Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

Contracorriente

Publicaciones de la categoría: Guerra Campos

El octavo día 112 – CRISTO, LUZ PARA LOS HOMBRES Y PARA LOS PUEBLOS (XI)

21 martes Jun 2022

Posted by manuelmartinezcano in Guerra Campos

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D. José Guerra Campos
El octavo día
Editorial Nacional, Torrelara, Madrid, 1973

Pidamos que todos los hijos de la Santa Iglesia, particularmente España, sepan ver como el mejor servicio que pueden ofrecer a los hombres, la valiente, la humilde, la agradecida fidelidad al don que han recibido, para hacer partícipes a los hermanos; que cese, dentro de la Iglesia, la vergüenza de no ser iguales a lo que gustaría a un sector del mundo; que se realice la gran palabra del evangelio de hoy, es decir, que las ovejas que se encuentren desorientadas, o dispersas sin pastor, hallen a su pastor, que es Cristo; que descubran esta presencia de Cristo encarnada en la Iglesia, y no la sustituyan por ningún valor especioso.

Pidamos que España, como comunidad temporal, prospere; que mejore con la cooperación y la unidad de todos los ciudadanos; que dé y que reciba en el concierto de las naciones, pero que tampoco se avergüence de aquellas diferencias, si las hubiere, que dimanen de su positiva fidelidad a Cristo; que no identifique el progreso hacia la unidad con la traición a Cristo; que en este país, mis queridos hermanos, luzca siempre la estrella para los que buscan al Niño, para los que necesitan desesperadamente encontrar al Niño.

La patria es algo más que una agregación de ciudadanos. La patria ejerce verdadera paternidad, y las generaciones venideras tienen derecho a heredar la fidelidad a Cristo, a recibir pan y alimentos integralmente nutritivos; no les demos escorpiones, piedras, serpientes.

Queridos hermanos, que esta fidelidad vigorosa, difícil, constante, pero siempre alegre, porque la luz de la estrella es el único manantial de gozo, que brilla en la noche, en el camino oscuro de los hombres sea preservada, protegida amorosamente, por Santa María, nuestra Madre, y que se mantenga a nuestro lado centinela perpetuo el gran apóstol Santiago, cuyo año santo acaba de abrirse en Compostela. Así sea.

El octavo día 111 – CRISTO, LUZ PARA LOS HOMBRES Y PARA LOS PUEBLOS (X)

14 martes Jun 2022

Posted by manuelmartinezcano in Guerra Campos

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D. José Guerra Campos
El octavo día
Editorial Nacional, Torrelara, Madrid, 1973

Y en 1967, hablando a los militantes del apostolado seglar, con palabras reiteradas luego en 1969 para todos los fieles españoles, se les proponía a éstos, como obligación absoluta, lo siguiente:

«Los fieles, al mismo tiempo que colaboran con todos los hombres, aun los no creyentes, en la recta ordenación de las cosas temporales, evitarán a toda costa contribuir a los planes de quienes intentan desterrar a Cristo de la vida humana”.

Mis queridos hermanos, en el mismo documento en el que se recogían estas palabras, el episcopado español -subrayando una de las muchas exigencias de la fe cristiana en su proyección social- escribía lo que sigue: «Los ciudadanos de un país consagrado al Señor no pueden permitir con pasividad que la atmósfera social sea contagiada por factores que la hagan irrespirable para la fe y la vida moral de sus hermanos, en particular los más indefensos”. (Ver también Humanae Vitae, núms. 22 y 23).

Quisiera terminar con dos peticiones al Señor. Una de perdón. Este pueblo nuestro recibió desde el principio la luz de la estrella y, gracias al Señor, esta estrella ha irradiado en tantas partes del mundo. España como comunidad y en muchas ocasiones ha sabido valorar, como le corresponde, la primacía de la fe y, por eso, no tiene por qué lamentar ahora el haber invertido tantos esfuerzos suyos en la acción misionera. Pero… ¡cuánto falta, Señor, para que la estrella brille con toda su pureza; para que dé todo el rendimiento que Cristo espera de nosotros! También con palabras del episcopado español, en 1969, pidamos perdón al Señor por los pecados que se oponen al reinado de Cristo en nuestra patria, pecados que expresaba así: «Incredulidad, pasividad apostólica, omisión culpable de los deberes de colaboración ciudadana, profanación de la santidad familiar, odio, resentimiento, violencia, impureza, enriquecimiento injusto, falsedad, escándalo, falta de amoroso respeto a los hermanos”.

