La responsabilidad de los padres
La educación familiar influye mucho en el desarrollo de sus hijos. El papel de la familia es fundamental. Los padres son el principal referente, sobre todo, en los primeros años. Los padres pueden ayudar a paliar el fracaso escolar animando, motivando, elogiando y reforzando el trabajo que hacen sus hijos. Es muy acertado este consejo: «no pongas el énfasis en el error pues magnificamos el fracaso. El camino para corregir el fracaso no es el castigo, el reñirles, el decir que van a ser carne de cañón. Todo lo que sea culpabilizarlos aumentará el fracaso. Ayúdale a superar sus debilidades y reforzar sus fortaleza”.
Ellos tienen sus dificultades y por ello también tienen su parte de responsabilidad. Pero magnificar sus errores no conduce a nada. Desde pequeñitos hay que caminar junto a ellos para que superen las dificultades normales. Hay que educarle a la responsabilidad. Hay que exigirles, guiados por el cariño y la razón. Hay que orientarles en el trabajo a realizar. Hay que lograr que se motiven. (José Antonio San Martín – Boletín Salesiano)
Mujeres de Dios
La hermana de un párroco decía que no entendía a las mujeres que aspiran a ser iguales a los hombres. Las mujeres -afirmaba- siempre hemos sido superiores a los hombres. Dicho está. Pero sabía lo que decía. La mujer tiene la misma dignidad que el hombre y virtudes propias. Santa Teresa del Niño Jesús confesaba: “La obra más grande que ha hecho Dios es el corazón de una madre”. Tal como suena. También de la madre espiritual, la Esposa de Cristo, las religiosas y monjas. (P. Manuel Martínez Cano mCR – Ave María)
El pudor
San Juan Pablo II, en su serie de 129 catequesis sobre el amor humano en el plan divino, dedica al pudor un buen número de ellas, y hace en una esta observación de gran agudeza: “el nacimiento del pudor en el corazón humano va junto con el comienzo de la concupiscencia – la triple concupiscencia, según la teología de San Juan (cf. 1 Jn. 2, 16)-, y en particular de la concupiscencia del cuerpo. El hombre tiene pudor del cuerpo a causa de la concupiscencia. Más aún, tiene pudor no tanto del cuerpo, cuanto precisamente de la concupiscencia » (Cateq. 28-V-1980, 5). (José María Iraburu – Pudor y Castidad)
Ir a Misa
En una columna recientemente publicada en el diario estadounidense USA Today, Tyler J. VanderWeele, profesor de epidemiología en la Universidad de Harvard, y el experto en comunicaciones John Siniff, calificaron la asistencia regular a Misa como un «elixir para mejorar la salud física y mental».
El artículo del USA Today, titulado «La religión podría ser un medicamento milagroso», apunta a los resultados de un estudio encabezados por VanderWeele y publicado en mayo de 2016, los adultos que van a Misa al menos una vez a la semana, en comparación a quienes no asisten en lo absoluto, «han estado mostrando tener un menor riesgo de morir en la próxima década y media”.
Asistir a Misa, dijeron, «ha mostrado que incrementa la probabilidad de un matrimonio estable, eleva el sentido propio de significado, y extiende la propia red social», así como «lleva a mayores donaciones caritativas y un voluntariado y compromiso cívico más robusto».
VanderWeele y Siniff destacaron que «algo en la experiencia y participación religiosa comunitaria importa. Algo poderoso parece suceder ahí, y mejora la salud».
Derrota de la eurocasta
En la línea de lo que manifestaba Juan Manuel de Prada en el artículo citado, sentí una doble sensación con el triunfo del Brexit. Por un lado celebré la derrota de la eurocasta y del despreciable y degenerado proyecto liberal y globalista de la UE; y por otro lamenté que fuera el pueblo británico, precisamente, el que hubiese tenido ese gesto de honor que, con esfuerzo, debo reconocerle. Es cierto que ese gesto posiblemente tuviera múltiples motivaciones y varias de ellas me resultan despreciables, pero ahí está el resultado de la estocada a la UE, sin duda reconfortante. (Gonzalo García Yangüela – Ahora Información)
Santidad
De manera semejante, aunque a un nivel diferente, podemos hablar de María Santísima. Ella siempre cumplió la voluntad divina; en ella, en virtud de su Inmaculada Concepción, no hallamos sombra alguna de pecado; esto quiere decir que jamás se separó de la voluntad de Dios, sino que siempre obedeció y así en toda circunstancia de la vida pudo ser un canal de gracia para la humanidad. La perfección de Nuestro Señor y la de María Santísima nuestra Madre son, para cada uno de nosotros, un llamado radical a la santidad, que consiste en el perfecto cumplimiento de la voluntad de Dios, en una obediencia cada vez más perfecta, porque cada vez más llena del amor de Dios Padre, de Espíritu Filial, del Espíritu del Hijo. (P. Giuseppe Cardamone, msp – Misioneros Siervos de los Pobres del Tercer Mundo)
Vivimos en sociedad
El caso es que los hombres vivimos en sociedad y, por lo tanto, la dificultad se da. Ahora bien, este evidente escollo se compensa, en la ideología progresista, no a costa de un tajante rechazo de la sociedad. En este punto, el maestro, incluso para los individualistas, sigue siendo J. J. Rousseau. La estratagema progresista se ha cifrado, de acuerdo con el pensador ginebrino, en transferir la soberanía individual al conjunto de la sociedad; es decir, en defender que el soberano es, en puridad, el hombre que se identifica con la sociedad misma. (José J. Escandell – Cristiandad)
