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Para la Historia XX: Respuesta de los Obispos Rumanos a la Carta Colectiva del Episcopado Español

03 miércoles Jul 2013

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1937, 1º de Diciembre, 30 de Noviembre, Adolfo Vorbnchuc, Agustín Pacha, Alejandro T.Cisar, américa española, Arzobispo Metropolitano de Bucarest, atrocidades, Bucarest, carta colectiva del episcopado español, comunismo ateo internacional, conferencia episcopal, Conferencias Episcopales, Cuerpo de Cristo, Dios, Divina Misericordia, España, fieles españoles, guerra civil, guerra fraticida España, horrendos crímenes, Leopoldo Fiedber, Miguel Robu, Obispo Auxiliar de Alba Julia, Obispo de Jasi, Obispo de Satumare, Obispo de Tiurisoara, obispos, obispos de rumania, odio satánico, Oradea, Patria, príncipe primado, Reinado de Cristo Rey, Reino de España, religiosos, sacerdotes, san ignacio, san josé de calasanz, Santa Madre Iglesia, santa Teresa, tesón satánico, vírgenes consagradas

Eminentísimo Príncipe Primado:

Desde que estalló en el catolicísimo Reino de España la horrible guerra civil hemos seguido, tristes y condolidos, la valiente lucha de los fieles españoles contra las hordas diabólicamente organizadas del comunismo ateo internacional, empeñado con tesón satánico y artero en desgarrar del seno de la Santa Madre Iglesia un Reino célebre por su catolicismo y en destruir en el corazón de los fieles el Reinado de Cristo Rey. Ni un día hemos cesado de implorar la divina clemencia por nuestros hermanos de España, en la atroz prueba que padecen en defensa de la fe heredada y de sus patrias libertades; asimismo hemos exhortado a nuestros niños inocentes a hacerlo también con instancia, a la vez que por medio de nuestra prensa católica poníamos ante los ojos de nuestros diocesanos la verdad de lo que en España acaecía y el grave peligro que se cierne sobre la civilización cristiana entera.

Pero desde que recibimos la Carta Colectiva de Vuestra Eminencia y de los demás Excelentísimos Prelados españoles, fecha de 1° de Julio, vemos aún con más claridad lo que de antes nos decía nuestro instinto católico: los horrendos crímenes y atrocidades en España cometidos; los millares de templos venerados por su antigüedad, incendiados y asolados; los nuevos mártires españoles, diez Obispos, innumerables sacerdotes, religiosos y vírgenes consagradas a Dios; los cientos de miles de héroes, conocidos o no, que han dado su vida intrépidamente por defender la religión de sus padres. Al recordarlo y meditarlo no es posible ni contener la admiración ante tamaño heroísmo ni dejar de llorar con Vosotros tanta ruina, fruto del odio satánico.

Con estos sentimientos de fraterna caridad, los Obispos rumanos del Rito Latino, al juntarnos en la Conferencia Episcopal, deseamos de lo íntimo del alma manifestar a V. Emma. la compasión fraterna y el dolor al ver tan cruelmente desgarrado en vuestra patria el Cuerpo de Cristo, y al propio tiempo aseguraros que no hemos de cesar en nuestras asiduas oraciones, para que la Divina Misericordia se digne poner fin cuanto antes a la guerra fratricida de España. Mientras tanto, confiamos firmemente en que la Divina Clemencia, que suscitó en la nobilísima nación española tantos y tan grandes santos: Ignacio, Juan de la Cruz, José de Calasanz, Santa Teresa; y por el celo español trajo a la fe toda la América española, también en nuestros días, por las súplicas y heroicos ejemplos de los católicos españoles, y principalmente por la sangre de los nuevos mártires, derramada en honra de Cristo, traerá el triunfo católico en el mundo entero cristiano.

Dígnese Vuestra Eminencia aceptar grato esta prueba de cordial compasión, en nombre nuestro y de nuestros fieles, y hacerla llegar a los Venerables Hermanos los Obispos y a todo el cristiano pueblo español.

Bucarest, en las Conferencias Episcopales del 30 de noviembre y 1° de diciembre de 1937. De V. Emma. Rvdma., devotísimo hermano y servidor en Cristo.-Alejandro T. Cisar, Arzobispo y Metropolitano de Bucarest; Miguel Robu, Obispo de Jasi; Leopoldo Fiedber, Obispo de Satumare y Oradea; Agustín Pacha, Obispo de Tiurisoara; Adolfo Vorbnchuc, Obispo Auxiliar de Alba Julia.