Segunda petición: Que mientras el Señor nos va purificando de nuestros pecados, que confesamos humildemente, y en medio de los pecados mismos, nos mantenga el don supremo de la fidelidad a Cristo.

El mundo dicen ahora que cambia. Cambia siempre. En medio de los cambios más o menos acelerados, que sepamos discernir lo que contribuye a implantar más hondamente en las almas la presencia de Cristo, y que sepamos rechazar lo que tiende a oscurecerla por entronización de la autosuficiencia humana, por mucho que aduzca valores de origen divino; porque lo son, pero si se emplean contra Dios, configuran una actitud satánica.           

El octavo día 110 – CRISTO, LUZ PARA LOS HOMBRES Y PARA LOS PUEBLOS (IX)

07 martes Jun 2022

Posted by manuelmartinezcano in Guerra Campos

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SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA

D. José Guerra Campos
El octavo día
Editorial Nacional, Torrelara, Madrid, 1973

El ateísmo se está convirtiendo en muchas partes del mundo, y algunos quieren que también se convierta en nuestra patria, en la forma de convivencia y por lo mismo, prácticamente para la mayoría del pueblo, en forma de vida. A este propósito, no será inoportuno recordar que, cuando terminó el Concilio, el episcopado español expuso con cierta solemnidad las orientaciones de la Iglesia acerca de la vida política y social que habrían de inspirar el perfeccionamiento de la sociedad española y de sus formas institucionales. Sobre el modo de hacerlo, el episcopado declaraba que no se sentía facultado para emitir ningún juicio autoritativo. Invitaba entonces a que opinasen y deliberasen sobre el asunto los que legítimamente participan en la vida pública, con amoroso respeto a los anhelos e indicaciones de todos los conciudadanos, sin que nadie canonice sus opiniones preferidas, y sin que nadie condene, con ligereza, en nombre del Evangelio, las soluciones ajenas. Supuesta -añadía el episcopado- la voluntad operante de perfeccionamiento, la jerarquía no ve que ni la estructura de las instituciones político-sociales, ni el modo general de su actuación, estuviesen en disconformidad sustancial con los derechos fundamentales de la persona y de la familia y con los bienes que atañen a la salvación de las almas.

“Pero, y la adición es importante, pensando en el futuro, estos dos motivos de orden moral y sobrenatural nos obligarían a rechazar de antemano, bien un sistema de arbitrariedad opresora, bien un sistema fundamentado en el ateísmo o en el agnosticismo religioso, en contra de la profesión de fe de la mayoría de los españoles. Es nuestro deber amonestar a todos los fieles para que de ninguna manera, ni con ningún pretexto, contribuyan a fortalecer las condiciones que pudieran facilitar la implantación de tal sistema”.

El octavo día 109 – CRISTO, LUZ PARA LOS HOMBRES Y PARA LOS PUEBLOS (VIII)

31 martes May 2022

Posted by manuelmartinezcano in Guerra Campos

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SAN FRANCISCO ABRAZANDO A CRISTO EN LA CRUZ

D. José Guerra Campos
El octavo día
Editorial Nacional, Torrelara, Madrid, 1973

Precisamente porque conocemos el valor cristiano de la vida social, no podemos ocultarlo; tenemos que exponerlo, realizarlo, defenderlo, sean cuales fueren las situaciones de desconocimiento o de repulsa de hermanos nuestros. ¿Por qué hemos de tolerar con laxitud cualquier forma de vida social, aunque sea con menosprecio de su contenido religioso y de los más finos valores morales?

Cristo es un dato irreversible. No es algo accidental; es el sentido de la historia, y nada, ninguna concepción por brillante que fuese, aunque la expongan hombres de la Iglesia, puede justificar la traición a la presencia visible, profesada, de Cristo entre los hombres o, lo que es lo mismo, no hay amor a los hombres sin amor a la verdad. Recordemos, a este respecto, las palabras incisivas del Padre Santo, Pablo VI, en su encíclica Humanae Vitae, dirigiéndose a los sacerdotes: «No menoscabar en nada la saludable doctrina de Cristo, es una forma de caridad eminente hacia las almas», y continúa diciéndoles que imiten al Señor, «intransigente con el mal, misericordioso con las personas»; al Señor que dijo: «La verdad es la que os hará libres» (Jn. 8, 32).

