Me gusta rezar
Mari Carmen era una niña alegre y espabilada. Con esa sonrisa tan simpática con que la vemos en las fotos.
Desde muy pequeña escuchaba muy atenta lo que se le decía, pero sobre todo llamaba la atención su interés por las cosas de Dios. Le gustaba mucho rezar. Todas las noches lo hacía con mucha devoción delante de una imagen de la Virgen con el Niño Jesús.
Y no sólo rezaba al acostarse y levantarse; también durante el día pensaba mucho en Jesús y en la Virgen y les decía cosas bonitas: Lo mucho que les quería y que la ayudasen a ser muy buena para tenerles siempre contentos.
Parecía que esta niña sentía cómo Dios la llenaba y envolvía por todas partes y que desde el día de su bautismo vivía en su corazón.
Por eso sentía también un gran respeto hacia su cuerpo. Le gustaba ir vestida con mucha modestia, tanto que en su misma casa no la entendían a veces, pues no quería ir sin mangas ni con traje de tirantes y se ponía un jersey.
En una ocasión le dijo su madre:
-¿No será una cabezonería tuya?
A lo que Mari Carmen, bajando los ojos, respondió:
-Mamá, es que quiero ir modesta.
Era la manera que ella tenía de decir algo muy bello que llevaba dentro y que le salía hacia fuera.
La posición de la Iglesia en la guerra de 1936-39 fue lo que fue, es decir, lo que entonces movía la intención y los sentimientos de los protagonistas. Interpretaciones y juicios de tiempos posteriores, incluso en gentes de Iglesia, son historia de los tiempos posteriores, no de 1936-39. Algunos de los que en los años 70-80 evocan con reticencias o distanciamiento los años 30-40 habían expresado en aquel momento lo que entonces sentían, y esta es la historia inmutable de aquel momento (1).
El timón de la Barca de San Pedro, está en las manos de la Virgen María. Sálvanos Madre nuestra.