Salvar el Alma

13 miércoles Mar 2013

Posted by manuelmartinezcano in P. Manuel Martínez Cano, Uncategorized

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13, 3-4, abogado, aciará, acramentos, alabanza, alcance, alma, alor divino, alvarse, ancianos, único afán, ¿Cómo es Dios?, ¿por qué no he de poder lo que otros han logrado?, cielo, confiar, conocer internamente, contestó, Corintios 12 9, Corintios 2 9, Cristo, cuerpo místico de Jesucristo, débiles, derramada, dificultad, Dios, Dios espera ardientemente que se llene su casa, Dios hecho hombre, Dios que te creó sin tin, Dios quiere que todos los hombres se salven, doctor evangélico, el hombre es quien falta a la gracia, el que persevere hasta el fin, ensancha, Es padre y le gusta vivir con todos sus hijos alrededor, espíritu santo, está, eterna, eternamente, felicidad, felicidad eterna, Filipenses 4 13, fuerzas, generosos, gloria, gota a gota, gozar, gracia, gracia de Dios, gracia divinas, gracias actuales, hermana, hijitos míos, hombres, huellas, iglesia catolica, imperfectos, inifinto, Javier, jesucristo, Juan 2 2, Mateo 10 22, mediante, medias, medio ordinario, miserables, misericordia infinita, mortificaciones, muerte, mujeres, mundo, Mystici Corporis, necesariag, ni el oído oyó, ni el ojo vio, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha preparado para los que le aman, niño, no te salvará sin ti, nosotros, nuestra voluntad, nuestro señor Jesucristo, nuestros deseos de felicidad, nuestros pecados, obras concretas, padre, Pasiónv, pío XII, pec, pequéis, peregrinar, perfecciones, perseverantes, porque no ha sido hecha el alma para el cuerpo, poseer a Dios, propiciación, Proverbios 13 4, querer, quiere, quiere y no quiere a un tiempo el perezoso, racias, reverencia, sacrificios, sacrifico, salva, salvación de las almas, san agustín, San Buenaventura, san ignacio de loyola, San Juan Crisóstomo, san pablo, sangre, Santa Catalina de Siena, Santa Madre Iglesia, se salvará, se santa, seríes aborrecidos en todo por mi nombre, servicio, si descuidamos el alma no podremos salvar ni el cuerpo, si no el cuerpo para el alma, suma bondads, suma perfección, Sus, te basta mi gracia, tentaciones, terminar, terrena, Timoteio 2, todo lo puedo en aquel que me conforta, todos, Tomás de Aquino, tribulaciones, Universidad de París, vale, veleidades, Verdad, vida, vida eterna, vivificada, voluntad de Dios

San Ignacio de Loyola dice que el alma se salva mediante la alabanza, reverencia y servicio de Dios. passionhomeSalvar el alma es terminar esta vida terrena en gracia de Dios para empezar a gozar eternamente de la gloria y felicidad del Cielo. Dios quiere que todas las almas se salven. Su misericordia infinita está al alcance de todos los hombres y mujeres: “Hijitos míos, os escribo esto para que no pequéis. Si alguno peca, abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo, justo. El es la propiciación por nuestros pecados. Y no sólo por los nuestros, sino por los de todo el mundo” (1 Jn. 2,2).

Si Dios quiere que todos los hombres se salven, a todos le ofrece la gracia necesaria para salvarse. El medio ordinario del que Dios se vale para llamar a la salvación a todos los hombres es la Iglesia Católica, fundada por Nuestro Señor Jesucristo y vivificada por el Espíritu Santo. La Iglesia nos transmite la gracia divina por medio de los sacramentos.

Salvar el alma, se dice pronto, pero se entiende con dificultad y a medias. Para entenderlo bien, sería preciso llegar a conocer internamente lo que es poseer a Dios en una felicidad eterna y lo que es el alma ¿Qué vale el alma?: La sangre de Dios hecho hombre derramada, gota a gota, en la Pasión para la salvación de todas las almas. El alma tiene un valor divino. San Ignacio estaba dispuesto a poner en peligro su vida por la salvación de las almas; y Santa Catalina de Siena besaba las huellas de los que trabajaban por la salvación de las almas.

