Magnitud social del fenómeno.
Hablamos del ateísmo contemporáneo. Nos referimos, pues, a un fenómeno de nuestro tiempo, fenómeno que se caracteriza por su magnitud social. El Concilio Vaticano II, describiendo la situación del mundo de hoy, ha dicho:
“Muchedumbres cada vez más numerosas se alejan prácticamente de la religión… La negación de Dios o de la religión no constituye, como en épocas pasadas, un hecho insólito e individual; hoy día se presenta no rara vez como exigencia del progreso científico y de un cierto humanismo nuevo.”[1]
Y cuando en el mismo documento conciliar se trata a propósito el tema del ateísmo, leemos:
“La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios. Desde su mismo nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios. Existe pura y simplemente por el amor de Dios, que lo creó, y por el amor de Dios que lo conserva. Y sólo se puede decir que vive en la plenitud de la verdad cuando reconoce libremente ese amor y se confía por entero a su Creador. Muchos son, sin embargo, los que hoy día se desentienden del todo de esta íntima y vital unión con Dios o la niegan en forma explícita. Es este ateísmo uno de los fenómenos más graves de nuestro tiempo.”[2]
En las últimas palabras el Concilio cita, introduciendo una levísima variación, un texto anterior del Papa Pablo VI, que en la Encíclica Ecclesiam suam había afirmado: “El ateísmo es el fenómeno más grave de nuestro tiempo”.
¿Fenómeno de hoyo de ayer?
¿De nuestro tiempo? ¿Es realmente un fenómeno característico de hoy y de aquí? Autores especializados en el estudio de la cuestión sostienen que el ateísmo del siglo xx es poco original[3]; no hace más que continuar en sus líneas dominantes formulaciones ya dadas sobre todo en el siglo XIX, y algunas con raíces de tipo cultural en el siglo XVIII. Volveremos sobre el tema: y quizá entonces podamos advertir que lo que caracteriza principalmente al ateísmo de hoy -en cuanto hodierno o contemporáneo-es más bien un efecto de acumulación y la consiguiente creación de situaciones ambientales.
Mas este incremento por acumulación, en virtud de un proceso que viene desplegándose hace muchos decenios,
¿cómo ha de ser interpretado? ¿Como marea creciente o como decreciente? La respuesta no es fácil, ni tampoco es este el momento de intentarla.
A este efecto de acumulación con sus implicaciones sociales quizá hay que añadir lo que subraya con dolor el Concilio Vaticano II: que en muchos sectores del mundo actual el ateísmo es promovido por los poderes públicos, especialmente en el campo de la educación.[4]
Ateísmo-Hoy
José Guerra Campos
Obispo de Cuenca
[1] Constitución Gaudium et spes, 7. Traducción de Ed. BAC, Madrid, 1967.
[2] Gaudium et spes, 19.
[3] Cf. H. DE LUBAC, Ateísmo y sentido del hombre, ed. Euramérica-CEU, Madrid, 1969, p. 26. Cf. también la obra de A. Del Noce citada en la Bibliografía final.
[4] Gaudium et spes, 20.