Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 163, junio de 1992
El nuevo Santo, San Claudio de la Colombiere, escribía así de la presencia de Dios en sus apuntes íntimos: “El género de vida que he abrazado, es el único medio de distinguirse delante de Dios, porque es común en lo exterior, También me siento fuertemente atraído a aplicarme a hacer las cosas más pequeñas, con grandes intenciones, a practicar a menudo en el secreto del corazón actos de las más perfectas virtudes, de anonadamiento ante Dios, de deseo de procurar su gloria, de confianza, de amor, de resignación y de perfecto sacrificio. Esto se puede hacer en todas partes, aun cuando no se haga nada.”
Vivir en la presencia de Dios. Vivir en diálogo interior con Él. Vivir, en su presencia, según la clásicacomparación de San Basilio: Al estar en presencia del Rey y de un lacayo, para nada ponemos atención al lacayo, sino que toda nuestra intención está vuelta al Rey. Así debo proceder con las cosas, puesta mi atención al Señor de todas ellas.
El Santo nos habla de la confianza en Dios de tal manera que podemos considerarle un clásico en esa virtud, pese a lo corto de sus escritos, corno consideramos a San Ignacio el autor clásico de la virtud de la obediencia. “Estoy tan convencido de que velas sobre los que esperan en Ti, y de que no puede faltar cosa alguna a los que esperan de Ti todas las cosas, que he determinado desde ahora vivir en adelante sin ningún cuidado, descansando en Ti de todas mis solicitudes.”
Adelantamos poco en la vida interior, en la vida apostólica, y en la vida de la oración, porque no avanzamos en nuestro abandono en la confianza en Dios. Tenernos confianza en nuestros propósitos, en nuestros medios, en nuestros planes, en nuestras previsiones. Todo eso será bueno si ha nacido de la desconfianza propia y el alma lo espera todo por completo de Dios Nuestro Señor. Al entrar en esa humildad y en esa atmósfera de pérdida del respeto humano, del de los demás y del propio, la libertad se lanza al abandono en Dios. Esa confianza en Él, nunca será defraudada.
San Claudio de la Colombiére fue el primero que se consagró al Sagrado Corazón, y el primero que experimenté cuán dulce es morir pensando que nos va a juzgar. Aquel en quien siempre hemos esperado, y a quien siempre hemos procurado servir y amar.
Descubrir la devoción al Sagrado Corazón de Jesús es descubrir la piedra preciosa. Entonces se vende toda la vida, para vivir la nueva vida de Aquel que vive en nosotros, porque ya no vivirnos nosotros en nosotros mismos.
Para entrar por la Santa Llaga del costado abierto del Señor, para beber algo de la dulzura misteriosa de esa Llaga abierta, hemos de suplicarle al Señor la gracia deconocerle muy íntimamente, de hacernos muy amigos suyos. Camino excelentísimo es hacernos amigos de quienes fueron amigos del Sagrado Corazón. Entre ellos, ocupa un lugar preeminente San Claudio de la Colornbiere.
Que él nos haga hombres de presencia de Dios, de confianza y como resumen de todo, hombres devotos del Sagrado Corazón de Jesús.