El alma y Dios. ¿Cómo es Dios?, preguntaba el niño  Tomás de Aquino a los ancianos. Sabemos muy poco de cómo es Dios. Sabemos, estamos seguros, que Dios es la suma perfección, la suma bondad que saciará todos nuestros deseos de felicidad en el cielo. Dios es infinito en Sus perfecciones, nosotros imperfectos y miserables. Nuestro único afán: ¡Salvar el alma!.

La hermana de Santo Tomás de Aquino, le escribió pidiéndole que debería hacer para ser santa. El doctor angélico, le contestó: “Hermana mía, para ser santa te basta y es necesario por tu parte una cosa: ‘querer’; Dios no te negará su gracia”. Nos salvaremos eternamente si queremos salvarnos, pero queriendo de verdad; que ese querer se convierta en obras concretas”. Se nos brinda la gracia, a nadie falta:  “el hombre es quien falta a la gracia” (San Buenaventura). Nuestra santa Madre Iglesia pone a nuestra disposición todos los medios que necesitamos para salvarnos. Estamos en buenas manos. San Agustín: “¿Por qué no he de poder lo que otros han logrado?”

“ Se le acercó uno y le preguntó: Maestro ¿Qué obra buena he de realizar para alcanzar la vida eterna?”. Él le dijo: si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mt. 19,17). Una vez más: si quieres te salvarás. Hay que querer de veras, nada de veleidades: “quiere y no quiere a un tiempo el perezoso.” (Pro. 13,4) Querer de verdad es poner nuestra voluntad en sintonía con la voluntad de Dios. Hacer siempre y en todo la voluntad de Dios. No retroceder ante ningún sacrificio, no detenernos ante ninguna dificultad.

Es nuestro peregrinar hacia la vida eterna, debemos confiar siempre en la infinita misericordia de nuestro Dios. Es verdad que somos débiles y miserables, pero con San Pablo podemos decir: “todo lo puedo en aquel que me conforta” (Fil. 4,13). Porque, aunque no podamos salvarnos con nuestras débiles fuerzas, estamos seguros que no nos faltará la gracia que San Pablo alcanzó de Cristo: “te basta mi gracia” (2Cor. 12,9). Seamos muy generosos en nuestra colaboración con la gracia de Dios.

Un día y otro, siempre fieles a las gracias actuales, perseverantes hasta la muerte: “Seréis aborrecidos de todos por mi nombre, el que persevere hasta el fin, se salvara” (Mt. 10,22). Ante lasfotograma_pasion tentaciones, tribulaciones y sacrificios que aparezcan en vuestras vidas, ensancha el alma la consideración de la felicidad eterna que el Señor nos tiene preparada: “Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha preparado para los que le aman” (1Cor. 2,9). “Dios espera ardientemente que se llene su casa. Es padre y le gusta vivir con todos sus hijos alrededor” (San Agustín).

San Juan Crisóstomo: “Si descuidamos el alma no podremos salvar ni el cuerpo: porque no ha sido hecha el alma para el cuerpo, si no el cuerpo para el alma” San Ignacio le decía al joven Javier en la Universidad  de Paris: “¿qué aprovecha al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?” (Mt. 16,26). ¿Quiero salvarme? Me salvaré. Para salvarme han de cooperar mi voluntad y la de Dios; y dios quiere salvarnos: “Dios quiere que todos los hombres se salven” (Tim. 2,3-4) Repetimos con San Agustín: “Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”

 

¿Yo para qué nací? Para salvarme.
Que tengo que morir es infalible;
Dejar de ver a Dios y condenarme
Triste cosa será, pero posible.
¡Posible…! ¿y río y duermo
y quiero holgarme?
¡Posible…! ¿y tengo amor a lo visible?
¿Qué hago? ¿En qué me ocupo?
¿En qué me encanto?
¡Loco debo yo ser, pues no soy santo!

           

Pío XII: «Misterio verdaderamente tremendo, y que jamás se meditará bastante, el que la salvación de muchos dependa de las oraciones y voluntarias mortificaciones de los miembros del Cuerpo místico de Jesucristo, dirigidas a este objeto, y de la cooperación que Pastores y fieles  han de ofrecer a nuestro divino Salvador» (Mystici Corporis 1943,19).

