Desde hace 15 años, el segundo domingo de mayo, se celebra en el colegio “Corazón Inmaculado de María” en Sentmenat, el ”mercadillo misionero”.
Éste se hace para ayudar a los misioneros de Cristo Rey, en su misión en Chosica, Perú. Se abrió el mercadillo con la alegría que siempre trae la banda del colegio, con sus tambores y trompetas.
En el patio del colegio hay diferentes puestos de venta, perfumería, ropa, juguetes, menaje, bisutería, electrónica, papelería, artículos religiosos, plantas, comida… donde el precio de las cosas no es real, sinó simbólico, y la gente deja su dinero para una buena causa.
Los más pequeños del colegio, P3, P4, P5, obsequiaron a sus padres y demás familiares, abuelos, tíos, primos… con sus canciones y bailes. Estaban muy graciosos con sus vestidos de marineros, sevillanas… fueron la alegría de la fiesta. También vino la tuna “San Luís Gonzaga” que nos alegró con sus canciones. Fue todo muy bonito.
Mis hijos, gastaron unos pequeños ahorros que tenían, para las misiones. Yo estaba atendiendo en uno de los puestos de venta y me alegré al ver que todos ellos se acordaban un poquito de” mamá”, pues con su dinero me compraron una bebida, que con el calor que hacía me vino de perlas, algo para comer, otro me compró unos marcos para fotos… y mi hija Nuria, con 7 años de edad, pidió dinero a su papa para comprarse alguna cosa, y me obsequio con una pulsera azul, diciéndome, “mamá es para ti, para que al mirarla y ver que es del mismo color que mis ojos, te acuerdes de mi”.
Esto me hizo pensar y preguntarme ¿cómo es que vemos cada día lo maravillosa que es la Creación, las cosas pequeñas: hierbas e insectos, y las grandes: el Sol, la Luna, los sistemas planetarios, las nebulosas, los mares… el paisaje que nos rodea, nuestros propios hijos, en lo perfectos que son cuando nacen,, sus oreja, sus dedos… en lo perfecto que es todo lo creado por Dios, y no nos acordamos de Él? Y esto me lo recordó mi hija Nuria.
Yo creo que Dios en su divina bondad, nos rodea de estas almas puras, como son los niños, para hacernos recordar que venimos del Señor y vamos hacia Él.
El conocimiento de la Providencia de Dios sobre cada uno de nosotros, nos debe llevar a una decisión confiada de ponernos en sus manos, para que de verdad y para siempre sea la fuente de nuestra serenidad, seguridad y alegría.
Termino con unas palabras del Papa Francisco: “Los niños nos enseñan el modo de ver la realidad de manera confiada y pura. Cómo se fían de papá y mamá, cómo se ponen sin recelos en manos de Dios y de la Virgen. Ellos son una riqueza para la Iglesia y para nosotros: nos hacen ver que todos somos siempre hijos, necesitados de ayuda, amor y perdón, que son las condiciones para entrar en el reino de Dios”.
“Formamos parte de la familia de Cristo, porque Él mismo nos escogió antes de la creación del mundo, para que seamos santos y sin mancha en su presencia por la caridad, habiéndonos predestinado como hijos adoptivos por Jesucristo, a gloria suya, por puro efecto de su voluntad. Esta elección gratuita, que hemos recibido del Señor, nos marca un fin bien determinado: la santidad personal.”
Maria Lourdes Vila Morera