San Miguel Arcángel, príncipe y caudillo de los ejércitos celestiales
A SAN MIGUEL ARCÁNGEL PARA PEDIR LA PROTECCIÓN DEL CIELO
Oh gloriosísimo San Miguel Arcángel, príncipe y caudillo de los ejércitos celestiales, custodio y defensor de las almas, guarda de la Iglesia, vencedor, terror y espanto de los rebeldes espíritus infernales. Humildemente te rogamos, te digne librar de todo mal a los que a ti recurrimos con confianza; que tu favor nos ampare, tu fortaleza nos defienda y que, mediante tu incomparable protección adelantemos cada vez más en el servicio del Señor; que tu virtud nos esfuerce todos los días de nuestra vida, especialmente en el trance de la muerte, para que, defendidos por tu poder del infernal dragón y de todas sus asechanzas, cuando salgamos de este mundo seamos presentados por ti, libres de toda culpa, ante la Divina Majestad. Amén.
Catedral Metropolitana de la Asunción de la Santísima Virgen María a los cielos de la Ciudad de México
Una Epopeya misionera
Padre Juan Terradas Soler C. P. C. R
I
AMÉRICA ES LA OBRA CLASICA DE ESPAÑA (4)
Se ha acusado a España de codicia en la obra de la conquista: Auri rabida sitis—decía en frase exagerada Pedro Mártir— a cultura hispanos avertit. España, no; muchos españoles, sí, vinieron a las Américas tras el cebo del oro; como acá vinieron muchos extranjeros mezclados con las expediciones españolas; como muchos otros, piratas, para quienes era mucho más cómodo desvalijar los galeones que regresaban a España con el botín. Pero el oro vino más tarde; antes tuvieron que pasar los españoles por la dura prueba de la miseria y del clima tropical que los diezmaba.
¡Que los españoles fueron crueles! Muchos lo fueron, sin duda; pero ved que la dureza del soldado, lejos de su Patria y ante ingentes masas de indígenas, había de suplir el número y las armas de que carecía. Y ved que la primera sangre derramada sobre aquella tierra virgen es la de los treinta y nueve españoles de la Santa María, primeros colonos de América, sacrificados por los indios de la Española.
La obra de España en América está hoy por encima de las exageraciones domésticas de Las Casas y de las cicaterías de la envidia extranjera. Es inútil, ni cabe en un discurso, reducir a estadísticas lo que acá se hizo, en poco más de un siglo, en todos los órdenes de la civilización. Al esfuerzo español, surgieron, como por ensalmo, las ciudades, desde Méjico a Tierra del Fuego, con la típica plaza española y el templo, rematado en Cruz, que dominaba los poblados. Fundáronse universidades, que llegaron a ser famosas, en Méjico y Perú, en Santa Fe de Bogotá, en Lima y en Córdoba de Tucumán, que atraía a la juventud del Río de la Plata. Con la ciencia florecían las artes: la arquitectura reproduce la forma meridional de nuestras construcciones, pero recibe la impresión del genio de la raza nueva; y el gótico, el mudéjar, el plateresco y el barroco de Castilla, León y Extremadura, logran un aire indígena al trasplantarse a las florecientes ciudades del Nuevo Mundo. La pintura y la escultura florecen en Méjico y Quito, formando escuela; trabajan los pintores españoles para las iglesias de América, y particulares opulentos legan sus colecciones de cuadros a las ciudades americanas. Fomentan la expansión de la cultura la sabia administración de Virreyes y Obispos. las Audiencias, castillo roquero de la justicia cristiana, los Cabildos y encomiendas, que forman paulatinamente un pueblo que es un trasunto del pueblo colonizador.
Porque ésta es la característica de la obra de España en América: darse toda, y darlo todo, haciendo sacrificios inmensos que tal vez trunquen en los siglos futuros su propia historia, para que los pueblos aborígenes se den todos y lo den todo a España; resultando de este sacrificio mutuo una España nueva, con la misma alma de la vieja España, pero con distinto sello y matiz en cada una de las grandes demarcaciones territoriales. Yo no sé si os habéis fijado en esas rollizas matronas que nos legó el arte del Renacimiento y que representan la virtud de la caridad: al aire los senos opulentos, de los que cuelgan mofletudos rorros, mientras otros, a los pies de la madre o asomando por encima de sus hombros, aguardan su turno para chupar el dulce néctar. Es España, que hizo más que ninguna madre, porque engendró y nutrió, para la civilización y para Dios, a veinte naciones mellizas, que no la dejaron, ni las dejó hasta que ellas lograron vida opulenta y ella quedó exangüe.
«El que quiere a su padre o a su madre más que a Mí no es digno de Mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a Mí no es digno de Mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de Mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por Mí la encontrará».
Don Manuel
* Lo primero es luchar enérgicamente contra faltas veniales.
* Colombia. Una imagen de la Virgen permanece intacta tras una explosión que causó treinta heridos.
* «Nunca debemos olvidar que la perfección comienza por la lucha enérgica contra el pecado» (P. alba).
* «La Cristiandad es la organización temporal sobre la base de los principios cristianos» (Javier Barraycoa).
* ¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal, que tienen las tinieblas por luz y la Luz por tinieblas» (Isaías 5, 20).
* Solamente a las Filipinas, hasta la muerte de Felipe II en 1598, en los treinta años anteriores, fueron tres mil misioneros españoles.
* ¡Sino se trata de arreglar las cosas, sino de vivir como quiere Dios, con paciencia, y sabiendo que esto lo va ha ordenar Dios Nuestro Señor a un bien superior!
* La Creación es obra de Dios, infinitamente bello y hermoso. Lo más bello de la creación está grabada por Dios en la mujer, resplandor de la hermosura Divina.