 

P. Manuel Martínez Cano mCR

El Hombre Ha Sido Creado para Servir a Dios

05 martes Mar 2013

Posted by manuelmartinezcano in P. Manuel Martínez Cano, Uncategorized

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1, 1 Co 31, 1 Jn 2.3-6, 10 de Agosto de 1253, 17, 39, abolir, acción de gracias, único Dios, cielo, colosenses, concilio vaticano II, Cristo Señor, cumplir sus deseos, dadme un religioso fiel cumplidor de la Regla y sin más lo canonizo, desasosiego, descontento, Deuteronomio, Dios Padre, discípulo predilecto, doctor de la iglesia, Dt 4, ejércitos, enseña, imperio, leyes, Lumen Gentium 44, mala conciencia, mandamientos de la Iglesia, mandamientos de la ley de Dios, misericordia, Mt.5, obligación del cristiano, Papa, plenitud, salmo 102, salmo 118, San Francisco de Asís, san Juan, san juan de ávila, san pablo, san Pío V, Santa clara, Santa Madre Iglesia, santa teresa de jesús, santo de la alegría, sálvame, Señor, servid, servir a Dios, servir a Dios es hacer lo que Dios manda, servir a Dios es reinar, sujetar nuestra voluntad, ternura, versículo 17, vivir eternamente, voluntad de Dios, ya comáis ya bebáis hacedlo todo para Gloria de Dios

Dios todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, nos ha creado para servirle en esta vida y vivir servir a Dioseternamente con Él en el Cielo. En el salmo 102, Dios nos dice: “Bendecid al Señor, ejércitos suyos, servidores que cumplís sus deseos. Bendecid al Señor, todas sus obras, en todo lugar de Su imperio”. Y en el Deuteronomio nos exige: “Reconoce hoy y medita en tu corazón que el Señor es el único Dios, allí arriba, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo”(Dt 4,39-40). El salmo 118 nos recuerda: “Te invoco de todo corazón: respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes; a ti grito: sálvame. Y cumpliré tus decretos” (145-152). Servir a Dios es cumplir sus deseos, guardar sus preceptos y mandamientos, guardar sus leyes y cumplir Sus decretos. Nuestra Santa Madre Iglesia nos enseña que debemos servir a Dios cumpliendo los diez mandamientos de la ley de Dios y los cinco de la Iglesia.

Los mandamientos de la ley de Dios son:

1. Amarás a Dios sobre todas las cosas

2. No pronunciarás el nombre de Dios en vano.

3. Santificarás las fiestas.

4. Honrarás a tu padre y a tu madre.

5. No matarás

6. No cometerás actos impuros.

7. No robarás.

8. No dirás falsos testimonios ni mentirás.

9. No consentirás pensamientos o deseos impuros.

10. No codiciarás los bienes ajenos.

Estos Diez Mandamientos se encierran en dos; amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.

Los mandamientos de la Santa Madre Iglesia son:

1. Oír misa entera todos los domingos y fiestas de guardar.

2. Confesar los pecados mortales al menos una vez al año, en peligro de muerte, y si se ha de comulgar.

3.  Comulgar por Pascua de Resurrección.

4. Ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa Madre Iglesia.

5. Ayudar a la Iglesia en sus necesidades.

“Si me amáis, guardaréis mis mandamientos”, dice el Señor. “No he venido a abolir la ley, sino a darle plenitud”(Mt 5,17). Y el discípulo predilecto del Señor, san Juan, dice: “En esto sabemos que  conocemos a Cristo: en que guardamos sus mandamientos. Quién dice: “Yo le conozco”, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quién guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. Quién dice que permanece en él debe vivir como vivió él” (1 Jn 2, 3-6).

San Pablo enseña a los colosenses: “Lo que hacéis, hacedlo con toda el alma, como para servir al Señor y no a los hombres: sabiendo que recibiréis del Señor en recompensa la herencia. Servid a Cristo Señor”. En el versículo 17, les había recordado: “Todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús, ofreciendo la Acción de Gracias a Dios Padre por medio de Él”. ¡Nosotros también!¡Sirvamos al Señor!

A uno que le puso su dificultad de cómo servir a Dios, san Juan de Ávila le dio la solución. Pregunta el fiel cristiano: “Padre, es grande el trabajo de servir a Dios ¿Cómo tengo que rezar, ayunar, dar limosnas y hacer obras buenas? No puedo, no me atrevo a ponerme en estos trabajos ni saldré con ellos”. Respuesta de nuestro doctor de la Iglesia: “Te engañas, porque son mayores los trabajos que pasa uno que no sirve a Dios, porque es tan grande el tormento de la mala conciencia, aquel continuo desasosiego y descontento, que dentro de sí tienen los que no sirven a Dios, que no tienen los trabajos que hay en su servicio. ¿Quién podrá decir las continuas voces que allá dentro les andan dando?: “Mal haces esto, mejor fuera así, mira que pierdes a Dios, mira que le ofendes, le has ofendido, ¿qué será de ti, dónde irás?

