para ser santa. El doctor angélico, le contestó: “Hermana mía, para ser santa te basta y es necesario por tu parte una cosa: ‘querer’; Dios no te negará su gracia”. Nos salvaremos eternamente si queremos salvarnos, pero queriendo de verdad; que ese querer se convierta en obras concretas”. Se nos brinda la gracia, a nadie falta: “el hombre es quien falta a la gracia” (San Buenaventura). Nuestra santa Madre Iglesia pone a nuestra disposición todos los medios que necesitamos para salvarnos. Estamos en buenas manos. San Agustín: “¿Por qué no he de poder lo que otros han logrado?”
“ Se le acercó uno y le preguntó: Maestro ¿Qué obra buena he de realizar para alcanzar la vida eterna?”. Él le dijo: si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mt. 19,17). Una vez más: si quieres te salvarás. Hay que querer de veras, nada de veleidades: “quiere y no quiere a un tiempo el perezoso.” (Pro. 13,4) Querer de verdad es poner nuestra voluntad en sintonía con la voluntad de Dios. Hacer siempre y en todo la voluntad de Dios. No retroceder ante ningún sacrificio, no detenernos ante ninguna dificultad.
Es nuestro peregrinar hacia la vida eterna, debemos confiar siempre en la infinita misericordia de nuestro Dios. Es verdad que somos débiles y miserables, pero con San Pablo podemos decir: “todo lo puedo en aquel que me conforta” (Fil. 4,13). Porque, aunque no podamos salvarnos con nuestras débiles fuerzas, estamos seguros que no nos faltará la gracia que San Pablo alcanzó de Cristo: “te basta mi gracia” (2Cor. 12,9). Seamos muy generosos en nuestra colaboración con la gracia de Dios.
Un día y otro, siempre fieles a las gracias actuales, perseverantes hasta la muerte: “Seréis aborrecidos de todos por mi nombre, el que persevere hasta el fin, se salvara” (Mt. 10,22). Ante las
tentaciones, tribulaciones y sacrificios que aparezcan en vuestras vidas, ensancha el alma la consideración de la felicidad eterna que el Señor nos tiene preparada: “Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha preparado para los que le aman” (1Cor. 2,9). “Dios espera ardientemente que se llene su casa. Es padre y le gusta vivir con todos sus hijos alrededor” (San Agustín).
San Juan Crisóstomo: “Si descuidamos el alma no podremos salvar ni el cuerpo: porque no ha sido hecha el alma para el cuerpo, si no el cuerpo para el alma” San Ignacio le decía al joven Javier en la Universidad de Paris: “¿qué aprovecha al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?” (Mt. 16,26). ¿Quiero salvarme? Me salvaré. Para salvarme han de cooperar mi voluntad y la de Dios; y dios quiere salvarnos: “Dios quiere que todos los hombres se salven” (Tim. 2,3-4) Repetimos con San Agustín: “Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”
¿Yo para qué nací? Para salvarme.
Que tengo que morir es infalible;
Dejar de ver a Dios y condenarme
Triste cosa será, pero posible.
¡Posible…! ¿y río y duermo
y quiero holgarme?
¡Posible…! ¿y tengo amor a lo visible?
¿Qué hago? ¿En qué me ocupo?
¿En qué me encanto?
¡Loco debo yo ser, pues no soy santo!
Pío XII: «Misterio verdaderamente tremendo, y que jamás se meditará bastante, el que la salvación de muchos dependa de las oraciones y voluntarias mortificaciones de los miembros del Cuerpo místico de Jesucristo, dirigidas a este objeto, y de la cooperación que Pastores y fieles han de ofrecer a nuestro divino Salvador» (Mystici Corporis 1943,19).
P. Manuel Martínez Cano mCR
21 jueves Feb 2013
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Abba, Ave María, cardenal pie, catecismo social, concilio, cristianos, Cristo, derechos humanos, dilapidar, el que no está conmigo está contra mi, evangelio, experiencia histórica, falsos sistemas, filiación divina, gracia de adopción, Iglesia, Juan Pablo II, luz de la fe, magisterio pontificio, Méjico, Mn.José Ricart Torrents, nadie como maría, obispos de canadá, obispos de los estados unidos, padre, Palabras de Dios, Papa, Redemptor hominis, sagrado depósito, Santo Domingo, Señor Jesús, signo de contradicción, temporalismo inhumano, tesoro de la humanidad, Unigénito, vida cristiana, vocación personal a la santidad
Prólogo
Escribió Juan Pablo II en «Signo de contradicción”: “Las peores situaciones son
aquellas en las que falta la claridad. En ellas desaparecen los confines entre el bien y el mal y reina el caos”. Para subsanar esta auténtica tragedia, el mismo Juan Pablo II ha dicho a los obispos de los Estados Unidos: “Que el sagrado depósito de la doctrina cristiana sea custodiado y enseñado en forma cada vez más eficaz. El sagrado depósito de la Palabra de Dios que la Iglesia nos entrega, constituye el gozo y la fuerza de la vida de nuestro pueblo. Es la única solución pastoral de los muchos problemas de hoy día. Presentar este sagrado depósito de la doctrina cristiana en toda su pureza e integridad, con todas sus exigencias y todo su poder, es una responsabilidad pastoral santa; es, además, el servicio más sublime que podemos prestar”
En esta línea está pensado y escrito este libro, debido a la pluma del sacerdote y publicista bien conocido, Mn. José Ricart Torrens. Responde plenamente a las exigencias de la misión de la Iglesia en nuestros días: “La Iglesia, tratando de mirar al hombre como con los ojos de Cristo mismo, se hace cada vez más consciente de ser la custodia de un gran tesoro, que no le es lícito dilapidar, sino que debe acrecentar continuamente. En efecto, el Señor Jesús dijo: El que no está conmigo está contra mí. El tesoro de la humanidad, enriquecido por el inefable misterio de la filiación divina, de la gracia de adopción en el Unigénito Hijo de Dios, mediante el cual decimos a Dios Abba, ¡Padre!, es también una fuerza poderosa que unifica a la Iglesia, sobre todo desde dentro, y da sentido a toda su actividad. (“Redemptor hominis», 18). Y es el mismo Papa que enseña: “En este campo del conocimiento humano, que continuamente se amplía y al mismo tiempo se diferencia, también la fe debe profundizarse constantemente, manifestando la dimensión del misterio revelado y tendiendo a la comprensión de la verdad, que tiene en Dios la única fuente suprema. Si es lícito -y es necesario incluso desearlo- que el enorme trabajo por desarrollar en este sentido tome en consideración un cierto pluralismo de métodos, sin embargo dicho trabajo no puede alejarse de la unidad fundamental en la enseñanza de la fe y de la moral, como fin que le es propio”. (“Redemptor hominis», 19).
