No, seguramente no. Tú eres amante de la higiene, de la limpieza. Pero hay muchos que tienen sucia la conciencia. ¡Bah!. No me digas esta tontería de que no robas ni matas… Si repasamos los Mandamientos de la Ley de Dios, sin escrúpulos ni complejos enfermizos, nos damos cuenta de que muchas veces ofendemos a Dios y somos tan duros de corazón, que no llegamos a entender que Dios es AMOR. Y no hay demostración mayor del amor que el perdón. Y como que Dios nos ama infinitamente, siempre está dispuesto a perdonarnos. «Cada pecado en sí mismo -dijo alguien-es un agujero de amor.» O sea, una ocasión en que hemos falseado o despreciado el amor de Dios. Pero podemos llenar este agujero de amor, con el perdón que siempre nos concede Dios si se lo pedimos en la forma que El quiere que le pidamos.
¿QUIÉN INVENTÓ LA CONFESIÓN?
No ha sido la Iglesia. La confesión ha sido instituida e inventada por Jesucristo. Lo dice la Biblia: «Al atardecer del día de Pascua, el primero después del sábado, estaban reunidos los discípulos a puertas cerradas por miedo a los judíos. Se presentó Jesús, se puso en medio de ellos y les dijo: -¡Recibid el Espíritu Santo! A quienes vosotros perdonareis los pecados, les serán perdonados; y a quienes se los retuviereis les serán retenidos» (Evangelio de San Juan, XX)
¿CUÁL ES EL PEOR PECADO?
Ciertamente el fariseísmo, o sea, el orgullo. Es orgulloso el que dice que no tiene pecados, que él ya tiene su moral, su ética, que ya sabe lo que tiene que hacer, que él y solamente él determina cómo debe obrar, que a la hora de la muerte ya se convertirá, que se confiesa diariamente con Dios, que acepta sus responsabilidades y no teme condenarse, que la confesión infantiliza… Todos estos pretextos son máscaras de HIPOCRESÍA, de COBARDÍA, o de INCONSCIENCIA…
TODOS PECAMOS
Todos nos hemos de convertir. Fallamos en nuestros deberes con Dios -por falta de fe, por no orar, por indiferentismo religioso, por blasfemar, jurar en falso, faltar a Misa los domingos y fiestas de precepto-. No digamos de nuestros baches contra el prójimo: padres que no educan bien a sus hijos, hijos que no les respetan y les disgustan gravemente. También hay monstruosidades en la vida matrimonial cuando se comete el crimen del aborto, del adulterio, de la prostitución. Jóvenes que malgastan su dignidad con la droga, con la inmoralidad en sus relaciones con el otro sexo, con la masturbación destruyendo sus energías. Pecados contra la justicia, con fraudes, con estafas, con engaños económicos, con abusos sobre el prójimo, con calumnias, con mentiras graves…
LO MÁS FÁCIL DEL MUNDO
Cuando uno lleva algún tiempo sin confesarse -pongamos un año, cinco, veinte, cuarenta o más-se le hace una montaña insalvable la confesión. Quizá incluso se le ha olvidado lo más elemental del catecismo. Quizá ni se acuerda de hacer la señal de la Cruz… Comprende, de alguna manera, porque tiene remordimientos, que debería confesarse, pero se excusa diciendo que no sabe… Y ESTA ES LA PEOR TENTACIÓN EN QUE PUEDE CAER EL HOMBRE. Porque confesarse es fácil. Requiere sólo una condición…
SINCERIDAD
Lo único que se necesita para confesarse es querer confesarse bien. Aparta de tu imaginación todos estos complejos de que no sabes y de que para ti esto es un disco rayado. Sin dramatismos, sin neurastenias, te presentas al confesionario. Hablas al sacerdote y le expones el tiempo que hace que no te has confesado, le explicas lo que te das cuenta son pecados en tu vida. Y después, con valiente humildad, le pides al sacerdote te pregunte y le contestas exactamente, tal como te acuerdes, sobre los hechos y veces en que hayas faltado. En menos de cinco minutos se puede hacer una confesión estupenda aunque se llevare medio siglo sin confesase. ¡Palabra!
EL GRAN PELIGRO
Repitámoslo: Santa Teresa de Jesús -que no era una mujer tonta- y San Francisco Javier -que no era un misionero ni un cura de cortos vuelos- nos dicen que muchos van a confesarse y se confiesan mal porque EXPRESAMENTE se callan pecados mortales de los que se acuerdan. Y como la confesión se hace a Dios por medio del sacerdote, es un engaño, una mentira, una falsedad, que impide el perdón divino. Por esto, en nuestras confesiones no nos quedemos con espinas que nos torturan interiormente, y peor todavía si hace algún tiempo o quizás años que lo hacemos así. Porque entonces todas las confesiones y comuniones son sacrílegas, hasta que no hagamos como aquel hijo pródigo del Evangelio que se presentó a su padre con la herencia despilfarrada, harapos y miserias, y después comenzó para él su vida de hijo predilecto. Que nuestras confesiones no sean mentirosas, comediantes, falsas, sacrílegas.
