
D. José Guerra Campos
El octavo día
Editorial Nacional, Torrelara, Madrid, 1973
Esto es lo que a veces se llama espíritu moderno, aunque formulado hace dos siglos, que prescinde de la revelación de un ser personal superior a nosotros, y afirma que lo que hay de divino, de más noble y valioso, en el mundo sólo existe y se manifiesta en la historia de la conciencia humana (en nuestros pensamientos, sentimientos, cultura, arte, acción y relaciones sociales). Y otros dirán: ¿para qué hablar de lo divino?; todo esto es puramente humano. Y así llegamos al humanismo ateo.
Desde hace poco algunos pensadores protestantes -que encuentran mucha acogida entre nosotros- hablan de «ateísmo cristiano»; según el cual carecería de significado la religión o comunicación consciente con Dios; Cristo interesaría por lo que hace o dice de las relaciones fraternas, no por lo que dice del Padre. Respetando los valores fraternales, no tendría importancia ya la diferencia entre ser creyente o ser ateo. Triste final: se ha vaciado la fe, hemos llegado al fondo de la escalera. (En cuanto al valor religioso que pueda haber en quienes de buena fe viven sin fe, hablaremos otro día).
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