El camino que no debemos tomar
Las personas, de manera inconsciente, jugamos a juegos psicológicos en nuestras relaciones con los demás. La mayoría de las veces solemos adoptar un rol determinado. Karpman, psicólogo, especialista en Análisis Transaccional, nos dice que a veces adoptamos el papel de salvadores; otras el rol de perseguidores y con frecuencia el papel de víctima. Culpabilizar a otros es fácil. Acusar a otros, por desgracia, es normal. Pero este no es el camino. La solución está en unirnos, al menos, los padres, las escuelas y los alumnos. Tratar de consensuar unos criterios comunes entre todos para que los apliquemos en cada uno de los ambientes. No se soluciona el problema criticando a los demás. Solo avanzaremos en la medida que se impone el consenso y el diálogo. (José Antonio San Martín – Boletín Salesiano)
La mujer en la Iglesia
Resulta infantil que se hable y escriba tanto de la presencia de la mujer en la Iglesia, como si acabara de ser fundada. Dos mil años de historia, son muchos años. Y la historia de la Iglesia está repleta de extraordinarias mujeres, de mujeres insuperables. La mujer católica ha estado siempre en primera fila en la Iglesia. Todos los santos y santas, han tenido una madre. Y el corazón de una madre es lo más hermoso que ha hecho Dios. (P. Manuel Martínez Cano mCR – Ave María)
Biblia y pudor
La Biblia inculca, pues, en Israel desde el principio el pudor en el vestir, y también otros aspectos del pudor y de la castidad, por ejemplo, en las miradas: “no fijes demasiado tu mirada en doncella, y no te perderás por su causa” (Eclo 9, 7-8; cf Job 31, 1). Pero todavía pudor y castidad son virtudes escasamente conocidas y precariamente vividas. Tengamos en cuenta que la sociedad judía incluía esclavas y cautivas de guerra, que la poligamia fue tolerada desde antiguo (Abraham, Gén 25, 6; David, 2Sam 3, 25; Salomón, 1Re 11, 1; 14, 21), y que el repudio, es decir, el divorcio, podía obtenerse hasta la llegada de Cristo con suma facilidad. (José María Iraburu – Pudor y Castidad)
Filantropía
En resumen, eso que dice la Constitución, -como tantas otras cosas- no es más que algo que queda muy bonito y muy filantrópico, con eso se contentan los que viven del Sistema o los ciegos que no quieren ver la realidad, pero que a la hora de la verdad, resulta una gran mentira. No somos iguales ante la ley y eso de que «Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social» no es cierto, porque de entrada y sin entrar en más cuestiones las circunstancias personales o sociales sí que implican una discriminación. (Enrique Blasco Salado – Ahora Información)
El pecado
El pecado se combate con el servicio humilde y cordial a los demás, el perdón de los pecados ajenos y el amor a la comunión con los demás en Cristo. El pecado rompe ante todo la comunión con Dios, pero «al mismo tiempo, atenta contra la comunión con la Iglesia. Por eso la conversión implica a la vez el perdón de Dios y la reconciliación con la Iglesia, que es lo que expresa y realiza litúrgicamente el sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación (cf. Lumen Gentium, 11 )» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1440). (P. Agustín Delouvroy, msp. – Misioneros Siervos de los Pobres del Tercer Mundo)
Pura “masa”
Lo que defiende es que el individuo es soberano cuando asume como suya la soberanía del todo social, cuando deja de ser individuo. O sea, y dicho secamente: se trata de que los individuos se identifiquen con el todo. Que nos convirtamos todos en pura “masa” y que, aun así, creamos que mantenemos nuestra íntima individualidad. Es esta, precisamente, a mi modo de ver, la idea que subyace a la creación en España de aquella popular asignatura de Educación para la ciudadanía en la educación primaria y secundaria. Ya no hay hombre: solo hay ciudadano. Por así decirlo: un ser cuyo ser todo consiste en ser únicamente lo que la colectividad quiere que sea. Una destrucción del ser humano, reducido a un mero “ser ciudadano”. (José J. Escandell – Cristiandad)
El valor de un sacerdote
Me sorprende muy negativamente en mis encuentros con los jóvenes, adolescentes y niños que, cuando les insinúo si alguna vez han pensado ser sacerdotes, rechacen la idea, casi instintivamente, como si se les propusiera algo poco o nada estimable. Reaccionan como si dijeran: “¿Sacerdote, yo?, ¡qué disparate!”
Al preguntarme por esta reacción tan instintiva, y buscando sus posibles razones, pienso en la escasa valoración social de los sacerdotes, en la imagen que pueden tener de nosotros, quizás poco atractiva y estimulante, o sencillamente en el desconocimiento de qué es un sacerdote, “un cura de almas”, expresión ya poco usada, que ha quedado reducida a “cura” sin más, dicha con más o menos aprecio. Para un obispo, naturalmente, esto da mucho que pensar. (Monseñor César Franco, Obispo de Segovia – Meridiano Católico)