Esta es la temática del «CATECISMO SOCIAL» que ofrecemos a los lectores. Una disposición altamente pedagógica presenta toda la selva de las ideologías contradictorias de nuestra hora en forma de diálogo, con preguntas incisivas y respuestas concretas. Es un tesoro de doctrina que ya existe dispersa en el Evangelio, el magisterio pontificio y la experiencia histórica, comprobando a la luz de la fe, la valoración de los falsos sistemas y la verdad de la vida cristiana, con toda su proyección. Frente a los que han propugnado un falso sobrenaturalismo, desgajado de lo social, y a los que obsesivamente han vaciado el Evangelio en un temporalismo inhumano, otra vez -como siempre- resplandece la fecundidad de la vocación personal a la santidad y la finalidad de la sociedad humana que no puede alcanzar sus metas y el bien común verdadero sin el Reinado social de Jesucristo.
Este libro sirve para todos. No está adosado a ninguna clase social, edad, clan ni estamento. Diríamos que está indicadísimo para nuestra juventud que tiene que soportar toneladas de errores acumulados por generaciones mayores, y que no tiene un instrumento de discernimiento a la mano. Este libro puede ser una excelente guía para esta juventud, a fin de que se inicie con el conocimiento más profundo del mensaje evangélico sobre el hombre y sobre la sociedad. Y sólo en el calor de la verdad encontraremos el clima del rejuvenecimiento que reclama el mundo en que vivimos. Es cosa cierta que la vejez del liberalismo y del marxismo ya no nos sirven. Como tampoco un cristianismo aburguesado, sofisticando el orden de la sociedad, el sentido de la autoridad, el papel de la participación popular, y las grandes coordenadas de la justicia, solamente posible en el entendimiento de la sociedad tal como Dios la quiere.
Juan Pablo II, enseñaba en Santo Domingo -camino de su peregrinación a Méjico-, el pasado 25 de enero: “La Iglesia, experta en humanidad, fiel a los signos de los tiempos, y en obediencia a la invitación apremiante del último Concilio, quiere hoy continuar su misión de fe y de defensa de los derechos humanos. Invitando a los cristianos a comprometerse en la construcción de un mundo más justo, humano y habitable, que no se cierra en sí mismo, sino que se abre a Dios”. Y no podemos dejar de recordar que este “CATECISMO SOCIAL” está editado por la revista “AVE MARIA”, de tan larga y profunda solera mariana y popular. Con Juan Pablo II repetimos: “La característica de este amor materno que la Madre de Dios infunde en el misterio de la Redención y en la vida de la Iglesia encuentra su expresión en su singular proximidad al hombre y a todas sus vicisitudes”, (“Redemptor hominis”, 22),
“CATECISMO SOCIAL” es consecuentemente una convocatoria actual, a la altura del magisterio de Juan Pablo II, escrito con espíritu misionero, impregnado de la convicción que “nadie como María” -frase del Papa- nos lleva a Jesucristo, a su reinado, a las efusiones divinas de la Redención. Con un tono muy vivo se nos recuerda lo que el cardenal Pie dijo certeramente: “Se ha ensayado todo; ¿no habrá llegado la hora de ensayar la Verdad?” De ahí que “CATECISMO SOCIAL” debe convertirse en pan intelectual y fuego en los corazones. “En el poder de la Palabra de Dios encontramos energía para promover la justicia, testimoniar el amor, defender la sacralidad de la vida y proclamar la dignidad de la persona humana y su destino trascendente», decimos con Juan Pablo II. (A los obispos de Canadá). Este es el fondo y la perspectiva de este “CATECISMO SOCIAL”. Nos podemos felicitar.
José María Alba Cereceda, S.I.
Consiliario de la revista “AVE MARIA”