EL SECRETO DE LA ALEGRÍA
Hay mucha gente enferma de los nervios, muchos complejos y, lo que es peor, muchos hombres y mujeres, mucha juventud amargada. Fruto de ello son matrimonios divididos, hogares rotos, evasiones estúpidas, hasta los suicidios, las vidas «dobles» y los fracasos pesimistas de muchos. ¿Cuál es la causa? No es la falta de dinero, ni de cultura, ni de comodidades, ni de caprichos. Realmente, la raíz de tantas náuseas, de tantas conciencias asfixiadas, de tantas angustias interiores, radica únicamente en que muchos NO SE CONFIESAN. Porque la alegría brota de la gracia de Dios. Y el hombre en pecado, aunque lo disimule o se atrofie, en momentos de lucidez, sabe que no es feliz. La experiencia es la mejor escuela que enseña que el hombre y la mujer, el joven y la muchacha, que se confiesan a menudo, tendrán sus problemas y tentaciones, pero siempre flota en su existencia el optimismo, la felicidad, la alegría. Porque la confesión es un abrazo con Dios, al que le hemos costado la pasión y muerte de Jesucristo, y confesarse es limpiar nuestra alma totalmente. Porque DIOS SIEMPRE NOS ESPERA Y SIEMPRE NOS PERDONA CUANDO NOS CONFESAMOS BIEN, POR ENORMES, ASQUEROSOS Y MONSTRUOSOS QUE FUEREN REALMENTE NUESTROS PECADOS.
¿CUÁNDO NOS HEMOS DE CONFESAR?
La Iglesia nos manda por lo menos confesar una vez al año los pecados mortales. Pero ducharse, bañarse o lavarse las manos una vez al año no sería un dechado de pulcritud. El cristiano que es consciente se confiesa a menudo. Porque sabe que O CONFESIÓN DE LOS PECADOS MORTALES O CONDENACIÓN ETERNA EN EL INFIERNO. No basta: arrepentirse de los pecados con un acto de contrición para comulgar. Es imprescindible la confesión previa si se tienen pecados mortales. Así lo enseña la Iglesia desde siempre y nadie lo ha cambiado. No hay que decir que hay momentos en que la confesión, por sí misma, obliga inmediatamente. ¿Cuándo?..
EN PELIGRO DE MUERTE
La mayor responsabilidad que pueden tener unos familiares es permitir que un deudo suyo, muera sin confesarse, dándose cuenta de la gravedad de su caso. Si aquel enfermo estuviera en pecado mortal y muriera sin arrepentirse, por no ofrecerle la ocasión de confesarse, para siempre jamás quedaría este deber en aquellos que decían que le amaban. Cuando es imposible confesarse, por ejemplo, en un accidente mortal de carretera o en circunstancias similares, entonces sí, basta el ACTO DE CONTRICIÓN -o sea, el rezo del «Señor mío Jesucristo»-para obtener el perdón de los pecados.
HÁGANOS CASO.
No es cuento ni fantasía. Dios siempre nos espera. Si hace tiempo que no lo hace, hágalo lo más pronto posible. Arrodíllese ante el sacerdote con fe. No se fije en él. Fíjese en quién está detrás de él, extendiendo sus brazos para abrazarlo con un abrazo de padre… Dios, es nuestro Padre, y esto es lo que tenemos que descubrir en la confesión… y si Él es nuestro Padre nosotros somos ese hijo olvidado y contradictorio que necesita urgentemente de la amistad de Dios… Y si todavía dudas y no te decides, pídelo con TRES AVEMARÍAS a la Santísima Virgen, que Ella te dará el empujón de Madre para que vuelvas a vivir como hijo de Dios.
El día tiene 1.440 minutos. Muchos de estos minutos los empleamos tontamente. ¿Es mucho dedicar algunos minutos para asegurar nuestra salvación eterna? «SÓLO EL ENTENDIMIENTO DIVINO PUEDE COMPRENDER LA GRANDEZA DE MARÍA», decía Pío IX al definir el dogma de la Inmaculada Concepción. He ahí por qué un cristiano de verdad cada mañana y cada noche consagra el mejor tiempo de su jornada rezando las TRES AVEMARÍAS a nuestra Madre.
Obra Cultural
Laura, 4 – Barcelona-10
