Ambigüedades de la distinción entre ateísmo teórico y ateísmo práctico

guerra camposPara proceder con un poco de orden y rigor dentro de la sencillez, antes de seguir adelante hay que preguntar todavía: ¿qué clase de exclusión de Dios es esa que llamamos Ateísmo? Hemos hablado de «desentendimiento» y de «negación». Quizá no basta. Cuando se trata de ateísmo es frecuente aducir una distinción que se aplica con mucha facilidad a los comportamientos concretos de determinadas personas: la distinción entre ateísmo teórico y ateísmo práctico. Se supone que esta distinción aclara mucho las cosas, e incluso señala dos niveles de profundidad: el ateísmo teórico sería más radical, sería negar a Dios directa y conscientemente; y el ateísmo práctico, por lamentable que sea, sería más superficial, sería obrar sin coherencia en relación con Dios, como si Dios no existiese, pero sin negarlo.

Sin embargo, la claridad es sólo aparente; la distinción entre los dos modos de ateísmo es muy indeterminada. Y lo que desde luego resulta difícil, casi imposible, es deslindar en las personas concretas, aun cuando formulen científicamente su pensamiento, a qué tipo de ateísmo corresponde. ¡Dios lo sabe! En abstracto parece fácil. El ateísmo teórico sería en cada caso la negación de la existencia de Dios por ciertas razones; y el ateísmo práctico sería sencillamente la negación de la Religión, la eliminación de mi comunicación libre con Dios o de la ordenación de mi vida a Dios, por agnosticismo, por falta de confianza, por lo que fuere.

Se piensa a veces que la negación meramente práctica, compatible con el reconocimiento de la existencia de Dios, es menos negación de Dios que la teórica. ¿Pero es menos negación de Dios, por ejemplo, la rebelión directa contra Dios (el antiteísmo satánico), la oposición sistemática contra Dios reconocido como existente, mas no acatado?

Aumenta la ambigüedad, sobre todo entre cristianos, cuando, al exigirnos justamente mayor fidelidad a nuestra vocación, llamamos «ateísmo práctico» a toda actitud de pecado. No hay peor equívoco, porque donde hay pecado reconocido hay profunda religiosidad: el reconocimiento del pecado es una de las marcas inconfundibles de la actitud religiosa.

Por otro lado, en cada una de las personas, posibles ateos, que quisiéramos examinar, se dan interferencias entre lo teórico y lo práctico y, además, es dificilísimo determinar la prioridad genética, esto es: ¿ciertas actitudes de desentendimiento O aparente negación de Dios en una persona determinada empezaron por el examen de unas razones. u objeciones, que la llevaron a declarar que DIOS es mutI1-desconocido-no existente, y en consecuencia la indujeron a conformar su vida práctica de acuerdo con esa supresión de Dios?; ¿o al contrario, fue una actitud inicial de desentendimiento o descuido, de afirmación práctica y un poco a ciegas de la propia autonomía la que poco a poco la llevó a buscar razones que cohonestasen aquella actitud y le sirviesen de coartada? A veces no lo saben ni siquiera los interesados.

Baste considerar algunos hechos. Muchas personas, que se creen totalmente ateas, mantienen sin embargo una preocupación, una «apertura» hacia lo misterioso, hacia lo trascendente desconocido: donde permanecen esta preocupación y esta apertura, no hay exclusión total de Dios. Hay otras formas de ateísmo que son posteriores al ejercicio de la fe: formas de descreimiento que aún conservan viva la desilusión, la nostalgia, a la manera de los discípulos que se retiraban a Emaús el día de la Resurrección del Señor: daban ya por acabado lo que habían esperado del Señor, formulaban ya esta esperanza en pretérito («nosotros esperábamos que Él había de restablecer el reino de Israel, pero ya estamos en el tercer día y…»).[1] Esa nostalgia era como una ceniza, pero con brasas debajo; la nostalgia dice mucho con la fe: era todavía fe, aunque en peligro de apagarse. Hay también el ateísmo de los «apasionados». Acaba de morir Jean Rostand, uno de los pensadores incrédulos más conocidos de nuestro tiempo, célebre por su racionalismo implacable, pero también por su honradez antitópica y su franqueza. Escribió en una ocasión: «Lo que me escandaliza es que aquellos que creen en Dios no piensen en Él tan apasionadamente como pensamos en su ausencia los que no creemos».[2] ¿Es éste un ateísmo radical?

Ateos que parecen muy radicales en sus formulaciones científicas sistemáticas, luego resulta que no lo son tanto. ¿Excluyen de verdad a Dios? ¿o, por 10 que sea, se deciden a no contar con Dios, a proclamar su autonomía sin trabas? Cito dos autores de los más extremosos y sistemáticos en la materia. El famoso filósofo Nicolai Hartmann, después de haber refutado a su manera con toda clase de razonamientos el valor de los indicios o pruebas que conducen a afirmar la existencia de Dios, después de establecer como postulado la afirmación de una libertad humana absolutamente desligada de toda relación con Dios, confiesa: «La falsedad de las pruebas o de las teorías no es nunca por sí sola una refutación del objeto. Éste puede subsistir. Pero permanece envuelto en una absoluta irracionalidad».[3] ¿Quiere decir que, a pesar de todo lo dicho, a lo mejor Dios existe, aunque no sea accesible con valor práctico?

El otro autor es J. P. Sartre, el clásico existencialista ateo, consolidado al parecer en un ateísmo sin preocupaciones ni búsquedas y que, sin embargo, escribió hace exactamente diecisiete años unas palabras, que no sabemos si tenían un tono irónico, pero es probable que en este momento sean para él mismo más serias de lo que se imaginaba: «Mi ateísmo es provisional. Está vinculado al hecho de que Dios no se me ha revelado todavía».[4]

Como la modalidad teórica y la modalidad práctica del ateísmo pueden darse con distintas dosis en una misma persona, y también en diferentes formas de ateísmo, siendo difícil deslindarlas. por ello renuncio a clasificar el ateísmo teórico y el ateísmo práctico como formas separadas entre las demás formas de ateísmo. Pueden invadirlas todas y podemos tropezar con ambas modalidades en cualquiera de ellas.

Ateísmo-Hoy
José Guerra Campos
Obispo de Cuenca
Fe Católica-Ediciones, Madrid, 1978

[1] Lucas 24, 21.

[2] JEAN ROSTAND: «Ce qui me scandalise, c’est que ceux qui croient en Dieu, n’y pensent pas aussi passionnément que nous, qui n’y croyons pas, pensons a son absence». (Cf. Ce que je erais, Paris, 1953; Inquietudes de un biólogo, Ed. Fontanella, Barcelona, 1969.)

[3] N. HARTMANN, Ethik, ed. 1935, p. 743.

[4] J. P. SARTRE, en Recherehes et Débats n 32 Paris 1960, p. 61.