Toda organización tiene una parte visible: un director o superior con sus colaboradores, que son los que todo el mundo conoce. Ellos se hacen responsables del buen (o mal) funcionamiento de la organización y reciben las alabanzas o la crítica según vayan las cosas bien o mal.
Pero tras toda organización hay una parte logística, una labor oculta y callada que ejercen muchas personas muchas veces ignoradas por otros que desconocen la meritoria labor que realizan.
Son los que limpian locales, iglesias, pasos de Semana Santa, Imágenes, vestiduras, disfraces para representaciones,…
Son los que se ocupan de comprar libros para vender, comida para aperitivos y celebraciones, material para las actividades,…
Son los que organizan actividades, dibujan carteles, recortan tarjetas, dirigen ensayos, cosen vestidos y manteles, combinan horarios,…
Son los que buscan un lugar adecuado para el campamento, la colonia o la comida de hermandad después de la excursión o peregrinación, los que se adelantan a ver si el camino es practicable y seguro, los que cumplen los trámites administrativos, piden permisos, rellenan papeles y presentan instancias,…
Son los que fotocopian cartas, llevan una revista a la imprenta y la recogen, rellenan sobres, pegan sellos,…
Son los que van unos días antes a limpiar, a estudiar el terreno para ver qué actividades son las más adecuadas, los que comprueban qué material hay que llevar y se preocupan que el día de la marcha esté todo a punto,…
Son los que en lugar de asistir a un acto cuidan de los niños pequeños para que sus padres puedan estar en una conferencia o en un retiro, los que venden libros en lugar de estar con el amigo o la familia disfrutando del día y de la reunión,…
En resumen, son los que se ocupan de que todo esté a punto antes de empezar, y se quedan a recoger después de acabar.
Si funciona toda esta logística, las actividades son un éxito y se elogia a la organización en su conjunto o al acto. Si todo esto o una parte falla, los directores suelen cosechar las críticas.
Sean esta líneas un elogio y un agradecimiento a los currantes anónimos que hacen posible que podamos formarnos en los cenáculos y retiros, podamos disfrutar con las obras de teatro y representaciones, nuestros hijos puedan ir a colonias y campamentos, y que podamos alabar a Dios y hacer apostolado en procesiones, vigilias, actividades diversas, salidas de los Jóvenes de San José y otros actos de piedad y apostolado. Porque aunque normalmente nosotros ni lo vemos ni lo agradecemos, el Señor que ve lo oculto sí conoce sus nombres y ha contado las horas que han dedicado en su servicio, y sin duda les recompensará.
Mª Pilar Frigola