Una Epopeya misionera
Padre Juan Terradas Soler C. P. C. R
La voz de Roma
“Lo primero que hay que hacer para que España y América se encuentren en el punto vivo que les es común, que es su propia alma, es destruir la Leyenda Negra de una conquista inhumana y de una dominación cruel de España en América. Lo pide la verdad histórica; lo exigen las últimas investigaciones de la crítica, hecha sobre documentos auténticos del Archivo de Indias”.
(Cardenal Gomá, 12-X-1934).
“Para vivir el Evangelio hay que atenerse a las directivas de la Iglesia y sentir con la Iglesia; y para sentir con la Iglesia es preciso ser hijos de la Iglesia, escuchar la palabra del Papa, Vicario de Cristo, y seguir sus enseñanzas”.
(Mons. Antoniutti, Nuncio de S. S. en España, mayo 1955).
“Siempre España ha procurado llevar la civilización cristiana a todas las naciones del globo. La bandera española ha flotado en los mares de América, India y otras regiones, para manifestar que ella era el símbolo de la fe de Jesucristo”.
(Pío IX, 20-VI-1871).
“Lo que predicaron los apóstoles hispanos en el Perú y en toda América; lo que enseñaron sus filósofos y teólogos en Salamanca, en Alcalá y en Trento; lo que cantaron sus poetas en estrofas inspiradas, lo que pregonaron sus santos con sus vidas ejemplares, lo que testimoniaron heroicamente sus mártires de todos los tiempos, “estrellas son en el Cielo de su historia, a cuya luz jamás podrán resistir mucho tiempo las nieblas densas -pero artificiosas- suscitadas por el espíritu del mal”.
(Pío XII, 13-XI-1951).

*La resurrección de Jesucristo es un hecho histórico. Quien diga lo contrario está envuelto en el humo de Satanás.
Muchas veces, cuando somos humillados o nos sentimos humillados por alguien, en seguida nos sale responder o defendernos. En cambio, hay que mirar a Jesús, que estaba callado en el momento de la humillación más grande. Y no hay humildad sin aceptación de las humillaciones. Por tanto, humildad no es solo estar quieto, tranquilo. No, no. Humildad es aceptar las humillaciones cuando vienen, como hizo Jesús.
En cuanto al concepto de oligarquía, hilo conductor de la obra, lo diferencia de los partidos políticos, puesto que, como sucede en el caso de “gobierno y Estado”, en ocasiones se usan como sinónimos. La oligarquía es “algo más”, un fenómeno que permea a todos los regímenes y sistemas, los controla y manipula a su antojo, siempre en función de sus expectativas e intereses. De hecho, insiste en que la oligarquía no coincide con la clase social, sino que su rasgo más característico radica en la unión entre el poder político y poder económico. Esas oligarquías están unidas por un consenso político, que nada tiene que ver con el consenso social, lo que a su vez les sirve a aquéllas para distanciarse y separarse del pueblo. Como principal herramienta, aunque no la única, para controlar y ejercer el poder, las oligarquías disponen del sufragio proporcional. Al respecto, Dalmacio Negro hace un llamado a la cautela. En efecto, puede que, electoralmente, una oligarquía pierda el poder; sin embargo, el poder oligárquico no desaparecerá, pues en su lugar aparecerá otra (oligarquía). (Alfredo Crespo Alcázar – RAZÓN ESPAÑOLA)