Padre Martínez

San Ignacio de Loyola quiere que el ejercitante viva la experiencia personal de la amistad con el Divino Maestro y la filiación con nuestro Padre, infinitamente misericordioso. Siempre cogidos de la mano de nuestra Madre, María Santísima.

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El democratismo. Las democracias modernas, surgidas de la Revolución Francesa, es la herejía más descristianizada de todos los siglos. Su principio fundamental es “Dios no existe” y si existe, no puede decir ni mandar nada a los hombres y mujeres “libres”.

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La belleza de la mujer no está solo en el cuerpo que Dios le ha dado. Su hermosura está en su interior, en el alma. Es su ternura de madre, su amor de esposa, su cariño de hija, su simpatía de hermana, su entusiasmo de abuela y de nieta. Es su feminidad.

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 Una “política” de las despistadas en religión dijo, en una conferencia pronunciada en un local religioso, que si se pusiera en práctica los diez mandamientos de la Ley de Dios y el Evangelio de Cristo, la sociedad sería perfectamente.

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Jóvenes y adultos están convencidos de que sólo es verdad lo que ellos piensan y opinan. Otros, que la verdad es lo que diga la mayoría. La verdad es conocer las cosas como son. Un árbol no es un tren. Si no vivimos en la verdad, no podemos conocer y amar a Dios, verdad absoluta.

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Hay católicos que, para justificar su relajación y su olvido de Dios, sueltan el latiguillo: “primero es la obligación y después la devoción”. Y tienen toda la razón del mundo. Primero es la obligación para con Dios y después sus devocioncillas, deportes, espectáculos, excursiones, etc.

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Creo que fue Pío XII quien dijo que “no temía la malicie de los malos sino la molicie de los buenos”. Lo estamos viendo: Guerras, genocidios, abortos, eutanasias, hambrunas. Lo hacen los malos, es verdad. Pero todo cambiaría si la cobardía de los buenos se convirtiera en valentía.