El 13 de junio de 1953 fue ejecutado Juan José Trespalacios. Su historia, tal como él la explicó, se sintetiza en el asesinato, por venganza, de tres hermanos, el 4 de marzo de 1951, en un pueblo de Álava. Al fugarse, los vecinos del pueblo, indignados, lo querían matar allí mismo.
Detenido más tarde fue trasladado a la cárcel de Amurrio, «donde, después de pasar largas horas amarguísimas, al tercer o cuarto día se presentó un religioso del Reformatorio -aunque nunca estuve allí-, que, gracias a Dios, fue quien en aquellos momentos desesperados me animó y me convenció para que confesara mis errores, hablándome de la gran misericordia de Dios y de la Santísima Virgen. Y así fue: confesé mis grandes culpas y las lloré con lágrimas vivas y sinceras. Con esto nací de nuevo a la vida de la gracia y del mundo, porque Dios me hizo de nuevo», como él mismo manifestó. Cuando conoció el fallo inapelable de su sentencia redactó el texto de su recordatorio que dice así: «Yo, Juan José Trespalacios, dentro de breves momentos he de comparecer en la presencia de Dios. Rogad por mi alma, en cuanto la haya entregado al Señor, y perdonadme, los que aquí quedáis, mis desvaríos, causa de mi muerte. Os ruego me tengáis presente en vuestras oraciones y me recordéis ante el Divino Redentor, pues yo desde el cielo rogaré por todos, y muy especialmente por el Papa felizmente reinante, que, llevado de su bondad y conmiseración hacia mi indigna persona, se ha dignado concederme la indulgencia plenaria para el instante de mi ejecución. Por mis padres, hermanos y parientes, por las víctimas de una hora de obcecación lamentable e irreparable, por, los que tanto bien me han hecho y por los que han intervenido en conseguir mi salvación eterna, así como por mis compañeros de prisión y por todos los pecadores. Vitoria, 13 de junio de 1953. -¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío!» Tal maravilla tiene la explicación que nos da el mismo conde-nado a muerte: «De pequeño hice una vez los Primeros Viernes, ¡y qué bien cumplió su Promesa conmigo!»
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En los sótanos del Ayuntamiento, en 1936, del pueblo de Morata de Tajuña, había unos presos. Entre los mismos se encontraba el joven Celso García. Había sido capturado y se encontraba preso en aquella cárcel improvisada de Morata, condenado a ser fusilado en la mañana siguiente. -¿Tienes algo que pedir? -le preguntó el comandante encargado de su vigilancia hasta la hora suprema -. -Sí, quiero que me traigan un sacerdote. Así respondió el joven, aun sabiendo que en el pueblo ya no quedaba ningún sacerdote. El comandante había empeñado su palabra de complacerle, y destacó un piquete de soldados para que fuesen a Madrid, a buscar un sacerdote, que sólo hallaron entre los que había en la Cárcel Modelo. A las 12 de la noche sonó una voz a los presos que estaban en alguno de aquellos pabellones: -¡Salga un sacerdote, que le llama un preso! Uno de ellos fue elegido, lo metieron en el automóvil y lo condujeron a Morata de Tajuña. Cuando entró en la cárcel, el joven Celso García le dijo inmediatamente: -Padre, ya sabía yo que usted no me faltaría en estos instantes… Para no faltarle, ¡qué larga serie de acontecimientos! Por eso, éste preguntó al joven, al admirar su persuasión de que no le faltaría en aquella hora: -¿Por qué lo dices tan convencido? -Porque yo comulgaba los Primeros Viernes, y Jesús prometió que no dejaría morir abandonados a los que comulgasen así. Ante tal fe y persuasión, el sacerdote quedó conmovido. Oyó la confesión del joven y le acompañó hasta los últimos momentos, confortándolo con cariño paternal. Le vio morir como un cristiano valiente. Luego proclamaba cómo Nuestro Señor Jesucristo cumple su promesa a los que comulgan NUEVE PRIMEROS VIERNES DE MES.
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Estos dos casos -entre millares -nos demuestran la eficacia divina y cierta de los NUEVE PRIMEROS VIERNES DE MES. La promesa del mismo Jesucristo a Santa Margarita de Alacoque, que no morirían en pecado mortal los que vayan a comulgar los NUEVE PRIMEROS VIERNES DE MES seguidos con una comunión bien hecha, se cumple indefectiblemente. Los Papas repetidamente han aprobado la autenticidad histórica de la GRAN PROMESA. Y los hechos repetidamente vienen demostrando la seguridad y la esperanza que concede el Señor a los que practican los NUEVE PRIMEROS VIERNES DE MES.
