Hola, lector. ¡Qué rápido ha pasado una semana!
Te hablaba, hace unos días, de curas católicos a los que conocía y que eran representantes más que relevantes del mundo de la ciencia actual, y a partir de aquí, esbozaba unas conclusiones.
Me dirás, lector; “¡pero esos curas que citabas son cuatro casos en un entorno casi doméstico!…Pocas conclusiones se pueden sacar de ello”.
Sí, tienes razón, pero fue precisamente eso lo que me chocó y me llevó a reflexionar sobre la Ciencia y su relación con la Iglesia Católica y con la fe; a veces, lo menos nos impacta más si lo vivimos de cerca. Y eso me pasó a mí, que unos pocos casos cercanos me dieron en pensar…, y pensé; “si yo, en mi pequeño entorno, conozco a tantas “eminencias”, será porque hay muchas más, pues no va a dar la casualidad de que conozca a los únicos curas sabios que existen”.
En fin, que me puse a estudiar el asunto y voy a compartir contigo lo que encontré, pues creo que te interesará seas creyente o no, cristiano o musulmán o, incluso, ateo; porque lo que te voy a dar son exclusivamente, datos objetivos y sin ideología y te voy a dejar a ti las conclusiones, aunque te daré la mía, pero al final, para no mezclar información objetiva con opinión, lo que desvirtuaría el carácter “científico” que quiero dar a estas líneas.
Al documentarme un poco, llegué a la conclusión de que mi conocimiento de curas científicos católicos no es casualidad ni rareza. Es más, no podía ser menos porque, como descubrí luego, la historia de la Ciencia está salpicada, no, mejor, saturada, de hombres de ciencia católicos, de cristianos y, en general, de creyentes; es más, en la perspectiva histórica mundial no conozco científico relevante que se haya declarado ateo (algunos han pretendido hacer pasar a Einstein por escéptico o ateo, cuando él mismo se reiteró creyente, aunque sin afiliación a una fe concreta.). No hubieran podido hacer lo mismo con Lemaitre, astrofísico creador de la teoría del Big Bang, en la que se basa una buena parte de la concepción actual de la formación del universo… Lemaitre era un cura católico que impartía sus clases en la Universidad de Lovaina, vestido con sotana.
Hay más sabios católicos y cristianos, ¡y de qué envergadura!; cuando todavía no existía la ciencia paleontológica (sobre los fósiles) y personas como el genial Leonardo da Vinci divagaban sobre el origen de estos restos pétreos, un obispo católico, el beato Nicolás Steno, sentaba las bases de la Ciencia Paleontológica y las de la actual Geología…, como antes el monje agustino Mendel, había puesto los cimientos de la Genética…, o el matrimonio Curie había descubierto la radioactividad, con todo lo que ello ha supuesto para la Ciencia.
Y qué no decir de Newton, o Kepler o Marconi (premio Nobel de Física y fundador de la Radio Vaticana), o el mismo Darwin.., o incluso Copérnico a quién su polémica con la Iglesia no descalifica como católico (es este un asunto que requiere una monografía, como el de Darwin).
No hay que olvidar a Fermat, a Volta,… podría seguir hasta la semana que viene citándote científicos católicos, cristianos y creyentes. Pero no es mi intención aburrirte ni agotarme. Basta para cumplir mi intención de hoy, el remitirte a internet para que, basándote en una ingente nube de científicos cristianos, veas que no sería posible hablar de la Ciencia moderna, sin una referencia obligada al cristianismo.
A la vista de los datos, de la evidencia histórica (puedes, lector, documentarte en internet sobre estas personas y encontrarás detalles de sus vidas, fundamentalmente cristianas) la Ciencia actual es lo que es gracias a científicos cristianos. Y si esto es así, ¿no es consecuencia inmediata deducir que es Dios quien ha inspirado e inspira la Ciencia? ¿Que conviven la destructiva bomba atómica con los beneficiosos aparatos de resonancia magnética?, sí, es cierto. Creo que Dios inspira la Ciencia pero es la libertad de los hombres la que desarrolla esa inspiración.
Por eso me desconcierta oír a personas, creyentes o no, que hablan con displicencia de la Iglesia Católica cuando sale a colación la Ciencia, como si la Iglesia Católica fuera poco menos que una aldeana en lo que a conocimientos científicos se refiere . No, la Iglesia Católica bien podría añadir, – con plena autoridad – a su “Una” y “Santa”, el adjetivo de “Sabia”. El que no lo haga es coherente con su naturaleza; nadie realmente sabio se vanagloria de ello.
Concluyo por hoy. Por tales evidencias, te decía en su día, lector, que tengo la certeza de que la Ciencia es un don de Dios, otro camino que nos ha abierto para llegar a Él.
Esto genera compromisos y responsabilidades académicas y morales muy serias para los científicos y los divulgadores de la ciencia. Pero de eso hablaremos la semana que viene, si Dios quiere.
José Cepero