El mismo Papa, hablando, el pasado día 5 de este mes, a todos los obispos del mundo, en conmemoración de la clausura del Concilio Vaticano II y exhortándonos a que presentemos constantemente pura e íntegra la verdad de la fe al pueblo, que tiene imprescriptible derecho de recibirla, nos dice: «Sepamos caminar fraternalmente con todos los que, privados de esa luz que nosotros gozamos, tratan de llegar a la casa paterna a través de la niebla de la duda. Pero si nosotros compartimos sus angustias, que sea para tratar de curarlas; si les presentamos a Jesucristo que sea el Hijo de Dios hecho hombre para salvarnos y hacernos participar de su vida, y no una figura totalmente humana, por maravillosa y atrayente que sea.»

Sin este amor a la verdad (que por ser amor es ya plenamente respetuoso de la intimidad y la libertad de los hermanos), la vida social, so pretexto de lograr la unidad por abajo, mediante un humanismo recortado, da necesariamente paso libre al ateísmo.

El octavo día 108 – CRISTO, LUZ PARA LOS HOMBRES Y PARA LOS PUEBLOS (VII)

24 martes May 2022

Posted by manuelmartinezcano in Guerra Campos

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EL BAUTISMO DEL SEÑOR

D. José Guerra Campos
El octavo día
Editorial Nacional, Torrelara, Madrid, 1973

Muchos otros aspectos de esta manera confusa de apelar a los valores humanos podrían ser evocados aquí; no me atrevo a insistir en ellos para no ocupar demasiado tiempo vuestra atención. Sólo quisiera decir de paso, que Dios, que se nos ha manifestado en Cristo, no podrá tolerar jamás que, los que le conocemos, traicionemos nuestra condición de testigos. Otros, que no le conocen, podrán acercarse, sin darse cuenta, al Señor a través de las aspiraciones confusas de su propio corazón; pero nosotros, no. Tenemos una luz, y no para ocultarla, sino para mostrarla. Nosotros no podemos ocultar al Señor, ni siquiera dentro del hombre; no podemos decir que ya amamos al hombre, si, mientras tanto, omitimos la profesión de nuestro amor a Cristo Jesús, a Dios Padre; porque el Señor que nos ha pedido, como exigencia de una caridad eficaz, el amor y el servicio a los hombres, ha dicho también que «el que me negare delante de los hombres, yo le negaré también delante de mi Padre» (Mt. 10, 33).

Y en cuanto a la unidad, que es, sobre todo en el ámbito íntimo del pensamiento y de los corazones, una de las grandes exigencias de toda vida comunitaria, queremos recordar que no puede lograrse a costa de Cristo. Se fomenta, sin duda, la unidad, aprovechando ese mínimo que nos es común a todos los que convivimos en un ámbito determinado, pero ese grado no puede ser el término de un rebajamiento, de una reducción, sino como decíamos antes­ inicio de ascensión. En definitiva, no hay unidad verdadera entre los hombres, sino cuando todos comulgan en un movimiento ascendente hacia valores que nos trascienden y nunca cuando pretenden lograrla por la vía fácil de la reducción a un mínimo, porque ese camino conduce a lo inferior, donde reina el egoísmo, manantial incesante de toda división.

La encarnación de Chisto fue un abajarse, pero con finalidad elevadora; si no, carecería de sentido. Por eso, los cristianos esperamos de nosotros mismos y de toda la Iglesia, especialmente de los más responsables en la misma, que cuando practique, en virtud de la caridad, los servicios temporales que necesiten los hombres, los convierta siempre en signo de la presencia del amor que salva; que, como Cristo Jesús, el pan más o menos multiplicado, levante siempre el apetito y el corazón hacia el pan que baja del Cielo. Porque cuando no se produce esta elevación desde el pan de la tierra al pan del Cielo, entonces -como sucedió a Jesús en Cafarnaúm- mejor sería que la Iglesia se quedase sin seguidores. Entonces, Cristo Jesús, implacablemente fiel a su misión de amor, preferirá que se marchen todos. «¿También vosotros os queréis ir?», tendrá que decir, a última hora, al grupo minúsculo de sus discípulos (Cfr. Jn. 6, 60-67).

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