Es, sin duda, mucho más pesado este continuo martirio y desasosiego”.

Servir a Dios es hacer lo que Dios manda. Sujetar nuestra voluntad a la voluntad de Dios. Debemos hacer siempre lo que Dios quiere y porque Dios lo quiere. Esta obligación del cristiano, brota del dominio del Creador sobre la criatura. El apóstol san Pablo nos dice: “Ya comáis, ya bebáis, hacedlo todo para gloria de Dios” (1 Cor 31). Servimos a Dios orando, trabajando, comiendo, descansando divirtiéndonos honestamente… El secreto está en que no hagamos nunca nuestra voluntad sino la voluntad de Dios. Servir a Dios es reinar. Dios no pide nada imposible y cuando exige algo difícil, nos lo facilita con sus gracias actuales.

El Concilio Vaticano II enseña: “Por los votos, o por otros sagrados vínculos análogos a ellos por su propia naturaleza, por los que se obliga el fiel cristiano a la práctica de los tres consejos evangélicos antes citados, se entrega totalmente al servicio de Dios sumamente amado, en una entrega que crea en él una especial relación con el servicio y la gloria de Dios” (Lumen Gentium, 44, 1).

El Papa san Pio V, afirmaba: “Dadme un religioso fiel cumplidor de la Regla y sin más lo canonizo”.

San Francisco de Asís: “Encarecidamente pido, como puedo, al hermano, mi señor ministro general que haga que la Regla sea inviolablemente guardada por todos… a los hermanos que no quieran guardar estas cosas, no los tengo por católicos ni por hermanos míos; tampoco quiero verlos ni hablarles hasta que se arrepientan”.

Santa Clara: El 10 de agosto del año 1253 a los 60 años de edad y 41 años de ser monja, y dos días después de que su regla fue aprobada por el Papa, santa Clara se fue al Cielo. En sus manos tenía la Regla bendita por la que ella entregó su vida.

Santa Teresa de Jesús: “Hijas mías y señoras mías, por amor de Dios las pido tengan gran cuenta de la guarda de la Regla y Constituciones, que si la guardan con la puntualidad que deben, no es menester otro milagro para canonizarlas”.

Volvamos al santo de la alegría, la ternura y la misericordia, san Francisco de Asís: “Y a todos mis hermanos, clérigos y laicos mando firmemente, por obediencia, que no introduzcan glosas en la Regla ni en estas palabras, diciendo: Esto quieren dar a entender; sino que así me dio el Señor decir y escribir sencilla y puramente la Regla y estas palabras, del mismo modo las entendáis sencillamente y sin glosa y las guardéis con obras santas hasta el fin. En todos los capítulos que celebran, cuando leen la Regla, lean también estas palabras”.

El Concilio Vaticano II ha dicho que los religiosos han de volver a las fuentes de su espiritualidad: A las Reglas y Constituciones de sus fundadores. No se trata de que los religiosos se adapten al mundo si no que vivan sencilla y humildemente en el mundo tal y como vivieron sus santos padres fundadores.

Los padres de la Compañía de Jesús, decían que si se hubiese perdido la Regla escrita por san Ignacio de Loyola, se podía rehacer, viendo cómo vivía san Juan Berchmans. De esto se trata, de vivir santamente, no mundana y frívolamente.

P.Manuel Martínez Cano, mCR

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“Espíritu Santo, infúndenos la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente”. Padre Santo Francisco.

"Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. (Salmo 127, 1)"

Nuestro ideal: Salvar almas

Van al Cielo los que mueren en gracia de Dios; van al infierno los que mueren en pecado mortal

"Id al mundo entro y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado" Marcos 16, 15-16.

"Es necesario que los católicos españoles sepáis recobrar el vigor pleno del espíritu, la valentía de una fe vivida, la lucidez evangélica iluminada por el amor profundo al hombre hermano." San Juan Pablo II.

"No seguirás en el mal a la mayoría." Éxodo 23, 2.

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