Todo cristiano, normalmente, debe vivir en gracia santificante. Pero nadie tiene la Invulnerabilidad de no caer en alguna tentación de no resbalar en alguna ocasión de pecado, a pesar de saber el daño irreparable que le puede causar. ¿No es verdad que en la circulación rodada un coche por potente que sea, conducido por un experto conductor no puede lanzarse a la carretera sin que esté debidamente asegurado? La ley lo manda así. No se puede confiar ni en el coche último modelo ni en la pericia del chofer. Por lo que pudiera ser… muy prudentemente está obligado el seguro contra posibles accidentes.
Así el cristiano, que mientras está en la tierra no está confirmado en gracia, el Señor le ha ofrecido por amor a nuestra salvación eterna y en recuerdo de su Pasión, este inmenso beneficio de los NUEVE PRIMEROS VIERNES DE MES que nos salvaguardan y cubren incluso cuando nosotros mismos pudiéramos chocar contra peligros y eterna perdición. Hay certeza moral de salvación para los que practican bien los NUEVE PRIMEROS VIERNES DE MES. Juan XXIII, tan devoto de los PRIMEROS VIERNES DE MES, nos decía: «EL CULTO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS SEA TENIDO EN SUMO HONOR ENTRE LOS FIELES Y SEA POR ELLOS CONSIDERADO COMO NORMA DE VIDA PERFECTA CAMINO QUE CONDUCE A LOS ÁNIMOS A CONOCER MÁS FÁCILMENTE A CRISTO NUESTRO SEÑOR, MEDIO QUE LES IMPULSA A AMARLO MAS INTENSAMENTE Y A IMITARLE CON MÁS FIDELIDAD.» y Pablo VI ha dicho:. «EL CULTO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS ES EL MEDIO MAS EFICAZ PARA LOGRAR LA RENOVACIÓN DEL MUNDO SEGÚN LAS NORMAS DEL CONCILIO VATICANO II, INCLUSO PARA LUCHAR CONTRA EL ATEÍSMO.» Quiso Pablo VI, al comienzo de la segunda sesión del Vaticano II, comenzarla en el primer viernes de octubre de 1963, con todos los padres conciliares, celebrando la Misa votiva del Sagrado Corazón. Así indicaba a toda la Iglesia y a toda la humanidad que los PRIMEROS VIERNES DE MES son algo muy de DIOS, muy de Jesucristo, muy de la Iglesia, muy del Vaticano II.
Si nunca has practicado los primeros viernes de mes hazlos basta con comulgar bien el primer viernes de mes de nueve meses seguidos, en estado de gracia. Ni hay necesidad de asistir a Misa, si no se tiene tiempo. Lo necesario es comulgar bien y seguidamente durante nueve meses.
Un gran teólogo -uno de los más célebres de los tiempos modernos- el P. Vermeesch, afirmaba: «En la práctica y experiencia de muchos años no he encontrado ni uno solo a quien los NUEVE PRIMEROS VIERNES hayan Sido ocasión de temeridad ni presunción alguna, y esto lo he visto confirmado por el testimonio y experiencia de otros y dado caso que hubiese alguno, ¿qué institución ni qué práctica, por buena que sea, no está expuesta a los abusos y profanaciones del hombre? El mismo insigne teólogo asegura: «LOS QUE COMULGAN NUEVE PRI-MEROS VIERNES DE MES SEGUIDOS, CON LAS CONDICIONES REQUERIDAS, OBTENDRÁN LA GRACIA DE LA PERSEVERANCIA FINAL; Y POR CONSIGUIENTE TODOS LOS FIELES QUE DE BUENA VOLUNTAD SE ESFUERCEN POR CUMPLIRLAS, ESTÁN MORALMENTE CIERTOS DE SU ETERNA SALVACIÓN.»
Para asegurar nuestra salvación eterna y para hacer verdadero apostolado, practiquemos y repitamos, si alguna vez los hemos hecho, los NUEVE PRIMEROS VIERNES DE MES. Desde la gloria, dos condenados a muerte nos lo han recordado. Aprovechemos la lección.
“POR EL AVEMARÍA – EL PECADO SE DESTRUIRÁ – POR EL AVEMARÍA – TODA GRACIA NOS VENDRÁ», hacía cantar en sus misiones el gran apóstol San Luis María de Montfort. Por eso asegura su salvación eterna el que con fe y de corazón reza cada mañana y cada noche las benditas y nunca bastante alabadas TRES AVEMARÍAS.
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Laura, 4 – Barcelona-10



