imagesSu Santidad Benedicto XVI ha dicho que hoy se habla poco del pecado, del infierno y del purgatorio y ha recordado que el sacerdote ha de suscitar en los fieles el sentido del pecado. El beato Juan Pablo II había dicho que el hombre contemporáneo experimenta la amenaza de una impasibilidad espiritual y de la muerte de la conciencia y esta muerte es algo más profundo que el pecado: es la eliminación del sentido del pecado. Sentido que no es otro que el que aprendimos de pequeños en el catecismo: Pecado es toda desobediencia voluntaria a la ley de Dios. Es un enfrentamiento contra Dios. Así lo dice la doctora de la Iglesia Santa Teresa de Jesús: No entendemos que es el pecado una guerra contra Dios de todos nuestros sentidos. Y el novísimo doctor de la Iglesia San Juan de Ávila, patrón del clero diocesano español, nos pregunta: ¿Pecaste y no temes? No has conocido a Dios; ¿ofendiste a Dios y no tienes el corazón partido de dolor? No lo has conocido.

Pecado mortal es toda desobediencia voluntaria a la ley de Dios en materia grave con plena advertencia y perfecto consentimiento. El Papa Juan Pablo II ha dicho que algunos pecados, por razón de su materia, son intrínsecamente graves y mortales. Es decir, existen actos que, por si y en sí mismos, independientemente de las circunstancias, son siempre gravemente ilícitos por razón de su objeto. Estos actos si se realizan con suficiente conocimiento y libertad son siempre culpa grave.

Materia grave es todo aquello que la Revelación Divina y el Magisterio de la Iglesia dice que es una grave ofensa a Dios. En la Sagrada Escritura encontramos muchos textos que refieren pecados mortales que excluyen del Reino de los Cielos. San Pablo dice: ¿No sabéis que los injustos no poseerán el Reino de Dios? No os engañéis,  ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los ebrios, ni los maldicientes, ni los rapaces poseerán el Reino de Dios ( 1 Cor 6, 9-10).

El Concilio de Trento enseña que Todos los pecados mortales, aún los de pensamiento, hacen a los hombres hijos de la ira y enemigos de Dios.

Santo Tomás de Aquino dice: Todo pecado es una verdadera estupidez (vea stultitia) cometida contra la recta razón, que, por el goce desordenado de un bien finito se pierde el bien infinito de la eterna felicidad. Y en otra parte dice el santo: Lo que nunca he llegado a comprender – él que lo comprendió todo- es que un hombre se atreva a dormir en pecado mortal.

El Sagrado Corazón de Jesús le dijo a Santa Margarita María de Alacoque: Mira mi corazón que tanto ha amado a los hombres y que en pago de tanto amor no recibe de ellos más que ingratitudes, olvidos, indiferencias y ultrajes. Lo mismo le dijo la Virgen a la beata Jacinta en Fátima, porque: cada pecado renueva en cierto modo la pasión de Nuestro Señor, puesto que crucifican de nuevo en sí mismo al Hijo de Dios. (Pío XII)

Hacen falta almas enamoradas de Cristo, reparadoras que amen con todo su corazón a Dios y al prójimo porque hay muchas almas que van al infierno porque no hay quienes se sacrifiquen y oren por ellas (la Virgen en Fátima)

San Juan Evangelista nos dice que si decimos que no hemos pecado nos engañamos y no somos sinceros. Pero si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados (1ª Ju. 1, 8-9).

¿Para qué quiere Dios el Cielo sino para los pecadores arrepentidos? San Juan de Ávila.

P. Manuel Martínez Cano, mCR

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