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Jesús mío

“Oh Jesús mío, deleite de mi corazón, Tú conoces mis deseos. Quisiera esconderme a los ojos humanos, viviendo de modo como si no viviera. Quiero vivir pura como una flor de campo; quiero que mi amor esté dirigido siempre hacia Ti, como la flor que gira siempre hacia el sol. Deseo que el perfume y la frescura de la flor de mi corazón estén siempre guardados exclusivamente para Ti. Quiero vivir bajo Tu mirada divina, ya que Tú solo me bastas. Cuando estoy Contigo, oh Jesús, no tengo miedo de nada, porque nada puede dañarme. + 1934. Una vez, durante la Cuaresma, encima de nuestra capilla y de nuestra casa, vi una gran claridad y una gran oscuridad. Vi la lucha de estas dos potencias…” Santa Faustina Kowalska, Diario de Santa Faustina Kowalska, nº 306 y 307.

Venció a los vencedores

“Fue necesaria una unidad más fuerte y más íntima que llegase hasta las conciencias y aunase en un dogma, en una moral y en un culto de almas, y las iluminase con la palabra de los Apóstoles, y las ungiese con sangre de mártires, y las limpiase de la ley pagana en los circos y en los concilios, estrechándolas con la solidaridad interna, que, por ministerio de la Iglesia y del tiempo, se convertirá en alma colectiva. Por eso, cuando el caudillaje militar de los bárbaros se repartió los girones de la púrpura imperial sobre el cadáver de Roma, la Iglesia se interpuso entre el godo, arriano y rudo, y el hispanorromano, católico y culto, y venció a los vencedores, infundiéndoles la fe y el saber de los vencidos” Juan Vázquez de Mella, El Verbo de la Tradición, pp. 61 y 62.

“Hambre divina de los aztecas”

“Se dice, finalmente, en consonancia con lo anterior, que la Conquista – caracterizada por el saqueo y el robo- produjo un genocidio aborigen, condenable en nombre de las sempiternas leyes de la humanidad que rigen los destinos de las naciones civilizadas. Pero tales leyes, al parecer, no cuentan en dos casos a la hora de evaluar los crímenes masivos cometidos por los indios dominantes sobre los dominados, antes de la llegada de los españoles; ni a la hora de evaluar las purgas stalinistas o las iniciativas malthussianas de las potencias liberales. De ambos casos, el primero es realmente curioso. Porque es tan inocultable la evidencia, que los mismos autores indigenistas no pueden callarla. Sólo en un día del año 1487 se sacrificaron 2.000 jóvenes inaugurando el gran templo azteca del que da cuenta el códice indio Telleriano- Remensis. 250.000 víctimas anuales es el número que trae para el siglo XV Jan Gehorsam en su artículo «Hambre divina de los aztecas». Veinte mil, en sólo dos años de construcción de la gran pirámide de Huitzilopochtli, apunta Von Hagen, incontables los tragados por las llamadas guerras floridas y el canibalismo, según cuenta Halcro Ferguson, y hasta el mismísimo Jacques Soustelle reconoce que la hecatombe demográfica era tal que si no hubiesen llegado los españoles el holocausto hubiese sido inevitable.” Antonio Caponetto, www.statveritas, Revista Empenta, nº 99 (2º Trim 2015), p. 23.

La prudencia

“La política, arte de enderezar la actividad social al bien común, obra máxima de la razón práctica, es fruto de la prudencia, regnativa y política. La prudencia, en la contemplación de los principios especulativos, realiza un juicio adaptado a las circunstancias y lo ejecuta.” José Antonio Ullate, Revista Verbo, nº 535-536, mayo-junio-julio 2015, pp. 471 y 472.

La posdemocracia

La posdemocracia. «Estamos instalados», dice clarividentemente Ortí Bordás, «en una época nueva, que poco o nada tiene que ver con la precedente». La Edad Moderna-Contemporánea, una unidad desde el punto de vista intelectual, se ha terminado con la posmodernidad. Esta es «ante todo y sobre todo, antimodernidad»: «Se alza en armas contra el imperio de la Razón, contra la vigencia de las cosmovisiones, contra los códigos de la Ilustración, contra los antiguos modelos, contra el dominio de la certeza, contra lo preceptuado, contra la mesura y, finalmente, y por si fuese poco, contra el mismísimo progreso». La posmodernidad, escribe Ortí ajustándose a las evidencias, «es desorden, falta de mandatos o prescripciones, ausencia de jerarquía y carencia de centro».” Dalmacio Negro Pavón, Razón Española, nº 194, noviembre-diciembre, pp. 375 y 376.

Lamentos hipócritas

“Este criterio es el que dirige la pluma de la mayor parte de los periódicos liberales, que si lamentan la demolición de un templo, sólo saben hacer notar en eso la profanación del arte; si abogan por las Órdenes religiosas, no hacen más que ponderar los beneficios que prestaron a las letras; si ensalzan a la Hermana de la Caridad, no es sino en consideración a los humanitarios servicios con que suaviza los horrores de la guerra; si admiran el culto, no es sino en atención a su brillo exterior y poesía; si en la literatura católica respetan las Sagradas Escrituras, es fijándose tan sólo en su majestuosa sublimidad. De este modo de encarecer las cosas católicas únicamente por su grandeza, belleza, utilidad o material excelencia, síguese en recta lógica que merece iguales encarecimientos el error cuando tales condiciones reuniere, como sin duda las reúne aparentemente en más de una ocasión alguno de los falsos cultos.” Félix Sarda y Salvany, El Liberalismo es pecado, p. 19.

Democracia y gobierno

“La naturalidad de la constitución se corresponde con la naturalidad de la comunidad política, estableciéndose así una continuidad entre la sociedad doméstica, civil y política. La familia y la sociedad civil, por tanto, no son creadas por el ordenamiento jurídico estatal, o sea, por una decisión. El constitucionalismo, precisamente, invierte esta relación, porque invierte la conexión entre democracia y gobierno, convirtiendo la forma de gobierno en fundamento del gobierno, es decir, en fundamento de la libertad negativa que busca el bien individual.” Joaquín Almoguera Carreres, Revista Verbo, nº 537-538, agosto-septiembre-octubre 2015, p. 575.